jueves, 31 de enero de 2008

PLANES CAPITULO 67 (CAPÍTULO FINAL)

Peralta subió despacio, con pasos cortos y firmes. Intuía que Roberto no estaría solo y no quería encontrarse con alguna sorpresa. Los cuatro primeros pisos estaban únicamente iluminados por la luna, que se levantaba redonda en un cielo con algunas nubes. En el quinto, había luz al final de un pasillo. Miro hacia el lugar del ascensor, pero éste no estaba ahí tampoco. Iba a seguir subiendo, pero algo la hizo volverse y caminar hacia donde provenía la luz. De espaldas a la pared empezó a avanzar lentamente. Cuando estuvo cerca de la puerta de una oficina, con cautela se asomó hacia su interior. Entonces la vio, al pie de una silla, estaba Florencia. Se acercó a ella. Había perdido mucha sangre, pero parecía que aún estaba con vida, su respiración era un jadeo lento y costoso.

En la terraza, Roberto había obligado a Laura a sentarse sobre unas cajas de materiales. Desde una posición de poder la miraba implacable.
-¿Por qué Roberto? ¿Por qué haces esto?- le preguntó Laura.
-Porque te amo. Porque no permito que nadie me olvide. Porque no perdono la traición.
-Yo no te traicioné. Vos solo te traicionaste cuando comenzaste a usar a las personas, y a someterlas a tu placer. Roberto, yo creía en vos, me engañabas, me lastimabas, pero yo siempre perdonaba y volvía a creerte. Pero un día dije, “ya no más”.
-Y me olvidaste, olvidaste todo lo bueno que pasamos juntos.
-No olvidé nada, sólo dejé de llorarte, dejé de lamentarme de mí misma, dejé que me vuelvan a querer.
-Eso no va a pasar nunca.- le dijo con una soberbia que heló la sangre de Laura.


La herida de Florencia era a un costado del corazón. Peralta se sacó su campera y se la puso debajo de la cabeza para levantarla y que pudiera respirar un poco mejor. Pero estaba débil, agonizaba. La detective iba a incorporarse, cuando sintió que le tocaba su mano, y movía algo la boca. Acercó su oído a sus labios y oyó su ruego, después un suspiro y el silencio.
El sonido de un disparó rompió con la calma del lugar. Peralta salió de la oficina,
corrió hacia las escaleras y subió al último piso. Brenda que iba subiendo también corrió.
Cuando la detective salió a la terraza, Laura estaba llorando y tapando sus oídos con sus manos. Roberto había disparado cerca de su cuerpo para demostrarle que estaba dispuesto a todo, “sólo necesito que me digas que me amas, y que estaremos siempre juntos”.
-¡Roberto!- le gritó la detective- Baja el arma y aléjate de Laura.
Roberto giró la cabeza y la miro.
-Emilse Peralta, debí suponer que Laura iba a recurrir a vos.- acercó su rostro al de su mujer, mientras ella trataba de alejar su cara de él.- Vos seguí involucrando gente en tu juego que todos van a pagar por tu culpa. Tu queridísimo Edmundo Bomplan, estaría muy orgulloso de vos.
-Mi tío adoraba a Laura, la protegería si estuviera vivo, él le dijo que tuviera cuidado de vos y no se equivocó. No le hagas caso, Laura, vení hacia mí. Déjala Roberto, no te compliques más.
Las cercanas sirenas de los patrulleros precipitaron los acontecimientos. Roberto estaba nervioso y sudaba a pesar del frío.
-¡Se terminó todo Roberto. Entrégate!- le gritó Peralta.
-Tenes razón, esto se terminó.
Apuntó con su arma a Laura y gatillo, pero antes que pudiera salir la bala, la detective le disparó en el brazo y el tiro se desvió.
Jorge cayó al suelo por el impacto, y soltó el arma.
Laura corrió hacia la detective, y Brenda, que llegaba a ver la escena, corrió hacia Roberto.
- Mi amor, mi amor, ¿qué hiciste? – Brenda le buscó la herida y le puso su chalina para hacer presión.
Laura le peguntó a Peralta.
-Emilse, mi hija. ¿No se donde está?
-Tu hija está a salvo.

Brenda llamó a Ramírez que estaba en la planta baja para que le dijera a la policía que subieran a la terraza y que mandaran un médico porque Roberto estaba herido.
Le estaba explicando lo que sucedió, cuando vio que Roberto estiraba su mano para agarrar el arma. Le adivinó la intención y antes de que él pudiera dispararle a Laura se puso delante suyo. El tiro salió e impactó en el abdomen de Brenda.
Mientras caía no dejaba de mirarlo, “te amo”, le dijo en un gemido, Roberto se acercó a ella y le susurró “perdóname, perdóname”.
Agentes de policía llegaron al lugar y atendieron a Brenda y a Roberto. La bala sólo había rosado el brazo de Roberto, le hicieron una curación, lo esposaron y lo llevaron detenido.
Laura le tomó la mano a Brenda y bajo junto a ella en el ascensor. Ella sentía que se le iba la vida; la veía a Paula como una niña que corría hacia ella con las colitas en el pelo que le hacia Laura, con las cintas vedes que tanto le gustaban, y la invitaba a correr y a andar en la calesita. Veía la carita de su amiga, su blanca sonrisa, y el sol brillando detrás. Después, solo vio el sol.
Brenda murió antes que pudieran llegar a planta baja, la mano que sostenía Laura, cayo a un costado de su cuerpo.
Bajaron los camilleros y Laura no podía seguir. Se quedo inmóvil mirando como todos se alejaban. "Tal vez Jorge tenía razón", pensó, "todos los que se habían involucrado habían salido lastimados".

Mariano y Pedro llegaron al lugar cuando la ambulancia partía con Paula en una camilla, la llevaban para observación, y para medicarla por el cuadro traumático que había vivido. Vio una segunda camioneta con dos cuerpos y temió lo peor.
La detective se acercó a ellos.
- ¿Mariano Ibáñez?
- Si, soy yo.
La detective les contó lo sucedido y le confirmo el fallecimiento de Brenda y de Florencia, contuvo a Mariano y le dijo que las últimas palabras de ella fueron para él, que “lo perdone por lo de su padre, y por lo que le hizo en su cautiverio”.
Mariano confirmo sus sospechas, Florencia había asesinado a su padre y fue quien entró a su cuarto, cuando estaba secuestrado, a hacerle el amor.
Lo intranquilizaba no ver a Laura. Vio a Roberto en un patrullero que lo miraba fijo detrás de un vidrio, cuando el auto arranco paso cerca suyo y distinguió que le decía “esta muerta”.

Zuares había permanecido en silencio y en las sombras para cumplir con la orden de su jefe: “Laura no debe salir viva de este edificio”.
Laura había permanecido apartada, tratando de arreglar las ideas de su cabeza antes de enfrentar otra vez al mundo. Miraba una pila de escombros sin mirarla, entonces Zuares se le acercó.
El estruendo de un disparo alertó a Mariano y a Peralta quienes corrieron hacia el interior del edificio.


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Al día siguiente tres velatorios se sucedieron como consecuencia de la misma historia. Florencia fue velada y su cuerpo se trasladó a Francia por solicitud de su esposo, un famoso coleccionista que prefirió quedar en el anonimato.
Brenda fue cremada y sus cenizas esparcidas por Paula en la parte de su jardín donde florecían los jazmines que ella tanto amaba, y que la harían sentirla más cerca.
Y en un barrio humilde, una mujer lloraba la muerte de su esposo Gonzalo Zuarez.
Roberto fue a la cárcel, y los amigos que supo cosechar durante sus años de éxito se fueron alejando y quitándole su apoyo. Hasta su abogado decidió no defenderlo porque consideraba que era una causa perdida, los cargos en su contra eran por corrupción, estafa, asesinato, y secuestro.
No dormía bien. El rostro de Brenda y de Florencia poblaban sus sueños.
La única que permanecía a su lado era Paula, quien había vuelto a tener un brillo especial en la mirada, la luz que sólo puede otorgar el amor. La tristeza que invadía su vida se atenuaba con las caricias que le propiciaba Jorge Ramírez.
Emilse Peralta, pidió una licencia, y decidió reabrir la casa de antigüedades que tenía su tío, y en la cual había empezado a trabajar de muy joven Laura. Ella le prometió ayudarla y volver a administrar el local a la vuelta de su pequeño viaje.

Laura con Mariano, decidieron tomarse unos días para ellos, en una cabaña cerca de las montañas.
Cuando Laura estaba desempacando encontró en un compartimiento las pinturas.
-Me las debe de haber puesto Pedro. El me ayudó a empacar. Desde que me salvó del disparo de Zuarez decidió convertirse en mi guardian. No me extrañaría que se apareciera por acá, en medio de la nada.- expresó Laura.
Volvió a echarle una mirada a las telas. Se asombraba de ellas.
-Si no supiera que son falsas, las daría por verdaderas. Sos excelente Mariano.
-Dámelas- le pidió él-. Ya quiero olvidarme de ellas.

Mariano encendió el fuego del hogar, mientras Laura subía a preparar su cuarto.

Pedro Achával dejaba la casona en la que vivía con Esteban Villareal y daba por terminada su relación. No podía perdonarle que se haya dejado seducir por Roberto, “si él te lo hubiera pedido, le hubieras dado todo”. Sabía que el amor que Villareal había sentido por él era platónico, pero Pedro no lo podía soportar.
Esteban se quedó solo, sentado en el sofá de su enorme sala, arrojando pañuelos de papel llenos de lágrimas al suelo, con las pinturas de Matta y Careño sobre su falda, manchadas con whisky.

A Laura las imágenes de los trazos de las obras y los colores le bombardeaban su mente, entonces recordó las palabras de Pedro “nunca confíes en lo que te dicen, sólo confía en tus ojos”.
Corrió hacia Mariano, quien estaba apunto de echar las obras al fuero y le dijo.
-Esperá, no las quemes. Quiero quedármelas.
El retiró su mano de arriba del fuego y volvió a dejar las pinturas sobre un futon. Laura se le acercó y le dijo algo al oído.
Los dos se miraron y rieron a carcajadas; y luego se besaron hasta que ardió el último leño de la chimenea.



Fin.

miércoles, 30 de enero de 2008

PLANES CRUZADOS CAPITULO 66

Roberto, desde la adolescencia, había perseguido un único objetivo: ser lo menos parecido a su padre. El era un hombre bondadoso, amigable y compañero de su esposa e hijo, pero lo que aborrecía Roberto era su vida en sí, el que se hubiera pasado más de treinta años trabajando en la misma empresa aseguradora, con un sueldo medio, con vacaciones de no más de quince días, “porque si trabajaba el resto de los días podría comprar tal o cual cosa”, y nunca un viaje a un lugar distinto, siempre al departamento de la abuela en una playa poco conocida. Aborrecía su carácter sumiso, sosegado, su falta de interés por buscar nuevos y mejores horizontes.
Entró a la carrera de arquitectura como uno más, pero quería salir como el mejor de su clase y entrar lo antes posible a un buen estudio o constructora. En unas de las primeras materias conoció a Evangelina Pompey, hija de uno de los arquitectos más reconocidos del país, y a pesar de que le faltaba gracia, encanto y belleza, no escatimó en hacer un sacrificio en pos de su futuro y comenzó a cortejarla. Llegó hasta pedirle casamiento poco tiempo antes de que su padre lo nombrara socio de su firma. Pero, en una de sus clases como profesor, conoció a Laura, y su existencia se puso de cabeza. Nada de lo que tenía le era suficiente, todo carecía de sentido si no podía tener en su vida a esa mujer, y no la quería como amante, era demasiado inteligente y hermosa como para mantenerla oculta, quería lucirse con ella por donde fuera. Entonces, Roberto dejó todo y fue a su conquista.
Y ahora, Laura, estaba allí, frente a él, con el cabello revuelto y la ropa mal puesta y aún así, relucía como si estuviera vestida de gala. Laura estaba allí, con la piel encendida por caricias ajenas y el sexo húmedo por besos extraños, y sin embargo su corazón le decía que la amaba. La amaba, no con el amor salvaje que tuvo con Brenda, ni con la pasión sin razón que sintió por Florencia, ni con ese cariño furtivo que lo llevo a la cama de cualquier mujer que le hiciera ganar un lugar más alto en la sociedad. No, a Laura la amaba con ese amor único con el que un hombre dejaría todo por una mujer.
Laura estaba allí, asustada, buscando entre una pila de maderas una con la cual defenderse; con la guardia alerta, para luchar por su hija y su libertad. El podía decirle, “te dejo ir”, pero su soberbia, su hombría maltrecha se lo impedían.
Dejó que llegara hasta el ascensor, y cuando estuvo de espaldas a él, se le acercó y le puso el cañón de un revolver en la nuca.
-Florencia, ya estoy acá, por favor, déjame ver a mi hija.
-Florencia ya no es un problema para vos.- le expresó Roberto.
-¡Roberto!- exclamó Laura. Se volteó despacio y lo vio apuntándole.- ¿Qué haces?, … ¿Y Florencia?...- Lo miro fijo; sus ojos celestes eran hielo, y comprendió.- Vos… vos estabas con Florencia, estabas detrás de todo esto… las pinturas, el secuestro… ¿Ibas a secuestrar a tu hija?-. A Laura no le importó el arma lo empujó, e intentó pegarle con la madera, pero resbaló y él se la quitó, le rogó casi de rodillas que le dijera dónde estaba Paula. Roberto la hizo parar derecha y le ordenó.
-¡Subí!
-¿Paula está arriba?
-¡Subí!- volvió ordenarle.
Entraron en el ascensor y Roberto marcó el número que correspondía con la terraza.
Laura estaba allí, tan cercana y tan lejana a la vez de él que se arrepintió de las noches que pasó sin ella, de los días en los que salió apurado de su casa sin besarla. Sólo debía decirle “perdóname”, “lo siento”, pero sólo se limitó a recorrerla con la mirada.


En la planta baja, Peralta, Jorge y Brenda buscaban la manera de subir, la detective sabía que tenía que hacerlo. Pero cuando llegaron al hueco del ascensor, este no estaba.
-Debe de haber una escalera en el fondo.- dijo Brenda.
Estaban por ir hacia allí cuando oyeron un ruido cercano. La detective sacó su arma y les pidió que caminaran detrás de ella.
-¿Quién está ahí?- preguntó en voz alta.- ¿Quién está ahí?- repitió.
El ruido volvió a ser más fuerte. Caminaron despacio hacia de donde provenía. Peralta encendió una linterna y vio entre algunos escombros a Paula, amordazada y con las manos atadas en la espalda, que pegaba con sus pies en unos baldes para ser oída.

Corrieron hacia ella. Brenda fue la primera en llegar a su lado y le quito el pañuelo de la boca, “mi mamá detective, por favor, mi padre va a lastimarla”, dijo entre sollozos.
Peralta le preguntó hacia donde habían ido, y Paula le indicó que creía que habían subido.
La detective buscó las escaleras.
- Perdóname Brenda, perdóname. Fui una tonta.- le dijo Paula a su amiga.
Brenda la abrazó y le respondió: - No tengo nada que perdonarte, yo te hice tanto mal. Te quiero, lo sabes, sos mi hermana, mi familia.
- Sí, lo sé.- ya libre de las cuerdas, se frotó las muñecas y dijo- Brenda, no quiero que lastime a mi madre, por favor, detenelo. Mató a Florencia, la mató, por favor, no dejes que haga lo misma con mi mamá… ¡No!, por favor…
- No le va pasar nada a Laura, te lo prometo.
Brenda llamó a Ramírez que se había quedado expectante, pero atento a la escena, y le pidió que se quedara con Paula. Ella, cuando él estuvo cerca, se aferró a su brazo, como un naufrago se agarra de un tronco para mantenerse a flote en un naufragio, y Jorge supo que el amor entre ellos aún podia ser cierto.
Brenda beso a Paula en la mejilla con la misma devoción que siempre le tuvo y se alejó de ellos para buscar las escaleras y seguir a la detective.

lunes, 28 de enero de 2008

PLANES CRUZADOS CAPÍTULO 65

Laura estaba durmiendo desnuda, abrazada al cuerpo de Mariano, cuando sonó el teléfono de la habitación y el mayordomo le anunció que había una llamada para ella. No se sorprendió cuando oyó la voz de Florencia, sabía que era del tipo de mujer que no se da por vencida fácilmente. Ella le hizo escuchar la conversación de Paula con Roberto y le dijo que si no le entregaba las pinturas los mataría a ambos. Laura le respondió que haría lo que le pedía, pero que por nada del mundo lastimara a su hija.
Sabía que Florencia era capaz de matarlos, en su voz había malicia y rencor. Se vistió fuera de la habitación, sólo con unos yeans y un pullover, para no despertar a Mariano, y se fue calzando las zapatillas mientras bajaba las escaleras.
Antes de que Laura pasara con su auto las rejas de la casona, Pedro entró a la habitación donde continuaba dormido Mariano, encendió las luces y le arrojó ropa a la cara.
-Vestite lindo, Laura nos necesita.
Mariano abrió con dificultad los ojos, y tocó el otro lado de la cama, ahora vacío.
-¿Qué pasó con Laura?
-Vamos, no hay tiempo de que te explique ahora, debemos seguirla. Menos mal que mi mayordomo no me hizo caso cuando le dije que no escuchara las conversaciones en el teléfono, sino no sabríamos a dónde ir.

En la sala de la casa de Peralta, Brenda y Jorge se quedaron conversando sobre Paula y Laura, mientras la detective subía a su habitación. De repente, la oyeron bajar con pasos apresurados y caminar hacia ellos.
-Ya sé dónde están. Pero voy a ir sola, puede ser peligroso.
-Si Paula está en peligro, yo quiero ir.- dijo Brenda.
-Y yo.- adhirió Jorge.- A parte necesita mi auto.
-No voy a discutir con ustedes, no puedo perder tiempo.

Paula le había preguntado a su padre por el ataque que él mismo se había ideado y el por qué del mismo, pero Roberto esquivaba la mirada de su hija y su pregunta.
-¿Por qué te culpaste vos de mi ataque, Paula? ¿Qué pasó por tu cabeza? Espero que mis abogados hayan arreglado bien todo.
-¡Papá!, vos sabes bien por qué lo hice, o por lo menos lo intuís, vos querías que pensara que fue Brenda ¿no?, pero ¿por qué?, por qué hacer sufrir tanto a los que te aman.
-Brenda ya no me ama, y a partir de hoy estoy seguro que vos tampoco me amaras. Ramírez y ella se pusieron de acuerdo para destruirme. Complotaron para llevar a la justicia unos documentos míos que me comprometen bastante. Sé que no soy un santo, pero yo los ayudé en lo que pude y ellos me traicionaron. Me enteré de su plan y sólo actué en defensa propia. Si alguna vez llegas a donde yo estoy, te vas a dar cuenta que la lucha por sobrevivir es atroz, y que sólo quedan los que pueden adelantarse a los hechos, los que pueden dar vuelta los resultados a su favor.
-¿Y vos crees que te ha ido bien?
-Yo pensaba que iba a ser fácil. Florencia me convenció de eso. Florencia, ella sí que es una mujer de agallas, una mujer de sueños grandes como los míos. Vos siempre fuiste muy débil, frágil, insegura de las cosas que te pasaban…
-Por tu culpa, y por las pastillas que me recetaba tu amigo.
-Veo que llegaste a hablar con Brenda. Hija, esa fue mi manera de protegerte, tal vez vos nunca me entiendas. Bueno…, Florencia sabía de vos, y de que Mariano quería contar con su relación, entonces creyó que si te convencíamos que él estaba con Brenda, esa noche cuando él te dejara, ibas a estar mal y si yo te llamaba vendrías corriendo y al ver que Brenda me había atacado ibas a enloquecer y la odiarías, sólo así podrías odiarla, porque siempre la quisiste demasiado. Ella así ya no podría lastimarme, y Ramírez solo no se hubiera animado a nada.
-Así que dejaste que me usara. Y también ibas a dejar que me secuestren.
-Ya te dije, vos no ibas a correr peligro, sólo era una farsa para conseguir las pinturas. Pero en el grupo se infiltró gente y decidieron secuestrar a Mariano. Supimos que iba a ser la noche del sábado, y a Florencia le pareció mejor que también fuera ese día mi ataque; vos dolida, conmigo en el hospital, la traición de tu amiga, Mariano secuestrado...
-Sólo tenías que volver a ser la loquita de siempre,- interrumpió Florencia- pero no, se le dio por hacerse la heroína. Viniste a mi casa a la madrugada, empezaste a hacer demasiadas preguntas y después te cortaste sola en la policía jugando tu propio juego.
Florencia se acercó a ella con un arma
-Pero ahora vamos a jugar el mío.- le dijo y la empujó hacia una silla. Entró Zuarez y le ató con una cuerda los pies y las manos por detrás.
Antes de que le pusiera un pañuelo en la boca, Paula miro a su padre a los ojos y le dijo:
-Brenda te ama, pero está dolida, y yo siempre seré tu hija.
-¡Esperá!- le gritó Roberto a Zuarez- Es demasiado.
Roberto se paró y caminó hacia ellos, e intentó aflojar las cuerdas de los pies de Paula, pero Florencia lo detuvo.
-No. No lo hagas. La necesitamos así, falta poco para que todo esté bien, no vamos a echarnos atrás.
-Nada va a estar bien.
-Nada va a estar bien si dejamos esto así. Brenda te amará, y tu hija también, pero no van a salvarte. Y tu mujer, ¿sabes dónde está tu mujer? Laura está con Mariano, sí, con mi medio hermanito, revolcándose en la casa de tu amigo Pedro. Ella junto con Pedro planearon conseguir las pinturas, y también fue la que le dio las llaves a Ramírez para que entre a tu casa. Laura, la que vos crees una abnegada mujer lo único que quería es que nadie culpara a Mariano de estafa. - Florencia tomó la mano de Roberto que retenía las cuerdas y siguió- Lo hizo porque lo ama. Mientras vos estabas en el hospital, ella sólo pensaba en Mariano y en dejarte. Robert, estamos solos en esta, y vos sabes que yo haría cualquier cosa por vos, mate a Vanina por vos, yo no voy a dejarte.- acercó su boca a la de Roberto y lo beso.
Fue un beso profundo y cálido. Roberto sintió un verdadero amor en el, y a pesar del dolor que le causaba ver así a su hija, se dejó convencer por Florencia, soltó las cuerdas, se paró y caminó hacia un costado de la oficina.
-Gracias mi amor, vas a ver que vamos a estar bien.- le aseveró Florencia.- Ya vas a ver.
-Flor te amo, pero no me gusta que me digan siempre qué hacer, y en ésto prefiero seguir solo.- Se volteó, le hizo un gesto a Zuarez, él sacó un arma y disparó contra Florencia, quien cayó a los pies de Paula sangrando.

sábado, 26 de enero de 2008

PLANES CRUZADOS CAPÍTULO 64

Roberto respondió al abrazo de su hija, por un momento le pareció que volvía a ser esa niñita para la cual era un héroe que la salvaba de todos los males; Paula se quedó con la cabeza pegada a su pecho, sabía que la había engañado y lastimado, pero era su padre, su padre ante todo, y éste sería el último de sus abrazos.
Florencia los vio y empezó a aplaudir de manera pausada, “qué tierna escena”, dijo con sonrisa forzada. Roberto y Paula se alejaron, entonces ella caminó hacia él, lo tomó de la pera con una de sus manos y le acarició el rostro con la otra, y lo beso en la boca.
Roberto le respondió, pero cuando ella quiso volver a besarlo, la detuvo y le preguntó:
-¿Qué hace Paula aquí?
-Decidí llevar adelante el plan como lo acordamos en un principio, como siempre debió haber sido, ¿vos no lo querías así?
-Sí, papá, ¿vos no querías que me secuestraran?- remarcó Paula.
-Pauli, vos nunca ibas a estar en peligro, era sólo para que tu madre entregara unas pinturas que son importante para nosotros.- Roberto intentó acercarse a Paula para tocarla, pero ella se alejó de él.- Pero ya nada es importante. Todo terminó.- expresó con voz apagada, mientras les daba la espalda a las dos mujeres.
-¿Qué decís Roberto?- Florencia caminó hacia él y lo tomó del brazo.- No podes dejar esto así, no me arriesgué a hacer tantas cosas por nada. Necesitamos entregar esas pinturas al coleccionista para el que trabajo, pero no se trata sólo de cumplir con él o no, tiene demasiadas obras para preocuparse por esta. Es por vos que lo hago, te quiero Roberto, y sabes que mañana tu carrera estará por el piso. Necesitamos ese dinero, y su ayuda para irnos.
Roberto le apretó la mano que ella tenía en su brazo, y le dijo:
-No te das cuenta Flor que mi carrera hoy acaba de terminar.
-Todavía no. Confía en mí, sólo debemos presionar a Laura.
-Está bien. Vuelvo a poner mi vida en tus manos.
Florencia lo abrazó y salió al pasillo a hacer una llamada.
Roberto se quedó solo con Paula.
Estuvieron en silencio, Roberto parado, mirando fijo a su hija; quería volver a ver sus ojos, necesitaba comprobar si aún quedaban en ellos algo de cariño. Paula caminaba en círculos, no se animaba a mirarlo. En un momento, él se tomó de una mesa y se sentó, ella se dio cuenta que no se sentía bien. Tuvo el impulso de ir hacia él, pero lo abortó. Entonces, se animó a preguntarle:
-Papá, ¿por qué planeaste tu ataque?


Un interrogatorio igual de tenso se vivía en la casa de la detective Peralta.
-¿Qué papel jugaba Vanina Acosta en esta historia?
-Vanina no estaba con nosotros. Ella era una buena y vieja amiga, mi confidente, sabía todo sobre mí, y por lo que creo también de Roberto. Ella tenía conocimiento de lo que íbamos a hacer y seguramente lo alertó a él. El tiene esa particularidad para convencer a las mujeres… Fue un error contarle tanto a Vanina, si no lo hubiera hecho, hoy estaría viva.
-¿Y quién cree que está detrás de todo esto? El afectado, el señor Vallejos estaba internado, él no pudo hacerlo.
-Si él cae, arrastra tras de sí a muchos otros. Por eso me preocupa todos los que han estado involucrados de alguna manera conmigo, Brenda está acá, pero qué hay de Paula y de Laura, alguien descubrió que me debe haber ayudado.
-Lo que yo no entiendo.- dijo Brenda- es qué hacia Florencia en la comisaría con Paula si ella había ido con Laura a buscar el dinero.
-¿Qué dinero?- preguntaron al unísono Peralta y Ramírez.
-El dinero para pagar el secuestro de Mariano.

Brenda les contó sobre la desaparición de Mariano, sobre la llamada de los secuestradores, y sobre la esperanza que tenía Laura para que Paula quedara libre al encontrarlo y confesara que había estado con ella a la hora del ataque. Le dijo también que en la comisaría Paula le había admitido ser inocente, pero que pensaba que lo había hecho ella y que por eso se había declarado culpable, para torturarla con la culpa.
Cuando la detective preguntó por Florencia, Brenda le contó que la conocía desde chica, que siempre habían mantenido una comunicación fluida hasta hace poco más de tres años en los que había perdido contacto, y que a pesar de ser confidentes, nunca le había hablado de su hermano artista, ni demasiado de su familia.
Peralta les confió que había mandado a averiguar datos sobre Florencia Ibáñez porque cuando la vio en la comisaría no le había cerrado su versión de que su hermano no estaba secuestrado, sino con amigos, y que todo se trataba de una broma. Florencia era hija de madre soltera. Su madre se había casado con un hombre de dinero, viudo y con un hijo, Mariano Ibáñez. Ese hombre, Julian Ibáñez anota con su apellido a Florencia, y la incluye en su testamento. El muere en un accidente que sufre con su bote en el Mar Mediterráneo hace cinco años mientras navegaba junto a su esposa e hija. Hoy su esposa está viviendo en una casa en Grecia recluida, como una ermitaña. Florencia es asesora de un coleccionista de arte Europeo, con el que se casó secretamente en Francia, se cree que trabaja también para el mercado negro, y no tiene hijos.
-Si la señorita Florencia está con Paula, es porque quiere algo de los Vallejos, pero qué.- se preguntó la detective Peralta.

viernes, 25 de enero de 2008

ADELANTO

En febrero dará comienzo una nueva historia, con nuevos escenarios y personajes, con elementos reales e imaginarios que pondrán a prueba su imaginación.
Los espero para que la disfruten junto conmigo.




Ana Ortiz

jueves, 24 de enero de 2008

PLANES CRUZADOS CAPÍTULO 63

Cuando Pedro Achával dejó solos a Laura y a Mariano en la habitación de la casona, él fue hacia el baño y llenó la bañera con agua, mientras se iba sacando la ropa. Luego, tiro algunas sales que encontró en el botiquín y se metió en ella dejando que el agua le cubriera todo el cuerpo. Recostó su cabeza hacia atrás y cerró los ojos.
Laura se quitó el abrigo, lo tiro sobre la cama y se sentó en ella para sacarse los zapatos. Mientras bajaba el cierre de sus botas, observó sus manos temblorosas. Se tomó una con otra, y comenzó a frotarlas.
Como la cinta de una película que corre hacia atrás para volver a poner play en el lugar elegido, así su mente retrocedió y empezó a pasar por los momentos que la habían llevado hasta allí.
Después de descubrir que Roberto le hacia el amor a Brenda en su propia casa, el deseo de morir se apoderó de ella, ya nada tenía sentido, ni siquiera tenía deseos de discutir con su marido o pedirle la separación. El no la tocaba, y ella no tenía necesidad de rechazarlo. Todas las noches, antes de dormir se sentaba en el borde la cama, con un vaso de whisky en una mano y un puñado de pastillas en la otra, pero antes de que el sueño la venciera, volcaba la bebida en la pileta del baño y tiraba a la basura las pastillas, era demasiado cobarde para matarse.
Una noche, Paula se lastimó con un espejo y se sintió culpable de ese accidente, estaba segura que su hija la había visto, y que se había lastimado a propósito para llamar su atención.
Después Paula se fue de la casa, y Brenda dejó de frecuentar su hogar. Roberto volvió a dormir a su lado, y alguna noche buscó su cuerpo para saciar sus apetitos de hombre, ella sólo lo recibió sin que piel pudiera responderle.
La promesa de un viaje juntos, su interés por el museo y por conseguir nuevas obras para exponer en él, los fue uniendo. Sintió el compañerismo y la complicidad que la habían decidido a ser su esposa.
Pero, cuando todo parecía encaminarse, volvieron las ausencias. Roberto apareció un día con un pintor que prometía ser una revelación en la pintura rioplatense. Laura aceptó ver sus obras, las que le parecieron “mágicas”. El uso del color, y de la luz de sus cuadros recreaban con una belleza sutil y encantadora los paisajes y escenas cotidianas de la ciudad. Decidió organizar una exposición con esas pinturas, a la que concurrieron una selecta audiencia de amantes de la pintura y ávidos coleccionistas de nuevos talentos.
En la gala de presentación Mariano le fue presentado a Paula por Laura, y pronto sus jóvenes corazones empezaron a latir en sintonía.
Laura, como todos los que los veían juntos, pensaba que era una pareja que podía tener continuidad, bastaba con mirarlos a los ojos, y ver cómo les brillaban cuando estaban juntos. Por eso, ella se animó a ir una tarde a su casa, y pasar al estudio de pintura que tenía en la parte de atrás.
Mariano le había dicho que tenía que mostrarle unos bocetos en los que estaba trabajando, los cuales no podía terminar hasta que ella pudiera echarles una mirada y lo aconsejara de cómo seguir.
Los bocetos eran desnudos de una mujer a la que no le veía bien el rostro, pero cuando Laura se acercó más para verlos, descubrió que eran de ella. Ensayó en unos segundos posibles reacciones: irse sin decir palabra, romperlos, gritarle “qué te propones con esto”, pero sólo se quedó inmóvil, y cuando Mariano la tomó de la cintura y la atrajo para sí, sólo pudo corresponder a sus besos.
El le confesó que estaba enamorado de ella, que la soñaba, que la imaginaba, que no conocía su cuerpo, pero había intentado dibujarlo para sentirlo cerca. Su mano con la carbonilla habían acariciado cien veces cada una de sus curvas. Que adoraba a su hija porque era la mujer más buena que había conocido, pero que a ella la amaba.
-Te amo sin tenerte Laura. Estoy loco, perdido. Y no sé si lo que siento es real o una fantasía. Te veo, y siento que mis sueños tomaron la figura de tu cuerpo. Necesito sentirte y saber qué es esto que me quema en el pecho.
Hicieron el amor sobre las telas, en el piso, en el sillón de la sala, en la cama, y en la cocina a la mañana siguiente. Laura regresó a su casa y Roberto no estaba, lo llamó y supo que ni siquiera había notado su ausencia. Cuando cortó con él, tenía un mensaje de Mariano: “Regresa a mí”. Y Laura regresó a él.
En la casona reinaba el silencio, Laura dejó de frotarse las manos. Se paró, se quitó el resto de la ropa, y desnuda salió a un balcón interno y se dejó acariciar por la brisa de una noche con pocas estrellas. Se sacó la alianza de matrimonio y la arrojó al jardín. Después se volvió a la habitación, caminó hacia el baño y se metió en la bañera con Mariano.


….
Zuares estacionó a un costado del edificio en construcción donde estaba Roberto. Florencia obligó a Paula a bajar del auto, caminar hacia un ascensor de carga y subir hasta el quinto piso.
Roberto estaba recostado sobre su escritorio, en la oficina improvisada que tenía allí, porque se sentía aún mareado. Oyó un ruido primero y luego voces. Se paró y caminó hacia un pasillo. Entonces la vio a Paula venir hacia él. Roberto se detuvo, se sentía avergonzado y la vez temeroso, pero cuando Paula lo tuvo enfrente, se le colgó del cuello y lo abrazó con fuerza.

miércoles, 23 de enero de 2008

PLANES CRUZADOS CAPÍTULO 62

La casa de la detective Peralta era una casa antigua, pero en excelente estado. Tenía una amplia sala con dos ventanales a la calle, y el piso de fina madera lustrada, como los escalones de una escalera que conducía a las habitaciones.
Ramírez aceptó el capuchino que Peralta le ofreció junto a una medialuna de jamón y queso, no tanto porque tuviera apetito, sino porque quería quedarse un rato a solas en esa sala observando todos los detalles que en la mesa y en las paredes había colgados. Le llamaba la atención el buen gusto, la exquisitez del decorado que veía tan ajenos a alguien de la fuerza policial.
Las esculturas de una repisa le hicieron recordar unas que había visto en una feria por las calles de Grecia. Su mirada se detuvo en un cuadro encima del hogar a leña. Se acercó para contemplar la firma. Prácticamente tenía el ojo sobre la tela cuando regresó Peralta.
-Es un auténtico Quinquela.- le dijo la detective.
-Me parecía. La verdad que me sorprende su casa, no pensé que fuera hallar aquí tantas pinturas y esculturas.
-Mi padre era policía y murió durante un asalto cuando yo tenía dos años, mi madre falleció al poco tiempo, algunos dicen que tenía un mal incurable, yo creo que fue de tristeza. Me terminó criando mi tío que era un gran anticuario. Esta era su casa.
Peralta le sirvió el capuchino con la medialuna caliente, y ella también comió. Ninguno habló. De vez en cuando, Ramírez echaba un vistazo hacia algún rincón de la habitación. Sobre una biblioteca había unos portarretratos, el hombre que estaba en las fotografías le pareció cara conocida. Cuando se iba a animar a preguntarle por él a la detective, sonó el timbre.
Peralta se levantó para abrir y pronto oyó la voz de Brenda. Ella también fue convidada con una café, pero lo rechazó. Entonces, la detective les dijo:
-Bueno, ahora que ya estamos los tres, los escucho.
Ramírez dejó que Brenda hablara primero. Le contó su romance con Roberto, le dijo que durante mucho tiempo ella vivía para él y hubiera hecho todo lo que él le pedía con tal de no perderlo. Le relató cómo Roberto la había mantenido dominada a Paula, para que esta recordara de su vida lo que él quería, como la había persuadido a ella para que la convenciera a Paula de ir a un psiquiatra para que la medicara. Se refirió al odio que él sentía por Ramírez porque había dicho estar enamorado de su hija, y cómo la había drogado para que se sintiera mal el día que de su primera cita. Le dijo de la promesa de Roberto de hacer un viaje los dos y de su plantón en el aeropuerto, la humillación que le hizo pasar en una fiesta, y el abandono.
Ramírez a su vez, le contó cómo Roberto se fue apropiando de sus diseños, presentándolos como propios, le aseguró que desde hace años que él no dibuja ni un plano y todo lo que ha edificado en los últimos cuatro años ha sido ideado por él. Le narró la forma en que conseguía Roberto las licitaciones de la ciudad, sus contactos con la política, y la forma en que también lo fue involucrando a él. Le confesó de su amor por Paula, del rechazo de Roberto y de la amenaza que recibió si él dejaba la sociedad.
Peralta entendió el dolor de Brenda y de Jorge, pero necesitaba saber que tenían que ver con su intento de asesinato, y por qué habían ingresado a su casa.
-Ni Jorge ni yo atacamos a Roberto.- confesó Brenda.- No era, ni es nuestra intención hacerle un daño físico, pero si queremos verlo pagar por lo que nos hizo. Podría decirle, detective, que con Jorge unimos nuestro sufrimiento para hacerlo caer a Roberto. La única manera que Jorge tenía de librarse de él era conseguir los planos con su firma y autenticarlos, y unos papeles que involucran a Roberto en sus negocios corruptos. Después que Jorge, junto con un abogado y escribano, hubieran presentado las pruebas y su declaración a la justicia, yo debía decirle toda la verdad a Paula. Pero las cosas se nos fueron de las manos.
-¿Usted ingresó a la casa de los Vallejos en busca de esos papeles?- la interrogó la detective.
-Sí. Sólo debía entrar y salir con los papeles sin dejar rastro, tenía las llaves y tenía acceso a la parte de atrás de la vivienda porque alquilamos una casa cuyo fondo limitaba con la de los Vallejos. Pero…, cuando entré al estudio, toda mi historia con Roberto pasó por mi mente, ver que aún conservaba mis fotos y mis cartas, me pareció una ironía tan grande, que mi amor fue un río de odio que me sobrepasó. Tuve un arranque de ira, y después sólo me quería morir.
Brenda le mostró a los dos las heridas de su muñeca, y Peralta entendió el por qué de la sangre del lugar.
-¿Y cómo consiguieron las llaves de la casa? ¿Hay otro cómplice?
-Yo no sé cómo las consiguió Roberto.- admitió Brenda
-Me las dio Laura.- confesó Jorge. Ambas mujeres se miraron con asombro, entonces él agregó- Ella ha sufrido tanto cómo vos Brenda y también lo quiere ver pagar.

lunes, 21 de enero de 2008

PLANES CRUZADOS CAPÍTULO 61

Paula al ver el pañuelo de seda en la cartera de Florencia, descubrió que se había equivocado respecto a Brenda, y con más ahínco empezó a buscar las llaves que la dejarían fuera de la casa.
Sus manos las tantearon en el fondo, las tomó y se volvió con rapidez para salir, pero ni bien se volteó, se encontró con Florencia portando un cuchillo.
-¿Queres salir Paula? Pues, saldremos.- le dijo, señalándole con el cuchillo la puerta.
La obligó a caminar hacia la calle, y después abordar un auto que estaba estacionado pegado al cordón de la casa. El conductor tenía tres estrellas tatuadas en su mano.
-Gracias Zuares por no abandonarme en esta.- le dijo Florencia ni bien subió.
-De nada. Pero me debes una, yo debería estar bien lejos de aquí… ¿Vamos con él?
-Si. Vamos a llevar a Paula con su papito.
-¿Vamos a ver a mi padre? ¿Qué tiene que ver él con todo esto? No entiendo.- preguntó Paula.
Florencia, sin soltar el cuchillo, hundió su cuerpo en el asiento y no respondió.
Paula con furia le grito.
-¡Mirame Florencia!, ¿No crees que me merezco una explicación?
Entonces, ella giro su cuello hacia Paula, le clavó la mirada y dijo:
-No debías enterarte de lo que paso nunca, pero vos misma fuiste la que tiraste todo por la borda al culparte del ataque de tu padre, vos y el estúpido de mi hermanastro entorpecieron mi trabajo.
-Cometí un error, pensé que Brenda había atacado a mi padre y quería que se sintiera culpable, pero fuiste vos la que lo apuñaló, ¿No es cierto?
-Si, fui yo.
-¿Por qué? ¿Y por qué mi padre sigue en contacto con vos?
-Es una larga historia. Sabías que soy amiga de Brenda. Soy su amiga antes de que vos lo fueras, y fuimos las mejores, aún mientras ella aprendía a correr detrás de ti cada vez que la necesitabas. Pero como lo único que hacías era hablar, ella recurría a mí cuando quería ser escuchada. Brenda me hablaba siempre de su amor imposible, de un hombre casado que le prometía viajes, dejar a su esposa y amor eterno. Por fin, un día me lo presentó y luego me dijo quién era.- Aquí hizo una pausa, y su tono duro cambió por uno un poco más dulce.- Otro día me lo crucé por casualidad y me invitó a cenar, después de eso empezamos a hacer negocios. Y a veces, hemos mezclado el placer. Tu padre es un hombre sumamente seductor, imposible de olvidar, en realidad, él no te deja que lo olvides.
-¿Eres la amante de mi padre?
-Creo que hoy, por hoy soy su socia.- expresó con tono sarcástico y se rió junto con Zuares, que oía la conversación.
-¿Socia de qué?
-Mariano es un excelente pintor, un excelente imitador de estilos. Creo que ni él sabe lo bueno que es, y yo trabajo para un grupo de coleccionistas que pagarían cualquier cosa por obras únicas y difíciles de encontrar. Cuando tu padre me contó que iban a exponer en el museo dos obras de Matta y de Careño que jamás habían sido expuesta, convencí a Roberto para que le dijera a tu madre que le dejara a mi hermano hacer una réplica. Luego tu padre le envió a su dueño las falsificaciones. Pero tu madre lo descubrio y para que no fuera culpado mi hermano las ocultos en tu caja de seguridad. Se nos complicó la cosa, cuando le cobramos antes de tiempo a un coleccionista que es muy peligroso.
La única manera que ella nos cediera las pinturas era exponiéndote a un peligro. Paula, te íbamos a secuestrar a vos, pero tu madre, descubrió nuestro plan, infiltró un amigo de ella y terminó secuestrado Mariano, pensábamos que igual obtendríamos las pinturas,y pero ella estaba jugando su propio plan.
-¿Y mi padre aceptó que me secuestren?
-Fue idea de tu padre.

sábado, 19 de enero de 2008

PLANES CRUZADOS CAPITULO 60

Jorge Ramírez y la detective Peralta golpearon varias veces a la puerta de la casa de Roberto y Laura. Nadie respondió. “Es raro que recién dado de alta no esté en su casa”, pensó Peralta.
Miró por las ventanas cercanas a la puerta.
-Logro distinguir una luz en una de las habitaciones, pero tal vez la dejaron encendida para dar la sensación de que hay alguien en casa.
-Y si Roberto está, y se descompuso y no puede abrir la puerta.- expreso Ramírez con temor a haber metido la pata al decir esto.
-Entonces habrá que entrar.
Este era el temor de Ramírez, no sabía cómo había dejado la casa Brenda cuando fue por los papeles y los planos que Roberto tenía en su estudio.
La detective giró la manija de la puerta y está cedió.
-Está abierta.
Peralta desenfundó su alma y le indicó a Ramírez que entrara detrás de ella.
Llamaron a Roberto, pero sólo oyeron su propia respiración, caminaron lento hacia la luz que provenía del estudio.
Primero entró la detective, la qué lanzó un grito de asombro al ver el estado de la habitación, detrás ingreso Ramírez. Todo estaba peor de lo que él se lo esperaba: los cajones del escritorio abiertos, y vaciados, papeles esparcidos por todos lados, portarretratos rotos. A la detective le sorprendió una mancha en el piso, cerca de la pared. Se acercó, la tocó con un dedo, raspó un poco y lo olió, “está seca, pero estoy segura que es sangre”, afirmó. Cerca de esa mancha, halló unos pedazos de vidrio, y un álbum de fotos. Cuando lo abrió, se encontró con fotografías de Roberto y Brenda en diferentes situaciones amorosas. Sin dejar las fotos, ni el arma, Peralta siguió recorriendo el lugar, su mirada buscaba algo más. En un costado del escritorio halló otra prueba que le iba a revelar más lo que estaba claramente frente a sus ojos: unas cartas escritas a mano de Brenda a Roberto. Las ojeo y la lectura de un par de líneas de cada una, le hicieron ver quién fue la causante de ese desorden y que la historia de la familia Vallejos siempre traía nuevas sorpresas.
-Usted sabía de la relación del señor Vallejos con la señorita Brenda.- interrogó la detective a Ramírez.
-Si. Pero no por él.
-Y usted cree, que ella haya sido quién lo atacó y no su hija.
-Estoy seguro que Paula no lo hizo, y tampoco creo que haya sido Brenda.
-Paula se confesó culpable, pero no le creí nada de lo poco que dijo. No sé nada de la señorita Brenda, pero es la que hasta ahora pudo tener más motivos y después de ver cómo dejó esto…
-Brenda vino aquí buscando algo que yo le pedí, y lo que usted ve es el resultado de un corazón herido.
-¿Qué es lo que usted le mando a buscar?
-Vino a tomar unos papeles que me van a servir a mí para meter en la cárcel a Roberto.
-Ya veo, me parece que todos ustedes me están tomando el pelo.
-Eso no es verdad. Estoy dispuesto a decirle toda la verdad para que comprenda cómo son las cosas.
-La verdad, cada vez que levanto una piedra de este caso me encuentro con más basura escondida.
-Yo tengo motivos para denunciar a Roberto, pero nunca le haría daño a alguien. Cuando le contemos todo, usted se dará cuenta que en esta historia el gato se disfrazó de ratón para escapar y los ratones tuvimos que hacer de gatos para sobrevivir.

Peralta le pidió a Jorge que la llame a Brenda porque quería hablar con los dos juntos. Antes ella llamó a la comisaría y le informaron que los abogados de Paula habían conseguido una orden del juez para que quedara en libertad bajo fianza, y que junto a otra mujer se había retirado de la dependencia.
Jorge telefoneó a Brenda con la ilusión de que Paula estuviera con ella, tenía enormes deseos de verla, de decir toda la verdad delante suyo. Cuando él le informó de que ella estaba libre, Brenda le contó que habían discutido, y que no sabía con quién se había ido. Jorge le comunicó a su vez, que estaba en la casa de Roberto con la detective Peralta, que él había sido dado de alta, pero no había ido para allí. También le contó de la muerte de Vanina, de la amenaza que recibió, y lo principal, que la detective sabía que ella había entrado a su estudio y quería verla.
Peralta le alcanzó un papel con una dirección escrita para que se la pasara, allí la esperarían.
Jorge cortó y siguió a la detective hacia la salida.
- ¿Dónde vamos?- preguntó.
- A mi casa.


.....

Paula acompañó a Florencia a casa de Mariano para esperar noticias sobre su paradero.
-¿Qué crees que pasará con tu hermano? ¿Podremos negociar de entregar el dinero mañana? Yo puedo conseguir algo en el banco a primera hora, y mi padre tal vez pueda ayudarnos, sé que se está recuperando.
-Mañana tal vez sea tarde. Ya tenía que haber tenido noticias de los captores. Estoy segura que ya saben que no tenemos el dinero, tu madre nos expuso, huyó con él.
-¿Huir?, pero para qué. Mi madre no necesita dinero, puede tomar lo que quiera cuando lo desee.
-Sabes que creo, que el secuestro fue un invento de mi hermano. El en realidad, nunca estuvo en peligro. Ahora se debe estar divirtiendo de nosotras.
-No te entiendo.
-Qué incrédula Paula, él quiere tu dinero, siempre lo ha querido.
-No te creo. Por un lado, no sé si me ama, pero no creo que fuera capaz de engañarme así, y por otro, él es ya un pintor exitoso, vive bien.
-¿Viste que yo te dije que el hablaba mucho de vos en casa? Perdóname, pero te
Mentí. Mi hermano me decía que no sabía cómo sacarte de encima, que estaba enamorado de otra persona.
-¡Basta Florencia!, no quiero escucharte más.
-No queres escucharme porque sabes que es verdad, y si no, por qué terminaste
sola el sábado a la noche… él te lo dijo… ¿no?
-Si, si, sé que la quiere a Brenda… - Paula no quería revivir el momento en que Mariano le dice que no puede seguir pasando tiempo con ella, porque no quiere ilusionarla, que su corazón guardaba el cariño de otra mujer.
-El no ama a Brenda, ama a tu madre.
-Estás loca, qué te hizo mi madre para que hables así de ella.
-Paula, fui al museo y vi unos cuadros de mi hermano, eran desnudos de espaldas de una misma mujer, y otros en los que aparecía con el rostro cubierto, dejando libre los ojos. En eso ojos descubrí los de tu madre.
-Mi madre no me haría esto…
-Tu madre y Mariano lo planearon todo, cómo no podes verlo..
-Si el secuestro de Mariano es una farsa, entonces tu hijo quién lo tiene.
-Mi hijo… mi hijo… Voy por un café, ya vengo

Florencia escapaba porque no tenía una respuesta para dar a Paula. Ella se sintió de pronto incómoda, una voz le decía que se fuera de ahí. Pensó que podía ir al hospital con su padre, o volver a su departamento.
Buscó las llaves de la puerta de calle y no las encontró apoyadas en ningún lado. Entonces vio la cartera de Florencia sobre una mesa. La abrió, y cuando metió la mano para buscarlas, encontró un pañuelo de seda con flores, él mismo que lucia la mujer que hablaba con Mariano en el bar el día de la cita, y la que había apuñadado a su padre.

jueves, 17 de enero de 2008

PLANES CAPÍTULO 59

En la gran sala de la casona, sentado frente a un hogar encendido, vestido con una bata de seda negra, y comiendo almendras y frutillas y bebiendo vino espumante, estaba Esteban Villalba, uno de los coleccionistas de arte latinoamericano más famoso del mundo. Muchos conocían su nombre, pocos llegaban a hablar con él. En algunas oportunidades, había contratado a actores para que se hicieran pasar por él, y así poder recorrer los museos y galerías como un perfecto extraño, por lo que había confusión respecto de su rostro.
Al ver entrar a Mariano y a Laura, dejó la copa que tenía en su mano, se apartó del sillón y caminó lento hacia ellos, pero cuando vio a Pedro con un bolso en la mano, supo enseguida que se trataba de las pinturas y sonrió de oreja a oreja.
-¡Las trajiste!- exclamó, con un gesto infantil.
Pedro le alcanzó el bolso, él sacó los rollos de las pinturas y su rostro se iluminó.
-¡Mi hermosos Matta y Carreño!

Laura y Mariano se quedaron como petrificados mientras Esteban se seguía deleitando los ojos con los cuadros y Pedro le acariciaba los hombros y su espalda. De pronto, su rostro cambio, se volvió duro, y empezó a hablar.
-Tu esposo, Laura, tiene el encanto del diablo. Te seduce de a poco, te hace sentir… bueno, vos ya lo sabes… como que el mundo es algo conquistable, maravilloso; te ensalza, te alaba, te enamora. Le di dos de mis obras más preciadas, pensando sólo que con eso lo hacia feliz, y me traicionó, me devolvió dos falsificaciones. Pedro que tiene uno de los ojos más entrenados en obras de arte, enseguida me lo hizo saber. Pero cuando lo enfrenté a Roberto, éste me lo negó. Me juró que me había devuelto las originales y que sólo le había pedido a un artista que le hiciera unas réplicas para uno de sus edificios. Pero después, nos enteramos que en el mercado negro estaban ofreciéndolas. Quisimos negociar con él nuevamente y se negó a hacerlo. Otro coleccionista hizo un depósito por un millón de dólares en una de sus cuentas, y él se quedó con el dinero, y no la entregó tampoco.
Pedro, que te conoce de tus épocas de la casa de arte, y te tiene un gran afecto, cuando supo que había un plan para secuestrar a tu hija, recuperar las pinturas y el dinero, se adelantó a todos y te lo confío.
Logró que fuera tu hija la carnada, no la secuestrada, para apresar al artista, su novio, y quien se encargara de entregar el dinero por él. Pero, ustedes, ustedes tienen una particularidad para complicar las cosas. Tu hija presa, tu marido internado, vos enamorada del novio de tu hija… si que son una familia divertida.
Tuvimos que encargarnos de algunas cosas, pero todo puede tener aún un final feliz.
¿Trajeron el dinero del otro coleccionista?
-Si está en el auto- respondió Laura.
-Esta bien. Pedro manda a traer ese dinero. Vos sabes a quién devolverlo, y dale los pasajes de avión que tenemos para ellos. ¡Son libres de culpa y cargo!
-Podrían devolvernos las réplicas- pidió Mariano.
-Son suyas, yo no las necesito.

Esteban los invitó a quedarse en una de sus habitaciones, para bañarse, cambiarse de ropa, y descansar un rato hasta la hora de ir al aeropuerto. Pedro, cuando estaban ya en el dormitorio, les entregó los pasajes, algunos cheques de viajero, unos bolsos con ropa del talle que le había pedido Laura, y las réplicas de las pinturas.
-Gracias Pedro. Has demostrado ser un buen amigo. Pero necesito saber por qué mi hija, por qué necesitaban llegar a un secuestro.
-Lo único que puedo decirte, es que el grupo que encabezó el secuestro era dirigido por una mujer que trabaja para un grupo que se encarga de obtener de la forma que sea, obras muy cotizadas en el mercado, para después venderlas al mejor postor. Yo tuve que infiltrar mis hombres en él para que tu plan fuera factible. Yo, seguiría cuidándome un tiempo, y te diría que nunca confíes en lo que te dicen, sólo confía en tus ojos.

martes, 15 de enero de 2008

PLANES CRUZADOS CAPITULO 58

-Tenés las pinturas?- preguntó Achával.
-Sí, están en el auto junto con el dinero.
-Entonces qué estamos esperando vayamos a buscarlas.

Mariano ayudado por Laura salió del edificio. Detrás de ellos iba Pedro, quien se encargó de cerrar la fábrica. En la vereda, vestido de chofer, aguardaba un hombre.
-Gastón, dijo Pedro, vamos a ir en el auto de la señora a la vieja Casona, vos seguinos. ¿Está todo preparado cómo te lo indiqué?
-Sí señor.

Caminaron hacia el auto. Laura subió del lado del asiento del conductor, por indicación de Pedro, y Mariano y él se ubicaron en la parte de atrás.
Ella le alcanzó uno de los bolsos que se encontraban debajo de los asientos y Achával lo abrió. Extrajo dos rollos. Abrió el primero y exclamó:
-¡Es magnífico! Es bellísimo. No quiero despreciar tu trabajo Mariano, pero hay trazos en Roberto Matta que son inimitables. Aunque me gustaría ver ambas pinturas juntas, tu falsificación y la auténtica, para ver realmente su parecido.
-Parecen hechas por el mismo artista- exclamó Laura.
-Quiero creer que en el otro rollo está… sí… increíble. Un Carreño auténtico, una de las piezas más buscadas por los coleccionistas. Bueno, es hora que vayamos a devolvérselas a su dueño.
-¿Qué camino tomó?- preguntó Laura.
-Regresa por la misma calle por la que viniste hasta la avenida y ahí dobla a la derecha.

A poco de arrancar el auto, se oyó una pequeña explosión cercana.
- En estos edificios viejos siempre hay cortos circuitos que provocan incendios.- ironizó Pedro.

Laura condujo por el camino que le indicó. Siguió por la avenida hasta que ésta se transformó en una pequeña calle de poco tránsito. A ambos lados de la acera estaba arbolada. Las casas de ese barrio eran residencias con amplios parques amurallados. Doblaron a la derecha, para retomar otra vez a la izquierda tres cuadras más abajo. Todas las casas se veían similares desde la calzada. Pero al final de una callecita todavía adoquinada, se levantaba una edificación que parecía copiada de un cuento medieval.
En el portón de entrada, en las columnas a los costados de la reja, dos dragones expedían sus llamaradas.
El portón se abrió e ingresaron ellos y el auto que los seguía.
En el parque, exquisitamente iluminado, se elevaba una reproducción de la fuente de las Nereidas de Lola Mora y más adelante, una del David de Miguel Ángel.
-¡Excentricidades de un hombre rico! – exclamó Pedro-. La fuente de Lola Mora fue idea mía.

Estacionaron frente a la puerta de la Casona, que parecía más bien un pequeño castillo. Laura se volvió a Pedro y le dijo:
-Prométeme que ni bien entreguemos las pinturas todo esto se termina.
-Mi querida, nosotros nunca fuimos un verdadero peligro para ustedes. Esteban y yo somos coleccionistas de alma. Hemos estafado, y… alguna vez le pagamos a alguien para que robara para nosotros alguna pieza. Pero en el mercado negro hay mucho olor a sangre. Nosotros no somos asesinos, ni matones. Fue tu marido, el gran seductor, él que convenció a Esteban que le entregara estas pinturas para ser exhibidas en tu museo. El vino a acondicionar la habitación donde tenemos nuestra mejor colección y de apoco se fue ganando el cariño de Esteban. Creo que él quedó algo enamorado, y se enfureció cuando descubrió que las pinturas que le devolvió eran finas falsificaciones.
-Todos fuimos engañados Pedro. Yo no sabía que él iba a usar mis pinturas para intercambiarlas por verdaderas, y vender estas en el mercado negro. Estoy acostumbrado a hacer réplicas para los ricos que quieren decorar finamente sus casas y no pueden pagar por unas auténticas. Lo siento.- expresó Mariano.
-Esta bien chicos, vayamos adentro. Les prometo que pronto podrán irse muy lejos.


Mientras esto ocurría, Ramírez y la detective Peralta llamaban a la puerta de la casa de Roberto, y Florencia junto con Paula regresaban a la casa de Mariano.
El padre de Laura, después del hospital, y de dejar a su médico, conducido por un hombre de su confianza se había dirigido a un edifico que estaba a medio construir. Este tenía dos torres, de ocho pisos cada una. En el quinto piso de la primera tenía un pequeño despacho improvisado. Allí había pedido ir para poder pensar sobre su futuro.

lunes, 14 de enero de 2008

PLANES CRUZADOS CAPITULO 57

Uno de los hombres tomó por el brazo a Laura y otro le apuntó a Mariano en la cabeza, mientras un tercero se quedó cubriendo la puerta.
El que tenía a Laura, y que parecía ser el más delgado de los tres, se guardo el revolver en la parte de atrás de sus pantalones, la esposó, le puso un pañuelo en la boca y la empujó escaleras arriba.
Cuando estaban a mitad de camino, Laura se tiró para atrás, cayó sobre el hombre y juntos rodaron por las escaleras. Mariano aprovecho que el que le apuntaba se distrajo para empujarle el brazo y forcejear con él.
El hombre delgado quedó inconciente al pie del último escalón, y Laura, aunque dolorida intentó pararse, Mariano estaba a punto de quitarle el arma a su atacante, cuando el tercer hombre agarró a Laura, tiro un tiro al aire, y volvió a preparar el arma para dispararle a ella.
Entonces Mariano se detuvo, el hombre con el que peleaba lo golpeó en el rostro, y cuando cayó al suelo, lo siguió pateando. Laura intentaba zafarse para correr hacia él, mientras sus gritos se ahogaban y su llanto era incontenible.
En aquel momento, la puerta se abrió y se oyó una voz fuerte decir:
-¡Basta!, déjenlos. Les dije que no debían lastimarlos.
Pedro Achaval les ordenó que liberaran a Laura y ayudaran a Mariano a pararse. Laura corrió hacia él y dejó que se apoyara sobre sus hombros.
-Salgan y espérennos afuera.- volvió a ordenar Pedro.
Dos de los hombres salieron, pero el que había estado peleado con Mariano, un hombre de unos cuarenta años, que parecía más viejo por las incipientes canas que cubrían sus cejas y patillas, se acercó a Pedro y le dijo al oído.
-Señor, nos dijeron que no era conveniente dejar testigos.
-Hubo un cambio de planes.- le respondió Achaval.

El hombre se rascó la cabeza con el arma, dejando ver las tres estrellas que tenía tatuadas entre el pulgar y el índice. Negó con la cabeza y sin alejarse de Pedro le volvió a decir:
-No lo creo. Mi jefe fue lo suficientemente claro y yo nunca le desobedecí una orden.- mientras decía esto bajaba el arma y le apuntaba en el estómago.
-Yo no seguiría con esto señor Zuares.- le retrucó Pedro.
El hombre sintió la punta de un arma en sus testículos y otra en la parte de atrás de su cabeza.
-Te lo dije, yo no seguiría con esto.
Un cuarto hombre que había venido por la parte de atrás, y quién ahora le apuntaba al hombre del tatuaje, le comunicó a Pedro que los otros ya habían sido reducidos. Mariano reconoció en su voz a la persona que lo había estado alimentando durante su cautiverio.
Achával le dijo que se lo llevara también como habían acordado y que lo dejara solo con Laura y Mariano.
Zuarez le entregó el arma y antes de que saliera Pedro dijo.
-Zuarez, no te conviene resistirte, sos un hombre buscado por la policía y acá la cosa se va a poner difícil, se te pagará lo acordado a vos y a tus hombres
y se te dará algo más para que desaparezcas. No tengo nada contra vos, es que necesito vivas a estas personas, y como sé que si no haces tu parte expones tu vida, arregle todo para puedas irte.
- Esta bien. Pero si le pasa algo mi familia, ya sabe lo que voy a tener que hacer.
- Tu familia ya te está esperando para irse con vos.

Si decir más salieron.
Mariano y Laura se habían sentado sobre unas cajas. A él le costaba respirar y cuando tomaba una bocanada de aire le dolían las costillas, “seguro que me fisuro alguna”, le dijo a Laura, “ya vamos a estar bien”, le repetía ella sin dejar de acariciarle el rostro y de besarlo.

-Bueno, ya estamos solos… y ahora veo, querida Laura, donde radicaba tu interés por este artista. Sabía que una persona como Roberto no te merecía, ni te iba a valorar lo suficiente. Tenes suerte de que soy un admirador del amor, pero los negocios son negocios, así que tenemos que hablar y resolver esto de una vez.

sábado, 12 de enero de 2008

PLANES CRUZADOSCCAPITULO 56

“No puedo creerlo”, pensaba Jorge Ramírez, ¿Y ahora qué?” sus nervios estaban a punto de estallar. La detective, en cambio, se mostró serena con la noticia de que Roberto había sido dado de alta, y le pidió que la llevara hasta la casa de él, seguramente le habrían recomendado reposo, y en ese momento estaría en cama.

Brenda, después de discutir con Paula, dejó la comisaría. Se iba ir de ahí y abandonarlo todo, dejar lejos a la familia Vallejos que tantas infelicidades le habían causado, pero no pudo. Amaba a Paula como a una hermana, y sabía que ella misma era responsable de ese resentimiento que hoy le profesaba. Se quedó en una confitería en la esquina de la dependencia policial. Necesita aclarar las ideas, pensar por qué Paula la había incriminado del ataque de su padre, y qué la llevó a pensar que era amante de su novio.
Brenda no vio regresar sola a Florencia. Ésta, cuando entró, fue directo a hablar con el comisario, minutos después llegaron los abogados Robles y Ramos Córdoba con una orden para que Paula quede en libertad bajo fianza. El pago estaba hecho, sólo necesitaban llenar los papeles de rigor.
Paula salió con una sensación amarga. En el fondo, esperaba encontrar a Brenda esperándola para abrazarla, pero la vio a Florencia, su rostro lucia realmente consternado
-Florencia, - le dijo con temor- ¿No estabas con mi mamá? ¿Pasó algo malo?
-Tu mamá dijo que iba a ayudarme con lo de mi hermano. Fuimos a retirar el dinero, pero se escapó…
-¿Se escapó?…
-Si. Nos dirigimos al museo, ella dijo que ahí la plata estaría segura hasta que llegara el momento del pago. Yo fui a descansar un rato, estaba muerta… y ella se quedó en su oficina, cuando desperté no estaba y tampoco el dinero. Cuando me vuelvan a llamar los secuestradores no sé qué va a pasar… - Florencia cubrió con sus manos su rostro. Paula la abrazó.
-No te preocupes. Todo va a salir bien.- le dijo, sin creer en el sentido de esas palabras, tal vez sólo las dijo para autoconvencerse.
-Pero… necesitamos el dinero para el rescate, qué vamos a decirles cuando llamen, no sólo la vida de Mariano está en juego, sino la de mi hijo, o ya lo olvidaste.
-No lo olvide. Y no sé por qué mi mamá dejó el museo, tal vez haya ido a buscar a mi papá, me dijeron que había despertado. Pero lo que sí se, es que ella no es capaz de exponer la vida de nadie, ella es muy solidaria, y además, a dónde va a ir con ese dinero. Ya te va a llamar. O podemos llamarla nosotras. Se a va a poner feliz cuando sepa que salí.
-Intenté llamarla, pero me atiende el contestador.
-Me dejarías probar a mí.
Florencia no llegó a darle el celular a Paula cuando los abogados se les acercaron. Le hicieron firmar los papeles y le entregaron sus pertenencias. Ramos Córdoba se despidió y Robles, más amigo de los Vallejos, se ofreció a llevarlas. Paula estaba apunto de aceptar, pero Florencia la frenó. Le dijo al oído que ella se sentiría mejor si regresaban a la casa de su hermano. Paula entonces le agradeció al abogado, pero le dijo que se irían en un taxi. El abogado le recordó que tuviera cuidado con sus acciones porque estaba libre bajo fianza, pero la causa seguía su curso.

Mientras tanto, Mariano se había soltado de sus esposas y junto a Laura dejaba la habitación donde había estado prisionero. Bajaron la escalera hasta la planta baja, cuando estaban por poner sus pies en el último escalón, las luces del edificio se encendieron. Sus ojos se habían acostumbrado a la oscuridad y en un primer momento se sintieron encandilados. Cuando lograron ver bien, se dieron cuenta que estaban rodeados por un grupo de hombres armados.

jueves, 10 de enero de 2008

PLANES CRUZADOS CAPÍTULO 55

Ramírez hubiera preferido ir hacia la comisaría donde estaba detenida Paula, para cerciorarse de que estaba bien, pero debido a la circunstancia en la que se encontraba frente a la detective Peralta, acató sus ordenes y condujo hasta el hospital donde estaba internado Roberto para que él pudiera prestar declaración.
“¿Podré mirarlo a los ojos?”, pensaba. Roberto tenía ese don de saber qué sentían y qué pensaban las personas. “¿Se daría cuenta que él, su socio, estaba a punto de desenmascarar su fachada de hombre impoluto?”; Jorge intuía que Roberto sabía todo lo que estaba pasando y que Vanina, quien había sido siempre su confidente, había sido quien le había contado su plan.
Cuando entraban al estacionamiento del hospital tuvieron que dar paso a un BMW azul con vidrios polarizados que salía a toda marcha. “Locos”, vociferó la detective.

-¡Subamos!.- le dijo Peralta a Jorge cuando bajaba del auto.
-No creo que yo también tenga que ir.- se excusó Jorge.
-O sube conmigo o lo dejo esposado en el auto, ¿Qué elige?
Ramírez no dijo nada. Sacó la llave y bajo junto con ella.
Al estar próximos a la habitación notaron que estaban las luces apagadas. Entraron y hallaron la cama con el colchón a la vista y la almohada cruzada. La detective encendió la luz y abrió el placar, estaba vació, entonces apretó el botón para llamar a la enfermera.
Unos minutos después, ésta se hizo presente. La detective le mostró su placa y le preguntó por el enfermo, ella le dijo que recién empezaba su turno, pero que en la planilla no lo tenía anotado, que seguramente le habían dado el alta. Peralta pidió hablar con el médico que había dado la orden. La enfermera se retiró para averiguar y cuando regresó le terminó de confirmar que Roberto había salido y que él medido que lo autorizó ya no se encontraba en las dependencias.

A unos quince minutos del hospital, el BMW estaba estacionado junto a una plaza. Roberto había bajado a vomitar, Gonzáles, su médico, le tenía la cabeza.
- Te dije Roberto, no estabas listo para dejar el hospital.
- Estoy bien. Sólo un poco mareado por los medicamentos. Vos sabes que ya no podía quedarme más ahí. Ahora amigo, anda a tu casa, no es bueno que nos vean juntos.
- Estas seguro. Mi padre no me perdonaría si te dejara solo y te pasa algo.
- Tu padre y vos tienen que quedarse tranquilos, voy a estar bien. Soy fuerte, esto es sólo un jueguito para mí. ¿Sabes si hizo lo que le pedí?
- Si. Ayer salió de viaje, cerró el consultorio e hizo desaparecer las carpetas con las sesiones de Paula.
- Y yo que cuando se recibió de psiquiatra le dije. “Y vos para qué me vas a servir”, bueno al final lo necesité.
Roberto limpió con un pañuelo su boca, se paro erguido y le dio una abrazo a Fernando. “Gracias, gracias de verdad”, le susurró al oído. Con pasos firmes caminó y subió al auto.
González se quedó mirando como el azul del auto se perdía entre el gris y las primeras luces de la ciudad. Fernando por primera vez sintió temor, nunca traicionaría a alguien a quien su padre consideraba “un hermano”, pero esta vez había llegado muy lejos.


Florencia antes de entrar en la comisaría se quito el pañuelo con el que cubría sus cabellos. Se paró frente al espejo de un auto estacionado y ensayó gestos de preocupación y congoja. Frotó sus ojos, espolvoreó sobre su rostro una base de maquillaje más clara, para emblanquecer su piel y dar una mayor sensación de malestar.
Se puso un poco de perfume en la punta de sus dos dedos de la mano derecha y se los llevó a la nariz, aspiró con fuerza, hasta que sintió su alergia. Eso puso más lloroso sus ojos y aguó su nariz.
Satisfecha con el rostro que ahora veía, caminó hacia la entrada de la comisaría. “Es la hora de que siga la función”, se dijo, y entró.

miércoles, 9 de enero de 2008

PLANES CRUZADOS CAPITULO 54

El policía que había dejado a Brenda pasar a la oficina donde estaba demorada Paula, volvió a golpear con más fuerza la puerta. Oía desde afuera cómo se iba elevando la voz. Por temor a que ocurriera algo de lo que después se le acusara, abrió la puerta y le pidió a Brenda que se retirara.
Cuando entró la encontró sentada, con los brazos caídos al costado del cuerpo, con aflicción en su mirada, y el gesto de quien se da por vencido.
Paula estaba de espaldas, en un rincón de la habitación. Tenía una pose erguida, con las manos en los bolsillos, serena, como si se hubiera deshecho de su carga.
El agente, le golpeó el hombro a Brenda para que reaccione y con su mano acompañó los movimientos de ella hacia la salida.
Antes de atravesar la puerta, ella se volvió decidida, esquivó el brazo del oficial que intentó detenerla y corrió hacia Paula, la hizo girar hacia si de golpe, se levanto la manga de su abrigo, se abrió el vendaje que cubría el corte de su muñeca, para mostrárselo.
- No eres la única víctima de tu padre. Todos lo somos. Algún día entenderás. El ya despertó y seguro dirá la verdad. Vas a estar libre y si me culpas, o me culpa, serás vos la que viva toda su vida con la carga de saber que estoy presa sin razón.
Sin esperar alguna palabra de ella, se volvió hacia la puerta y salió.
Paula quedó sola, con los hombros caídos, los dientes apretados y los ojos inyectados en lágrimas.


Laura, la madre de Paula, después de dejar el bar en las afueras de la ciudad, prosiguió camino. Se adentró en un barrio de fábricas y galpones. El “pito” le dio la alarma de que era la hora de salida. “Va a ver movimiento”, pensó, “Justo lo que necesito”. Siguió por una calle angosta hasta que esta quedó sin salida. Estacionó su auto arriba de una vereda, con la punta en dirección hacia la salida.
Tomó una linterna de la guantera y bajó, puso la alarma y caminó hacia una construcción que parecía abandonada. Tenía la marquesina del frente, con el nombre de la firma, despintada, las paredes estaban roídas, las ventanas con algunos vidrios rotos. No se veía ninguna luz.
La puerta estaba apoyada, pero abierta. Entró; todo estaba oscuro. Encendió la linterna y empezó a caminar con cuidado. A pocos metros halló una escalera. Se tomó del pasamano para evitar tropezar mientras alumbraba los escalones y el techo del que colgaban algunas telarañas. “La segunda puerta”, dijo para sí. La halló y tocó el picaporte, pero estaba cerrada. Se abrió la camisa y de un tirón se quitó una cadenita de la que colgaba una llave. Abrió, y sin buscar una perilla de luz, empezó a buscar entre las cajas.
Al final de la habitación lo vio. Estaba sentado en el piso semidormido, con una de sus manos esposadas. Dejó caer la linterna y corrió hacia él.
Mariano abrió los ojos al oír ruido. En la penumbra pudo ver su rostro, y oler su perfume, el corazón le estalló de emoción.
Laura lo abrazó y le dijo:
-Todo terminó mi amor, vamos a poder ser libres.
Y ambos dejaron que sus labios hablaran el idioma universal de los enamorados.

lunes, 7 de enero de 2008

PLANES CRUZADOS CAPITULO 53

Ramírez paro el vehículo para no atropellar a la detective Peralta que se había parado frente a él apuntándolo, y levanto sus manos para que ella pudiera verlas. Peralta le hizo un gesto para que sacara la traba de la puerta del acompañante, y cuando Jorge lo hizo, se sentó junto a él sin dejar de apuntarle.
-Detective, se confunde, no tengo nada que ver con el asesinato de Vanina.
-¿Y por qué huía?
-No huía. Estaba tratando de salvar a otras personas.
-¿Salvarlas de qué o de quién?
-Todavía no estoy seguro. Pero puede comprobar algo usted misma. Se acaba de sentar sobre un sobre que me fue enviado a esta dirección. No tiene remitente. Esta ahí… ¿Lo ve?
-¡Quieto!, Ya lo tengo.
La detective abrió el sobre, miro las fotos y leyó la nota de advertencia para Jorge.

-¿Tiene idea de quién pudo enviarle esto?
-Creo que si. Pero es largo de contar, necesito que me deje ir, por favor.
-Señor Ramírez puede contarme todo a mí, o puede contárselo al juez. Hay detalles que lo hacen sospechoso: fue la última persona con que la vieron, tenía su número como último marcado, hay fotos de ustedes juntos en su departamento, y anotaciones de viajes en su agenda. ¿Eran muy amigos, verdad?
-Eso creía, hasta hoy. Ella me mintió y le mintió a usted también. Ella conocía a Roberto, salía con él seguido, me lo dijo la encargada. Vanina no encontró las cosas de él en la calle, Roberto se las olvidó en su departamento porque estuvo allí.
-¿Y…? Usted cree que Roberto lo hizo. Roberto se levantó de la cama del hospital donde está internado y vino al departamento de Vanina a matarla y ahora, va a ir a matar a las otras mujeres que están en la foto.
-Usted puede creerme o no, lo único que le pido es que proteja a Paula y a su madre. Roberto es un hombre peligroso, pero no creo que él ensucie sus manos con sangre.
La detective bajo el arma y la guardo en su funda.
-Se muy bien el tipo de hombre que es el señor Vallejos. Esta bien. Vayámonos de acá antes de que algún policía nos vea. Vayamos a ver a Roberto, me dijeron que ya despertó, es hora que nos aclare algunas cosas. Y en el camino quiero que me cuente qué tiene él en contra de usted.


Después que Roberto, el padre de Paula, hablara con Florencia por celular, su médico, Fernando Gonzáles le dejo el móvil para que hiciera unas llamadas, mientras él llenaba las hojas del alta.

sábado, 5 de enero de 2008

PLANES CRUZADOS CAPITULO 52

En la comisaría, Brenda no podía salir de su asombro, Paula estaba peor de lo que creía; había vivido engañada, y ella había participado de ese engaño, pero lo que hoy se le revelaba como verdad, no lo era.
Un agente golpeó la puerta de la sala, ambas estaban mirándose a los ojos sin hablar. Como nadie le respondió, el oficial golpeó nuevamente con más fuerza y gritó:
- ¡Señorita, ya tiene que salir!
- Esta bien agente, sólo un momento más- dijo Brenda.
- Cinco minutos y nada más. – remarcó el policía.
- Ya no hay nada más que decir – agregó Paula y se levantó para alejarse de su amiga.
Brenda se paró, la siguió, se acercó a ella, la tomó con brusquedad de un brazo y le dijo con tono enérgico:
- Vos querías que hablemos, pues vamos a hablar, pero ahora me vas a escuchar a mí.
Del brazo la empujó hacia una silla, la sentó a la fuerza y puso su asiento delante del suyo para que no pudiera volver a pararse, necesitaba toda su atención.
- Paula, de lo único que soy culpable es de haber amado a tu padre. Lo amo desde los quince años. El fue mi primer hombre, mi primer amor, mi todo. Y todo lo malo que he hecho hacia vos, lo he hecho por que él me lo ha pedido.
- No te creo. Mi padre no puede haber mantenido una relación con vos de tanto tiempo. Mi padre ama a mi madre, siempre ha sido así.
- Y yo no lo dudo, y también creo que me ha amado a mí, a su manera, pero al que más ha amado siempre es a sí mismo. Yo era chica, con demasiadas fantasías en la cabeza, tu padre era como el príncipe soñado. Me sentía sola, aún estando en tu casa y él me hizo sentir que tenía un lugar, que era especial.
- ¿Estaban juntos en mi casa?
- Cada noche que yo me quedaba a dormir, después de la primera vez que hicimos el amor, siempre la pasábamos juntos. Pasaron los años y yo era feliz con esas horas de compañía, no le pedía nada más. Todo iba bien hasta el día que te cortaste con el espejo. Ese día algo cambio. Tu padre me obligó a llevarte a un psiquiatra que él mismo había conseguido, él es un intimo amigo suyo. Tu padre, a la vez lo presionó para que te recetara unas pastillas que te mantuvieran en ese estado de inconsciencia que decís. El no quería que recordaras lo que había pasado. Me dijo que era lo mejor, él intervino en tu tratamiento. Jamás el psiquiatra intento hacerte recordar.
- Vos sabes por qué me caí sobre el espejo.
- Creo que te resbalaste.
- No. Eso recuerdo como si estuviera ahí… subí las escaleras y cuando pasaba frente al cuarto de mi madre, su puerta estaba entreabierta. Me acerqué, la llamé despacio, pero ella no me oyó. Tenía un vaso con alcohol en una mano, y el frasco de las pastillas que usaba para dormir en la otra. Sabía qué iba a hacer, por eso apropósito me tira sobre el espejo, quería llamar la atención. No sabía como pararla. Es que siempre creí que era yo la culpable de su tristeza… pero eras vos y papá…, eras vos perra la culpable de su dolor… ¡No te lo voy a perdonar jamás!- Paula levantó su puño sobre Brenda y lo descargó con fuerza sobre su rostro. Ella le frenó un segundo golpe, tomándola de las muñecas.
- Me lo merezco, pero tu padre me ha herido a mí también, él es el único que se merece tu repudio. El también me obligó a darte las pastillas para que te descompusieras en la casa de Jorge. Me dijo que eran suaves, y casi te matan. El quiso que te alejaras de él. Y a él también lo uso y ambos lo descubrimos tarde. Yo perdí mis mejores años tras sus pasos y Jorge ya te había perdido a vos.
- ¿Y por qué matarlo?
- Yo no lo ataqué. Eso es mentira.
- Te vi Brenda. La mañana del sábado, cuando estabas con Mariano tenias puesto en la cabeza ese pañuelo de seda con flores que te regalé en Navidad, y a la noche, cuando apuñalaste a mi padre también lo tenías puesto.



Florencia después de hablar con Roberto fue hasta el baño para refrescarse. Se peinó y puso algo de color en sus mejillas y labios. No quería ser vista cuando saliera del museo, así que buscó en su bolso, y sacó un pañuelo de seda con flores con el que cubrió sus cabellos.

jueves, 3 de enero de 2008

PLANES CRUZADOS CAPITULO 51

Paula se iba poniendo más y más colorada, elevaba la voz, de pronto llorisqueaba, de pronto adquiría una voz irónica, estaba a punto de estallar como la lava de un volcán que empieza a empujar por las rocas para entrar en erupción.
- ¡Vos me robaste todo!- le gritó a Brenda
- Estas loca Paula, estás mal, oí lo que decís no tiene razón de ser.
- Loca, loca, eso es lo que me hiciste creer. Vos me llevaste a ver a ese psiquiatra que me recetó esas pastillas que me mantuvieron anestesiada todo este tiempo. Fue Mariano el que me fue convenciendo para que deje de tomarlas. Y eso es lo que hice desde hace tres días y ya me siento mejor.
- Te confesé lo de Jorge, pero no puedo decirte nada de Mariano, no tengo nada que ver con él, entendelo. No sé por qué se te metió eso en la cabeza.
- Por que te vi, te vi Brenda. No lo aluciné. Mi padre me lo había advertido, y por el amor que siempre te tuve, no quería creerlo. El me obligo a ir esa mañana a la confitería donde me dijo que los había visto. No quería verlo, pero… otra vez tenía razón.
- Tu padre es el que está loco… tu padre es el que quiere hacerte mal.
- A sí, así que mi padre quiere lastimarme… Mi padre me contó lo de ustedes, como lo sedujiste, como lo extorsionabas con contarle a mi mamá sobre su romance, y porque te dejó decidiste vengarte conmigo, hacerme infeliz. Mi padre fue sincero, él se dio cuenta de tu engaño, y vos lo averiguaste, vos quisiste detenerlo y por eso lo atacaste, por eso quisiste matarlo…
- ¿Qué?
- Se terminó, Brenda, se te terminó el juego. Recordé el momento que te vi salir del auto de mi padre el sábado por la noche… volví a ver su rostro de dolor cuando corrí hacia él, por eso, decidí declarar que yo lo había hecho, sólo para que vivas con la culpa de verme encerrada siendo inocente.


Se le escapó el conejo

Florencia despertó con un fuerte dolor de cabeza. El calmante que le habían dado cuando la atendieron por el golpe que le dio Paula, había perdido el efecto. Había mucho por hacer todavía, necesitaba higienizarse un poco, y tomar algo para calmar su malestar.
Fue directo a la oficina de Laura para pedirle un vaso con agua, cuando no la halló allí llamó a su asistente, esta le manifestó que no la había visto salir, entonces regresó a la oficina y recorrió las salas cercanas a la misma. Nada, en ningún lado estaba. Recordó un cuadro pintado por su hermano que le había llamado la atención. Se acercó a él para verlo con más detalle, “Esos ojos…esos ojos”, masculló, “Maldita”, dijo de repente. Corrió hacia lo oficina. Buscó detrás del escritorio, y miro la caja fuerte, la puerta estaba mal cerrada, la abrió y vio que los bolsos con el dinero ya no están.
Tomó de su bolso el celular y marcó un número.
- Gonzáles, necesito hablar con Roberto, es urgente.