viernes, 26 de septiembre de 2008

CUARENTA

Horus aprisionaba con su propio cuerpo a Ámbar sobre la tierra que se volvía pantanosa bajo sus espaldas. El acercaba su boca a la de ella como buscando tomar su aliento. Como una braza caliente, sus grandes ojos oscuros le quemaban la vista a la hechicera, pero si dejaba de sostener su mirada, ella estaba segura que perdería el sentido, así que se esforzó por mantenerla. Mientras lo hacia en su cabeza se iban mezclando pensamientos, imágenes, palabras. Ese hombre era su mayor enemigo, estaba ahí tan próximo y a la vez tan alejado de su magia. En sus rasgos había tanta belleza como maldad y en su interior dolor, desgarro, muerte. La negrura que veía en sus ojos, los retratos de horror que le mostraban la apabullaban. Fueron sólo segundos, pero el tiempo suele perder su forma cuando dos magos se enfrentan.
-Creía que la batalla con la hija de Brisa iba a ser más interesante. Pero me equivoqué- expresó Horus con una halo de victoria.
Tal vez ese exceso de confianza en su propia fuerza fue su debilidad frente a Ámbar que sintió esas palabras como una bofetada que la despertaron y la animaron a reaccionar. Se movió para poder dejar libre una de sus manos, murmuró unas palabras y su barita se pegó a su palma.
-Lo mismo pensé del Gran Horus- le respondió desafiante. Tocó con su barita la tierra, está se abrió y ambos cayeron dentro de una profunda grieta. Ámbar se tomó con fuerza de unas raíces y con ayuda de su barita se impulsó para subir. Estaba poniéndose en guardia cuando sintió una rayó que la empujaba de golpe hacia un árbol, movió sus manos y el árbol desapareció. Cayó con fuerza al suelo y se volteó rápido para contrarrestar el golpe de Horus. El movió sus pies, y la tierra volvió a temblar. Sin saber que podía hacerlo, Ámbar se elevó y voló hacia el brujo. Este lo hizo hacia ella también. Un rayo de energía partió de su barita hacia él, y éste respondió con una llama de fuego que consumió el rayó y le tocó la piel a la hechicera. El dolor que sintió la desconcentró y la hizo caer. Horus voló alrededor de ella y como un huracán empezó a elevar las hojas, las ramas, las piedras y la tierra. Ámbar intentó incorporarse, pero estaba en el ojo del tornado, levantó su brazó con la barita, pero la fuerza del viento se la arrancaron de la mano y cayó agotada. Horus siguió moviéndose cada vez más fuerte. De golpe paró y las hojas, la tierra, las ramas y las piedras cayeron sobre ella enterrándola.
Horus permaneció un rato observando. Pero bajo sus pies nada se movía.
El aire estaba viciado y espeso bajo la tierra, Ámbar no podía respirar ni abrir su boca porque sino se ahogaba. Con dificulta empujo su mano hacia arriba, pero se cansó enseguida. Su pensamiento se perdía lejos de allí, el aroma próximo de jazmines le recordaron a su madre. La pena de fallarle le dieron la fuerza para intentar una vez más empujar su mano, pero no pudo; queria ver a Brisa, dormirse en su regazo como cuando era pequeña, y estaba a punto de entregarse, cuando sintió las puntas de unos dedos que buscaban tocar su mano. Después sintió que le quitaban lo que la sepultaba. No podia abrir los ojos, pero cuando sintió el aire fresco en su boca, otra le proporcionó el aliento que le dio otra vez la vida. Su mirada renació y sus ojos se encontraron con los de Arturo.
La felicidad quedó cortada por un carcajada aguda que oyeron cercana.
- ¡Disfruta Ámbar!, ¡Disfruta!, Todavía no es tu hora- se oyo decir a Horus.



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La casa encendida me ha invitado a hacer este meme:

6 cosa que me gustan:

1) Pasar tiempo con mi novio
2) Ir al cine
3) Escribir
4) Modelar en porcelan fría (mi último hobby)
5) Comer cosas dulces
6) Pasear con mi novio, especialmente visitando ferias artesanales

6 cosas que no me gustán

1) Llegar al trabajo y no tener internet
2) Viajar parada en el colectivo
3) Que me hablen mucho cuando recién me levanto
4) Los que te pasan factura
5) Los que te trabajan la culpa (principalmente la gente grande como mi viejo)
6) Que me terminen de paar el sueldo a fin de mes.

Y si lo paso a:
Libélula
Milveces
y a Espejo.

Y para Mar ¡¡¡Estraño tus posts!!!

jueves, 25 de septiembre de 2008

DISCULPAS

Sólo tengo internet en el trabajo y no anduvo bien la conexión en estos días, por eso no pude pasar por los blogs.
También me atrasé con el capítulo. Pronto postearé la continuación.
Gracias por pasar.

Ana

jueves, 18 de septiembre de 2008

TREINTA Y NUEVE

Merlinda se dirigió al verdadero cuarto donde dormía Victoria con Octavio, los despertó y les pidió que la siguieran, porque allí corrían peligro. La princesa se puso una bata encima de su camisón, le dio la mano a Octavio y cruzaron junto a la hechicera a través de la pared. Se encontraron en medio de un corredor. Caminaron por este y subieron por la escalera que hallaron al final del mismo.
-¿Y Ada?, ¿Y mi padre?- preguntó Victoria.
-No sé.- respondió Merlinda
-¿Y las hadas?- preguntó Octavio
-No se, no se...- volvió a decir la hechicera sin poder disimular su nerviosismo.
En ese momento, Victoria paro la marcha y dijo.
-No seguiré si no me dices qué es lo que está pasando, de qué huimos.
Merlinda se volvió y los miró a ambos a los ojos.
-El castillo fue atacado por los soldados de Pierina. No sé que ha pasado con tu padre, o con tu hermana. Ämbar fue por ella. Tu debes protegerte, no deben encontrarte por nada del mundo- le reveló y siguió adelante.
Pasaron cerca de una ventana y la princesa miró a través de ella.
-¡Padre!- Grito con dolor.

En el medio del patio del castillo, los soldados tenían arrodillado y con el torso desnudo, al rey. Galo miraba al piso y luchaba consigo mismo para no mostrar signos de dolor. Un soldado le pegaba con un látigo en la espalda, otro le cortaba con la punta de su lanza la piel, otros le gritaban y lo insultaban. Oncle estaba también atada cerca de él; podía haber usado sus poderes de hada e irse de ahí, pero no quería abandonar a su rey.
-¡Así que estamos frente a un rey que es muy hombre!… ¡Nada lo estremece!- vociferó el capitán Barbicus aproximándose a la escena. - ¿Así que nada te doblega?, vamos a ver si esto no te conmueve… – Se le acercó, lo tomó del pelo, le tiro la cabeza para atrás y le obligó con sus dedos a abrir más los ojos.
-Mirá lo que tengo para mostraste-. Hizo que sus hombres le trajeran el cuerpo de su hija Victoria y Galo rompió en llanto.- No te preocupes, no sufrió mucho.. tuvo una muerte rápida y certera.
Otros hombres se arrimaron empujando un carro con algo tapado con una tela.
-Pero para que la familia esté completa falta algo.- volvió a decir Barbicus.
Los soldados destaparon el bulto y dentro de la jaula estaba Ada en forma de puma agonizando…
-¿Preferís ver morir a tu otra hija o querés hacerlo primero?
El capitán lo tiro para delante, hasta que su boca tocara el piso, levanto su espada y la bajó con fuerza. Su hoja a penas le rozo la piel, él se detuvo y exclamó:
-Tienes suerte, tu muerte no ha sido mi orden, sino el que vivas culpándote por lo que pasó. Te has quedado sin familia, sin trono, y con un pueblo que te odiara por siempre.

Los soldados subieron a sus caballos y dejaron solo al rey.
Victoria le pidió a Merlinda de ir por su padre, para decirle que no había muerto.
-No Victoria, no podes. Porque la princesa Victoria hoy ha muerto, eso es lo que creen todos y es lo mejor. No hagas Tina haya muerto en vano.

En el patio, Oncle de deshizo de sus ataduras, voló hacia Galo, le desató las manos y lo volteó, puso su cabeza en su regazo, con una de sus hebillas se cortó un dedo y le dio a beber el liquido que brotaba de el. La dulzura de su sangre y su frescura le quitaron la sed y lo hicieron sentir mejor. Lo ayudó a sentarse, y lo dejo para ir hacia Ada. Sus cadenas parecían hechizadas, no podía liberarla, pero con sus polvos de estrella pudo curarle la herida, le dio de beber también de su propia sangre para que se hidratara. Después el hada se acercó despacio al cuerpo inerte de Victoria y se arrodilló a su lado. Una mano se apoyó en su hombre y giró para ver quien era. Tina la miraba sonriente.
-Hermana querida, no pude hacer nada- le dijo Oncle a Tina con una congoja que le partía el corazón.
-No te preocupes Oncle, todo va a estar bien. Pierina no ha triunfado aún. – Y le acarició con su mano la mejilla.
-Estás helada, ¿Qué pasa Tina?
-Nada, estoy bien. Vos sólo ayuda a las princesas.
El vientre de Tina comenzó a cubrirse de sangre. Las hadas de la muerte rodearon a Tina, esta se iluminó y todas desaparecieron de repente frente a los ojos de Oncle.
Ella comprendió entonces que el cuerpo sin vida que estaba a su lado no era el de la princesa, sino el de su hermana Tina que por medio de un hechizo había adquirido la apariencia de Victoria.
No se atrevió a decir nada. Solo se arrodilló, se tiró sobre el cuerpo y lloró desconsoladamente.

Ämbar había salido tiempo antes del castillo para ayudar a la princesa Ada. Ni bien pasó la puerta, nada de lo que vio era real. Unas huellas de felino se perdían hacia la pradera y ella las siguió. Creyó notar un hilo de sangre que acompañaba a cada huella y creyó que la princesa estaría herida. Las pisadas terminaban a la orilla del río. Iba a regresar sobre sus pasos cuando oyó un débil rugido.
-¡Ada!- gritó y un nuevo rugido la hizo cruzar hacia el otro lado. Continuó y en medio de un páramo entre distintas líneas de árboles vio al puma que yacía dolorido.
Se le acercó, le acarició el lomo, sintió que su corazón latía lento. Buscó entre sus ropas una medicina, pero antes de que pudiera reaccionar, el puma se incorporó y la derribó. Fue entonces que no vio al puma sobre ella, sino a Horus.

jueves, 11 de septiembre de 2008

TREINTA Y OCHO

Notas
1)Este es un post muyyyyyyy largo, pero hay cosas que no se pueden contar de manera abreviada.Pronto subiré las imágenes.
2) En Argentina hoy es el día del maestro, se lo quiero dedicar a mi seño de 1º, Elena Panópulos, que me dijo en mi primera composición que tenía facilidades para escribir y mucha imaginación. No se equivocó con lo segundo.
3) También se lo dedico de corazón a Libélula que hace poquito fue mamá.
4) ¡Que lo disfruten!



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-Necesito oír de tu propia voz que cumplirás con mi voluntad- le pidió Pierina al capitán Barbicus.
-Lo haré, se lo prometo.
Después de estas palabras, Pierina le hizo un ademán al chofer de su carruaje para que emprendiera la marcha. La reina partía de Humer hacia Ruma, en donde Horus la ungiría como la Emperatriz de todos los reinos de Catar.

Hacia varias horas que era de noche, y la serenidad que había apaciguado los ruidos del día había sumergido a Prisia en un profundo silencio. La luna en su máxima esplendor cubría de luz hasta las sombras más espesas de los bosques. El silencio y la claridad intranquilizaban a los unicornios y a sus amazonas que no lograban controlarlos.
- Algo les pasa,nunca los había visto tan movedizos por las noches- le dijo una elfa a otra.
- ¿Estarán enfermos? Quizá comieron alguna hierba venenosa- argumentó la segunda.
- No lo creo. Para mí es este silencio que aturde. No te resulta ra…
No pudo terminar de hablar, una flecha se le clavó en el corazón y cayó malherida al suelo. Una hembra de unicornio pegó un grito de alarma y toda la manada salió corriendo. Las fechas volaban en todas las direcciones y no les daban tiempo a las elfas guerreras a tomar sus armas para defenderse. Algunas lograron tomarse de la cola de sus animales y así escapar, otras caían y al ser defendidas por sus corceles, éstos caían muertos también.
A la tormenta de flechas le sucedió nuevamente el silencio. Unos pasos lentos se oyeron detrás de los árboles. Hombres camuflados de verde, como si fueran elfos, rastrillaron la zona. Hundieron sus cuchillos en los pechos de las elfas muertas o heridas para destrozarles el corazón y así degradarlas. Porque según la leyenda, cuando una elfa muere, si su corazón es enterrado entero en la tierra, de este surge una planta cuya flor esconde una bella hada, y entonces, el mundo mágico no muere sino que se transforma, pero si el corazón fue destrozado, ya nada puede resurgir. Otros hombres se encargaron de quitarles los cuernos a los unicornios para portarlos como un trofeo más de guerra.

En las aldeas, todos dormían, alguno que otro niño desvelado salía a corretear con su perro fuera de su casa. En uno de los pueblos, tres jóvenes se habían escapado de sus casas para reunirse en el taller del herrero y practicar con los flamantes florines lo que les había enseñado Octavio. El ruido de las armas que chocaban unas con otras y los gritos de aliento que se prodigaban los sumergían en su propio espacio y mantenían ajenos a otros ruidos que comenzaban a sucederse.
Flechas con fuego caían sobre los techos de madera y paja. El humo comenzaba a ahogar a los ocupantes. Los niños corrían hacia los aljibes para sustraer agua, pero estaban vacíos, llenos de arena. Algunas personas no lograban escapar de sus viviendas; antes de que pudieran levantarse o llegar a la puerta caían desmayadas o cuando querían salir se encontraban con que todas las salidas estaban cerradas. No había candados, no había cerraduras, pero no se abrían.
-¡Es la maldición de Horus- gritaba una anciana con su nieto moribundo en brazos.
Los soldados entraron a los pueblos y terminaron de prender fuego a cada construcción que seguía en pie. Ataron a los hombres a palos de madera y les prendieron fuego los pies. Las mujeres que intentaban salvar a sus hombres eran golpeadas. Otras asustadas se quedaban quietas y nadie las tocaba. Entonces, de a una empezaron a arrodillarse en el suelo, a tomar a sus hijos ente sus brazos, a agachar la cabeza y no protestar, ni quejarse. Los soldados pasaban a su lado, les tocaban el pelo, les ponían la punta de sus lanzas en la cabeza de sus hijos, pero sólo se burlaban, no las mataban. Un soldado tomo a una jovencita, la puso en la mitad del pueblo, le quitó la ropa a tirones y cuando estuvo desnuda vociferó:
-Prisia y su rey los ha dejado desnudos, sin una vida digna. El es el culpable de sus sufrimiento- mientras decía esto jugaba con su espada en los pechos de la joven, después le hizo una seña a otro soldado, quien le alcanzó un cofre; de este sacó un vestido de seda con incrustaciones de oro, se lo hizo poner a la mujer, y le dio también un collar de perlas y zapatos. Entonces prosiguió en voz alta-Si aceptan ser súbditos de la reina Pierina todas la mujeres viviran como reinas en sus pueblos, en sus tierras habrá frutos, agua y animales.- Mientras decía esto los soldados traían canastas repletas de frutos, barriles con agua y animales de granja.

El soldado que hablaba hizo traerles a sus hombres al más anciano, considerado el vocero del pueblo y le dijo-Lo que acabas de oir y ver quiero que lo trasmitas a todos los reinos- y le dio un caballo -Ya saben- continúo- aceptan a su nueva reina o sólo olerán a muerte-. Dicho esto palmeo al caballo que partió con el hombre encima y le ordenó a los soldados que destruyeran todo. Los hombres en los bosques también prendieron fuego a los árboles.

Las llamas comenzaron a expandirse. El humo obligó a Ada, que como puma había salido a recorrer las praderas a regresar al castillo alarmada por lo que presentía.
Las hadas Tina y Oncle, que dormían en el tejado arropadas por las estrellas, oyeron un rugido
-¡Es Ada!- gritó Tina y voló hacia la puerta del palacio. Allí vio a la princesa atrapada debajo de una red de hierro. Un soldado logró encadenarle la pata trasera y por más que peleaba no podía zafarse, y con un puñal la hirió en un costado, mientras otro le tiraba un polvo en la nariz que la hizo tranquilizarse y dejar de luchar. Tina voló hacia ella y empezó a molestar a los soldados, pero Ada le gritó-¡Déjame Tina! Ve por Victoria, que nadie la lastime.
Tina regresó al castillo. La ventana de la habitación de la princesa estaba cerrada y tuvo que ir por la puerta principal.
Los soldados sorprendieron a los sirvientes en sus cuartos. Degollaron a los hombres y maniataron a las mujeres.
Galo habia sentido ruido y salió al pasillo con su espada, Oncle habia ido por él, y antes de que pudiera alertarlo un soldados la tomó y cuando el rey quizo hacer algo, este la hirió en su rostro."¡Defiéndete!", le gritó el hada, pero el rey al verla lastimada depuso su arma.

Tina caminó al cuarto de Victoria y en el camino se encontró con Ambar y Merlinda alertadas por su isntinto de hechiceras. El hada les contó lo que estaba ocurriendo y éstas se dividieron, Merlinda fue con Tina por Victoria y Ámbar a rescatar a Ada. Al llegar al piso de la habitación de la princesa, Merlinda tiró unos polvos mágicos sobre al aire, y todas los cuartos quedaron cambiados, y Tina tomó la apricencia de Victoria y se escondió en el cuarto señalado como el de ella.
Cuando los soldados entraron no vieron al hada sino a Victoria. Ella se defendió, pero sin sus habilidades momentaneamente perdidas, no pudo con ellos. Dos soldados la tomaron de los brazos y un tercero entró en la habitación, sacó su espada y le atravesó con ella el cuerpo.- Por Pierina- expresó el capitan Barbicus mientras movia su arma en la herida para hacerla mortal. Al sacar la espada, los soldados la soltaron y Tina cayó sin vida.
En nuestro mundo, los niños despertaron llorando. Un hada había muerto.

miércoles, 3 de septiembre de 2008

TREINTA Y SIETE

-Son cinco las aldeas que rodean a Prisia, como las puntas de una estrella. La cercanía de las zonas tanto a los bosques como al mar y a las montañas hicieron de estas regiones las más ricas de Catar. Pero hoy la tierra está muerta. Aunque llueva cinco días seguidos, el agua se evapora sin nutrirla.- Oncle tomó un puñado de tierra y lo soltó al aire para mostrar su sequedad. Octavio la siguió con la mirada. – Los viñedos se achicharraron por el sol, - prosiguió- y los árboles ya no dan frutos que puedan ser comibles. Sólo los bosques conservan su esplendor, como paraísos preservados. Los aldeanos viven gracias a la ayuda de los elfos y de los duendes.
El hada se subió a su caballo y trotó despacio junto al de Octavio, detrás de las princesas, el hada Tina y el rey que encabezaba la caravana.
-Nada es igual a antes de la guerra. Donde había luz y color, hoy hay sombras. Casas cerradas porque todos los que allí vivían han muerto. Camas vacías, almohadas mojadas por el llanto.
-¿Y qué podemos hacer nosotros para modificar esto?
-Para que todo cambie, Horus deberá morir, pero antes nosotros tenemos que darle a la gente lo que han perdido y así puedan abandonar su dejadez.
-¿Y qué cosa es?
-La esperanza.
Oncle apresuró el trote y se puso junto al Rey.

Ámbar y Merlinda había emprendido su propia excursión hacia el bosque en busca de plantas con las cuales preparar medicinas.
-¡Mirá Ámbar!- Merlinda le señaló unos tallos rojos que nacían de un árbol- tenemos suerte, estos brotes sólo crecen una vez al año. Con ellos puede hacerse un anestésico que sirve para calmar los dolores fuertes. ¡Ay!,.. me olvidaba. Necesitamos también tomar miel de abejas negras, ideal para cicatrizar heridas… creo que hay un panal debajo de unos troncos que están por… allá… ya vengo…
Ámbar se agachó a revisar la tierra, a buscar entre los tréboles unas pequeñas flores amarillas que son buenas contra las alergias. Sus dedos en las hierbas se encontraron con otros dedos, otra mano tomó la suya.
-¡Arturo!- expresó sonrojada.
-No esperaba encontrarte por aquí- le dijo él.
-Bueno, cada uno tiene su batalla. Las princesas se fueron con el rey a visitar las aldeas y empezar a prepararlos para hacer frente a Pierina, y yo aquí busco las plantas para las medicinas que puedan ayudarlos.
-Yo también estoy con ellos. Desde que entre los aldeanos comenzó a circular el rumor que la princesa mayor estaba próxima a Prisia, los más jóvenes empezaron a mostrarse interesados en el arte del arco y la fecha.
Ámbar seguía buscando en el suelo sin buscar, la cercanía de Arturo la perturbaba. Lo conocía desde pequeña, pero acababa de reconocerlo como hombre sólo hacía unos días.
-Te extrañé.- le expresó él con dulzura.
La hechicera detuvo su búsqueda sin poder decir nada. Se irguió, él siguió sus movimientos, se le acercó, le tomó la mano y la rozó con sus labios. El calor de su beso se prolongó. Cuando Ámbar reaccionó, Arturo se perdía entre los árboles.
-¡Ya está todo!- gritó Merlinda sobresaltando a Ámbar. Al ver su rostro le preguntó- ¿Estás bien?... ¿Te pasó algo?
-Nada… Sólo pensaba que necesito hacerme más fuerte. Creo que hay cosas que me vuelven vulnerable. Sentimientos... que...
-Ay Ámbar, todo puede controlarse, menos, el amor… Y cuando los elfos aman… la tierra tiembla… eso dicen las viejas hechiceras... ¡ja! ¡ja!..




Los hombres más ancianos de cada aldea recibieron a la comitiva del Rey y de las princesas. Las mujeres lloraron al verla a Victoria tan parecida a su antigua reina Napea. Los adolescentes vieron en su llegada la oportunidad de vengar a sus padres y pelear por su pueblo.
“No será mañana, ni pasado, ni dentro de tres lunas el día que busquemos liberar a Prisia, sino cuando estemos verdaderamente preparados. Con el alma y el cuerpo fuertes”, les declaraba Victoria siguiendo el consejo de Oncle de hacer las cosas con tranquilidad y paciencia.
Una mujer, llena de arrugas, y con los ojos azules más profundos que el océano, se acercó a ella y le dijo:
-Tu madre mientras dirigía a nuestros soldados solía dejarte en mi casa para que te cuidara. Yo hacia poco tiempo que había parido y muchas de esas noches te daba de beber de la leche que brotaba de mis senos. En esa guerra perdí a mi marido, y hace pocos años a mi hijo. Hoy estoy sola, pero la vida te ha traído. Mi pequeña hija de leche, confió en tí. Mis manos están agotadas de trabajo, y mi pecho cansado de penas, pero por ti tendré las fuerzas para pelear, para coser los trajes para la batalla. Lo que tu me pidas y quieras.
-¡¡Desgracias, sólo han traido desgracias y las seguirán trayendo!! Debería haber quedado Pierina como nuestra reina, Napea fue debil y debil seran sus hijas.- vociferaba un anciano intentando convercer a los pobladores para que se alejaran de las princesas.


Voces de alegría y de desconfianza se levantaron en cada una de las aldeas. Pero todos se acercaron a ellos y empezaron a adiestrarse. Por la tarde, Arturo y las elfas instruyeron a los más jóvenes en el arco, Octavio se ofreció a dar clases de esgrima, habia estudiado durante la secundaria y ganado alguna competencia. Los hombres mayores siguieron sus movimientos y estrategias de concentración. Las mujeres comenzarón a coser trajes de batalla y donaron utensillos para ser fundidos y así poder fabricar con ellos escudos, espadas y florines.

Esa noche, después de muchos años, Galo pudo dormirse al apoyar la cabeza en la almohada. En el castillo las anécdotas del día llenaron parte de la noche, Victoria y Octavio narraron todo lo ocurrido a los sirvientes.
En los pueblos, en algunas casas se oyó música; en todas hubo risas y muchos se fueron a dormir prácticando lo aprendido.
Oncle y Tina se sentaron sobre las tejas del castillo a observar el cielo y los pueblos.
- Esta noche Oncle, siento Prisia es como una estrella que brilla más que las del cielo- le dijo Tina a la otra hada.
- Es la luz de los corazones encendidos por la esperanza...