lunes, 28 de julio de 2008

TREINTA Y CUATRO

Anexada al castillo de Prisia había una construcción de piedra y barro. No tenía puertas y desde la ventana, a través de las cortinas, sólo podía verse algunos muebles de una cocina. Si alguien apoyaba su oído a una de sus paredes, oía el dulce cantar de una señora, y si ponía en alerta el olfato, el aroma de una sopa caliente invadía los sentidos. Ámbar, cuando terminó de almorzar, espero que todos se fueran a sus habitaciones para salir del castillo, dar la vuelta e ir hacia esa construcción. Miró por la ventana, aspiro el olor penetrante de la sopa, sacó de su morral su barita y tocó la pared. Frente a ella quedó descubierta una puerta de madera con la cabeza de un puma grabado en su picaporte. La joven hechicera entró y la puerta desapareció tras ella, se encontró con una habitación muy diferente a la que podía verse por fuera, ésta se hallaba repleta de libros, velas, papeles y tinteros con plumas. Debajo de un escritorio, en una de las maderas del piso se repetía el mismo dibujo del picaporte. Ámbar movió la mesa, dejó al descubierto el dibujo, y con el dedo índice de su mano derecha recorrió cada trazo del mismo. A medida que lo hacia, éste se iluminaba. Cuando terminó, todo la cabeza del puma resplandeció y como cobrando vida, gruñó con bravura. Después las maderas se corrieron y dejaron ver una escalera que bajaba hacia otra habitación.


Ámbar bajó. La habitación estaba a oscuras, levemente alumbrada por el fuego de un caldero. Una jovencita revolvía en este un cazo. Sacaba de los bolsillos de su pollera unos polvitos que echaba sobre la cazuela, repetía unas palabras, y la sala se llenaba de repente de pequeñas estrellitas que se apagaban antes de caer al suelo. Cuando oyó unos pasos detrás de ella, se dio vuelta de golpe y apuntó con su cuchara a Ámbar, sus ojos corajudos se le llenaron de lágrimas al verla.
-Perdóname- le dijo Ámbar- no era mi intención asustarte…
-No… no… me asustaste…. Hace tiempo que protejo este lugar para ti.
-¿Para mí? ¿Y quién crees tú que soy yo?
-Tú eres Ámbar, hija de Brisa, la hechicera más grande que haya existido en la Orden de Ábula. Ella te llevó lejos para protegerte, como a las princesas de Prisia, y para que regresaras a devolverle la paz a los pueblos de Catar.
-Veo que sabes de mí y de mi destino, ¿Cuál es tu nombre?
-Me llamo Merlinda.
-Merlinda, encantada.- Ámbar le tendió su mano para saludarla, Ella cambió de mano la cuchara, la secó en su vestido y se la apretó con fuerza. Entonces, sintió la energía de la magia de la hechicera y se le volvieron a llenar de lágrimas los ojos. Merlinda le soltó de golpe la mano a Ámbar y buscó en sus bolsillos un pañuelito blanco, antes de llevarlo a sus ojos lo sacudió y de allí cayeron algunas estrellas que habían quedado pegadas en él.
-¿Por qué lloras Merlinda?- le pregunto con dulzura Ámbar.
-De alegría… es raro… pero después de llorar tantas veces por dolor, esta vez lloró de felicidad.- Merlinda se secó las lágrimas, se sonó fuerte la nariz; tan fuerte que el piso pareció moverse a sus pies, ella se sonrojó y se excusó- Es la alegría, que desbarata mis poderes… - Guardó el pañuelo en el bolsillo de su falda y aplaudió, cientos de pequeñas velas se encendieron a la vez y en la habitación parecía que hubiera salido el sol.- Ven Ámbar, te invito un té de frutillas silvestres, mi especialidad.
Las dos se sentaron a saborear el te. Hacia tiempo que Ámbar no probaba una bebida tan deliciosa.
-Está exquisito- le dijo, y Merlinda se volvió a sonrojar.- Tu sabes de mi familia, pero yo sólo sé tu nombre. ¿De dónde eres?- la interrogó Ámbar.
-Soy de Belgún, la ciudad más cercana a Prisia por el norte. Mi madre murió cuando nací, me parió en el medio de un bosque. Eran tiempos de guerra, los soldados de Humer atacaron mi aldea y mi madre buscó refugio. El bosque le pareció el mejor, pero en su estado, la incomodidad, el frió y el hambre le adelantaron el parto. Perdió mucha sangre y murió. Me crió mi padre, que era un oficial del ejército, pero también murió por la guerra.
-¿Y cómo llegaste a ser hechicera?
-El término sería ayudante de hechicera… Después que mi padre murió, Zulma, la hechicera de Belgún me llevó a vivir con ella. Como no tenía hijos me educó como si lo fuera y me adentró en todos los secretos de la magia, ella quería que yo fuera su sucesora, a la Orden de Ábula, esto nunca le convenció demasiado, pero debido a las pérdidas de hechiceras que ha sufrido, aceptó que formara parte de la Orden a pesar de mi linaje.
-¿Y puedes hacer magia?
-Hay verdades que sólo pueden ser revelados a unos pocos. El libro azul que portas sólo tiene sentido a tus ojos, si yo lo abro no hallaré más que páginas en blanco, este está destinado a vos. Pero sí puedo hacer magia. Y eso Zulma lo sabía. Mi madre murió pocos minutos después que yo naciera, y mi padre nos halló en el bosque dos días después. Nadie se explicaba cómo pudo ser posible que yo viviera. Pero Zulma sabia… Las elfas me cuidaron y me alimentaron con la leche de una unicornio que había parido. Las hadas me calentaron con la luz de sus alas. Bebí de la magia más pura y eso es un signo que te queda en la sangre. La magia también está en mí.
-Y entonces… por qué no exiges ser una verdadera hechicera no sólo una ayudante.
-Porque tengo una misión. Cuando Zulma recibió la noticia de la muerte de tu madre, me envió a Prisia a cuidar este lugar para ti. Sabía que tu vuelta estaría próxima.
-¿Entonces tú… me ayudaras a mí…?
-Yo te ayudaré a que creas en lo que está escrito ya en vos. ¿Cómo supiste cómo llegar hasta este lugar? Los lugares secretos no están en ningún libro.
-No sé, sólo seguí a mis pies.
-Bueno, yo te ayudaré a que sigas a tus pies con firmeza.
-¿Y Zulma, no te necesitará en Belgún?
-Zulma siempre creyó que era especial y me envió a ti para que juntas logremos vencer a Horus. El mató a Zulma poco tiempo después que yo la dejara, y si hubiera estado allí seguramente también me hubiera matado. Separadas somos presas débiles, juntas, seremos su peor contrincante.

miércoles, 23 de julio de 2008

TREINTA Y TRES

No hay tensión que el agua caliente no alivie, por eso Victoria se recostó en la bañera que le habían preparado en su cuarto, dejó caer sus párpados y que el sueño borrara sus últimos intentos de resistencia.
Cuando uno se ausenta por un largo tiempo de un lugar familiar, la vuelta está llena de descubrimientos. Victoria, como una extranjera en la tierra que la vio nacer, reconocía algunos olores, ciertos sonidos, y el golpeteó de las ventanas de madera del establo.
Sin embargo, había cosas que le eran extrañas: caras, voces, aromas… De su pensamiento la sacó un ruidito cerca de su oído y el agua caliente cayendo otra vez por su cuerpo, mezclándose con la ya tibia que estaba en la tina.
Abrió los ojos y se encontró con Oncle, el hada que acompañaba a su padre.
-¡Hola!,espero no haberte asustado- le dijo a Victoria.
-No,está bien. Sólo estaba caminando entre mis pensamientos y mis sueños- le respondió ella.
-Necesitaba hablarte.
-Si, ¿Qué querías decirme?
-Quería platicarte sobre el destino.
- ¿El destino?
- Algunos le escapan, Princesa, otros lo ignoran, algunos sin hacerse preguntas tan sólo creen. Si les va bien afirman que “era el destino”, si algo les sale mal “el destino no existe”. Mis ancestros saben que hubo una mano que con una pluma mágica escribió historias, la de tu madre, la tuya, la mía. Pero también esa mano ha tenido la sabiduría y la grandeza de trazar letras posibles de ser borradas, modificadas, transformadas.
-El destino quiso que volvamos a estar de vuelta en Prisia – expresó Victoria.
-No. Vos fuiste la que quiso regresar.
-Sé que mi pueblo, desde hace mucho, repite una misma leyenda: “La tierra del puma azul caerá y por veinte años se sucumbirá en las sombras, después una princesa guerrera peleará por la victoria, y traerá la luz”.
-Eso es cierto. Prisia es la tierra del puma azul, ese puma cuyo pelaje reflejaba el azul del cielo, era tu madre. Y vos sos esa princesa guerrera que luchara por el honor y la libertad de su pueblo. Pero la guerra es la guerra y no hay victoriosos antes de ningún combate.
-Quieres decirme que el triunfo no está garantizado.
-Cuando Pierina mató a tu madre, el ejército de Prisia quedó desvastado anímicamente. Tu padre, estaba destrozado, no podía encabezar ninguna batalla, había perdido lo que más amaba, y por mucho tiempo pensó que Ada y vos también estaban muertas. Los soldados pelearon sin fuerza, prácticamente se dejaron matar. Diez años después, ayudando al destino, Arturo confesó a mi hermana Tina que ustedes seguían vivas. Buscamos a Ada, ella era la primera que debía regresar, y hallamos a una niña que en sueños nos buscaba: creo que fueron sus sueños los que nos guiaron. Cuando tu hermana se hizo mujer y comenzó por las noches a convertirse en puma, los pueblos comenzaron a hablar, creyeron que el espíritu de tu madre había vuelto a ellos. Pierina avanzaba con sus ejércitos oprimiendo a todos los pobladso cercanos quitándoles sus cosechas, quemando sus libros, pisoteando sus creencias. Los jóvenes se armaron y salieron a emprender su propia lucha.
-¿Y qué pasó?- le preguntó preocupada mientras salía de la bañera, se envolvía en una toalla y se sentaba junto a Oncle cerca de la cama.
-No era tiempo de levantar las banderas de la guerra- prosiguió el hada-,pero Ada es impulsiva y decidió encabezar ella misma esas batallas. Ganaron varias luchas cerca del río obligando a retroceder a los humerios. Ayudaron a defenderse a otros Estados. Pero Ada cometió un error, le entregó su corazón a un joven capitán, y El, para protegerla,un día decidió salir a la batalla sin ella y Pierina junto a Horus le tendieron una trampa. Los hombres desaparecieron y Ada encolerizada junto a las esposas y novias de esos hombres fueron a buscarlos. Pierina se batió en una batalla cuerpo a cuerpo con Ada. Pierina le hubiera ganado con tan solo batir sus alas, pero ella sólo quería distraerla. Las mujeres quedaron atrapadas bajo un hechizo. Sus pies se convirtieron en raíces, se les enterraron en la tierra, y el cuerpo se les hizo de madera, las manos y los cabellos se extendieron como ramas hacia el cielo, como pidiendo clemencia. Las lluvias y sus propias lágrimas fertilizaron la tierra y aún hoy esos árboles susciten. Son un bosque negro en medio de una pradera, se lo conoce como el "bosque de las viudas".
-Pobre Ada, debe de estar sufriendo.
-Sin duda, pero vos sos su esperanza. No cometas su error, debes de ser paciente y fría a la vez para tomar decisiones, sin ejército, sin hombres, tus soldados son a penas un puñado de hombres y mujeres viejas.
-Por mi madre, Oncle, por Ada y por todos los míos, te prometo que no le fallaré a Prisia, y seré capaz de hacer un soldado bravo del hombre más débil.

martes, 22 de julio de 2008

Gracias a todos los que pasaron y me dejaron tan dulces mensajes por mi cumpleaños.
Después de tantos días de fiesta, me he atrasado con el posteo, pero mañana retomaré la historia.

besos

Ana

miércoles, 16 de julio de 2008

EN PRISIA ESTÁN DE FIESTA




Hoy los odios entran en tregua, las hadas danzan y cantan todo el día, los duendes cocinan cosas deliciosas y los elfos dejan sus armas.
La autora de esta historia cumple años y todos festejan.

lunes, 14 de julio de 2008

TREINTA Y DOS

Tade, el soldado cuervo espía de Horus, siguió con atención la entrevista del capitán Barbicus con la reina Pierina. Memorizó los nombres de los soldados de su mayor confianza, los lugares donde estaban los prisioneros de los otros reinos, su plan para llevar a cabo la coronación de la Reina águila.
Ella le agradeció al capitan por haberle traido tantas buenas noticias, pero lo despidió con frialdad, y se disponía a escribir en su diario cuando él en lugar de salir de la habitación, se acercó más a ella y le dijo:
-Todavía mis ojos guardan la imagen de su figura cortando el aire con la espada. Yo era un hombre común y fue a su lado que me convertí en el soldado más bravo. A usted me debo mi Reina, a nadie más, pídame lo que quiera, que yo lo haré.
Pierina estaba sentada frente a su escritorio, de espalda a Barbicus, y éste estaba hablándole con las manos sobre su corazón, y la cabeza gacha. Pudo sentir la tibieza de sus palabras, había en ellas verdadero cariño.
-Aprecio su lealtad Barbicus.
-Esto es mucho más que lealtad Pierina- él caminó unos pasos más hacia ella e iba a tocar sus cabellos, pero se frenó.
Ella se volteó y lo miró a los ojos.
-Aprecio su lealtad – repitió.- Fueron muchos años de luchas, y aún sigue siendo fiel a mis pedidos... Pero sé que ya debe de estar cansado, deseoso de regresar a su casa con los suyos, tal vez sea hora de relevarlo.
-Señora, mi familia es mi ejército, y la guerra ha sido mi verdadero hogar. Sólo esperaba vencer en cada batalla para volver a su lado con un nuevo triunfo.
-No necesito más sacrificios.
-Creo que no me comprende… - Barbicus puso su mano en uno de los hombros de Pierina. Ella se la quito, se paró y acercó su rostro al de él.
-Sé de qué me hablas, puedo ver en tus ojos el mismo sentimiento que alguna vez reflejaban los míos. Pero hace tiempo que dejé de sentir. Y puedo asegurarte que cuando la sangre corre tibia por un cuerpo éste se vuelve más débil, y en las batallas que siguen, la Muerte nos atravesará la piel a cada instante. Va a ser tanto el dolor que gritará a nuestro lado, que le pedirás que te lleve o desertarás.
-Si pelea a mi lado otra vez nada me hará flaquear.
-Barbicus…
El chillido del cuervo la percató de su presencia. Caminó hacia este y antes de que pudiera huir lo tomó de su pescuezo y se lo rompió. Le mostró el ave al capitán y le dijo:
-La peor guerra es aquella en la que no se sabe dónde puede estar el enemigo. Si quieres permanecer a mi lado, debes saber que Prisia es mi batalla, pero Horus la quiere hacer suya como al resto de mi reino. En el final, a él deberé enfrentarme y eso será como enfrentarme a mí misma. El tiene la misma sed de sangre que yo.
Pierina se convirtió en águila, tomo el cuervo entre sus garras y voló a su nido en la montaña de piedra negra a disfrutar de su presa.

lunes, 7 de julio de 2008

TREINTA Y UNO

Las primeras en fundirse en un abrazo fueron Tina y Oncle, las hadas y todo fue luz y color a su alrededor; después fue Ada la que llegó hasta la comitiva y hundió su cabeza en el pecho de su padre como si tuviera aún diez años y se dejó mimar por él.
Luego, los sirvientes del Rey saludaron a la princesa sin protocolos, eran la mayoría ancianos y la habían visto crecer, como habían visto crecer a su madre, y la querían como a una nieta.
Galo se presentó a Ámbar y a Octavio. Greta, la encargada de la cocina del castillo, se acercó a ellos y les prometió el almuerzo más sabroso de sus vidas. Octavio dijo que prefería esperar a Victoria, pero Ada lo convenció de dejarla sola con su padre, “creo que tienen muchas cosas que decirse”.
Todos caminaron hacia el castillo.
Galo permaneció quieto esperando que Victoria se acercara a él. Pero temió que podrían pasarse todo el día a esa distancia, así que caminó hacia ella. Cuando estaba a una distancia prudente, le sonrió y dijo:
-Sabía que recordarías el camino a casa- se acercó más y la abrazó.
Victoria no reaccionó a su abrazo. Ni siquiera movió algunos de sus músculos.
-Sé que me culpas por no haberte buscado- los ojos de ella lo miraban con atención. –Pero las leyendas de esta Tierra tienen sangre propia, y si bien siempre los seres mágicos me han respetado, la palabra dada a tu madre ha sido más fuerte que nada, y han obrado para que todo se cumpla como estaba escrito.
Victoria dudada que el dolor de su madre y el de ella misma haya sido algo profetizado. ¿Qué sabía él de su tormento? ¿Conocía acaso que su sangre se había vuelto cenizas, que todo en ella había muerto hasta que conoció a Octavio? Él habia sido el único que la había hecho sentir una persona viva, pero él día que supiera lo que había hecho antes de conocerlo la odiaría, como se odiaba ella.
-Dejaste morir a mi madre- le reprochó.
-Eso no es cierto- hizo una pausa y prosiguió lentamente, como pensando cada palabra.- Llevarlas lejos de aquí fue una decisión de ella. Mientras yo combatía por la libertad de Prisia, ella las alejaba de aquí. Y fue su hermana, contra quienes combatíamos, quien la mató.
-Sé que mi tía la mató porque te amaba.
-Quien ama no lastima. Lo único que puedo decirte es mi corazón era de era de tu madre y aún lo es.
Victoria se alejó de él rumbo al castillo. Pero Galo la siguió.
-Victoria, espera…
Ella desenfundó su espada, se volteó y le apuntó en el pecho a su padre.
-¡No tienes ni idea de todo lo que he sufrido!- le gritó llorando.
-Nada ha sido fácil para mí tampoco. Pero si mi muerte alivia tu dolor- Galo se puso la punta de la espada en su corazón- ¡Mátame! ¡Mátame hija!
Victoria iba a clavar la espada, pero recordó el olor y la piel de la hija que ella misma dejó alejarse y derrotada frente a su dolor depuso su actitud y cayó arrodillada.
Galo se arrodilló a su vez y la abrazó.
-Hay mucho por curar, pero sólo podremos hacerlo si permanecemos juntos.
-¡Padre!... ¡he extrañado tanto este lugar…!
-Lo sé, lo sé- dijo consolándola.
Y Victoria ya sin lágrimas sólo cerró los ojos, respiró profundo y sintió en su interior la tranquilidad de saberse en su hogar.