martes, 16 de diciembre de 2008

CUARENTA Y SIETE

El sol despuntaba en el horizonte, aún antes que la luna se ocultara, dando comienzo al momento del día en el que toda la naturaleza parece besarse. El astro tocaba con tibieza la luna, la copa de los árboles, la cima de las montañas y el pasto en las praderas. Una suave brisa se colaba entre las hojas, llegaba hasta la tierra, levantaba un poco de polvillo que entraba en la casa de los duendes que viven en los hongos.
Las hadas de la colina salieron a bañarse de rocío, a atrapar rayitos de sol que guardaban en frascos para abrirlos cuando regresara el invierno. Y a las gotas del rocío las llenaron con magia, transformando el agua en suave embrujo que cobijaron en sus faldas. Con este precioso tesoro, llegaron hasta donde descansaban las prisianas. Sintieron el ardor de los corazones jóvenes y dejaron caer su encanto sobre la nariz de Ambar. Otras volaron hacia Arturo que estaba de camino de regreso. También cubrieron con las gotas a Victoria y Octavio. El agua empapó sus ropas y traspasó la piel hasta llegar a su sangre. Las hadas más divertidas dejaron escapar los rayos de sol atrapados y la luz solar se reflejó en el agua como una prisma formando millones de arco iris.
Como em medios de un sueño lleno de color, Ambar se halló frente a Arturo. Una hada cosquilleo sus pies, otras sempujaron a la hechicera hacia el elfo, le quitaron a él su chaqueta y sus armas, y a ella le soltaron el cabello y mojaron aún más su vestido para traslucir su carne. Victoria no necesito ningún impulso para ir por Octavio, él la vio más bella que nunca y deseo haber tenido su cámara de fotos para inmortalizar su figura, pero antes que pudiera pensar en algo más sintió la humedad de los besos de ella en sus labios, y se entregó.
Las hadas bailaron, exparcieron polvo de estrellas sobre el bosque seco, pequeños tallos verdes comenzaron a crecer de los troncos renegridos, y la tierra se pintó de pétalos de margaritas, violetas y no me olvides. Los duendes de los árboles se perdieron en la sensualidad que lo ofrecían las driadas. Los unicornios se aparearon para proteger a su especie de la extinción, las aves recogieron hojas para armar sus nidos.
Se amaron la hechiera y el elfo, la princesa y el mortal, los unicornios, los duendes, las hadas y las aves. Las flores y los arboles abrazaron sus ramas.La solitaria Merlinda se quedó junto a la orilla del rio, mirando en sus aguas el reflejo de todo un mundo mágico que se recreaba.
Después el sol fue ganando fuerza, ocupando los espacios en sombras, la luna se echó a dormir junto a los amantes cansados.
Lejos de esta magia, en los aires, un águila traspasaba las nubes nerviosa. Volaba en círculos sobre su morada y descendía hacia un balcon. En su nuevo cuarto, de su nuevo castillo, a Pierina la esperaban una media docena de sirvientas con una tina llena de dulces fragancias y sales, perfumes, sedas y peinetas de oro: empezaba el ritual de su unción como Emperatriz.

lunes, 1 de diciembre de 2008

CUARENTA Y SEIS

El fuego provocado por los soldados de Pierina se había internado en lo más profundo del bosque, arrasando con la belleza de sus árboles más ancestrales y dejando sin hogar a cientos de seres mágicos y animales que tuvieron que buscar refugio más allá de éste. Las ramas carbonizadas crujían debajo de los zapatos de Arturo, cada crujido lo sentía como un puñal que se le clavaba en la piel, como el grito de un alma herida. Cada crujido lo alejaba más del anhelo de conseguir ayuda para su causa. Pero debía intentarlo, siempre las elfas guerreras habían sido generosas con los hombres que sufrían o que injustamente caían prisioneros. Las había visto pelear al frente de ejércitos para devolverles la libertad o salvar a un equívocamente condenado a muerte exponiendo su propia vida.
Arturo caminaba lento, protegiéndose de sus propios pensamientos, y cuidando su pequeña luz de esperanza, como si fuera el fuego de una vela a punto de apagarse.
Sintió un viento a su espalda, y vio una sombra pasar a un lado suyo. Se detuvo, miró hacia atrás, hacia un costado, y al no hallar nada prosiguió. Unos pasos delante de él creyó divisar algo que se movía, y brillaba. Pero a medida que avanzaba, lo que era se alejaba hasta que dejó de percibirlo. Entonces, otra vez sintió un viento frío en su espalda, y una sombra pasar cerca suyo. Se detuvo. Se volteó, miró hacia un costado y de repente sintió caer a un lado de su cuerpo a su espada. Miró hacia el frente y apuntandole estaba Aylí, la capitana de las amazonas. De reojo comprobó que estaba rodeado por otras elfas que lo había desarmado.
-¡Arturo, aquí temina tu camino!- exclamó la capitana.
-Veo que han desarrollado aún más su capacidad de ser sigilosas- le elogió Arturo con nerviosismo.
-Aprecio tu elogio, pero creo que está fuera de lugar. Tú no has venido simplemente a visitarnos, ni siquiera a comprobar si estamos bien. Vienes a asegurarte de tener un ejército para tu princesita.
-El bosque también era mi hogar, siento el mismo dolor que ustedes por su destrucción, pero también quiero hacer algo para que esto no vuelva a ocurrir en ningún otro bosque o aldea, creo que podemos cambiar el destino de muchos hombres si peleamos junto a la única persona capaz de enfrentarse con Pierina y con Horus.
Aylí bajo su espada y la guardó en la funda que colagaba de su espalda, le pidió a Arturo que extendiera sus manos y puso en ellas las suyas, las tocó y le pidió al elfo que se las mirara, cuando Arturo lo hizo se horrorizó al verlas cubiertas de sangre. El elfo cerró los ojos.
-¡No quites tu vista de tus manos!, Míralas, míralas bien, porque así tengo yo las mías: cubiertas con la sangre de mis unicornios y de mis hermanas. Quise cerrar sus heridas, pero no pudé. Quise parar la matanza delos caballos, pero el humo me axfició y caí al suelo casi sin vida. Me rescató Daila- Aylí miró hacia su izquierda, a una elfa sumante bella que le hizo una caida de cabeza cuando oyósu nombre.- Lucero murió desangrado en mi falda- prosiguio la elfa con la voz entrecortada.- Su madre habia sido el unicornio de la mía, su madre y la mia parieron el mismo día y nos criamos juntos. Nuestras vidas surgieron para estar unidas y ahora me he quedado partida al medio; soy una guerrera de a pie.
-No puedo dercir nada- admitió Arturo- nada de lo que diga va modificar tus sentimientos. Yo tambien perdí amigos, no hoy, sino desde hace veinte años. Mi hermana elegida murió lejos mio y dije que no descansaría hasta que su muerte haya cobrado un sentido.
-Entonces, más fundamento tienen mis razones de seguirte. La guerra que quieres llevar a cabo es por una lucha tuya no nuestra.- dicho esto se volteó y se alejó seguida por las otras amazonas.
Arturo se quedó solo en medio de un fuerte olor a muerte. Aylí había soplado y extinguido la luz de su esperanza.

jueves, 13 de noviembre de 2008

CUARENTA Y CINCO

-¡En El Pastor!- exclamó Merlinda.
- En El Pastor…- repitió Ámbar.
Victoria sólo había abierto grande sus ojos y miraba con extrañamiento y emoción a Octavio, no podía entender cómo el sabía sobre su hija, sobre su pasado.
- Creo que tus ojos buscan respuestas- le expresó él- y yo te las voy a dar.- La acompañó hasta la piedra donde había estado sentada antes, los siguieron también las hechiceras, y prosiguió- Después del incidente del subte, en mi casa, mientras revelaba las fotos noté algo extraño: cuando Ada te abrazó ambas parecían otras personas y en el rostro de ella aparecía superpuesto el de un felino. Empecé a buscar en los archivos de los diarios información sobre ella, y así supe que había sido adoptada del hogar El pastor. Y buscando datos sobre su desaparición llegué hasta la leyenda del puma azul. Visité al técnico del subte que había descubierto a Ada en los túneles y al Hogar. Allí, se rehusaron a brindarme datos, pero como si hubiera sido un juego del destino, y hoy creo que lo fue, una perra me llevó hasta una anciana que resultó ser la monja que las había encontrado en la puerta del orfanato a vos y a Ada.
- La hermana Leonor.- dijo Victoria- Siempre fue tan buena conmigo y yo no pude despedirme nunca de ella…
- Ella estaba segura de por qué habías huido.
- Lo sabía…- suspiró Victoria.
- Sí. Cuando me dijo que sabía porqué habías huido, me señaló a una niña ciega que jugaba en el patio con su perra ovejera…
- ¡Es ella…! ¡Sí es Luz…! Ja! Ja!- expresó eufórica Ámbar- la niña que me topé en el subte venía con un contingente de un Hogar, y tenía consigo una perra ovejera…
- Una niña ciega… una perra ovejera… - repitió Merlinda. - Zulma, la hechicera que me instruyó en mi Belgún solía narrarme una historia que le había oído a un hada: “En la tierra de los mortales nacerá una extranjera sin el don de la visión. El hada de los animales la acompañará en su crecimiento hasta que la hija de la brisa la regrese al vientre de donde surgió. En su tierra la niña volverá a ver y el hada recobrará sus alas…”, Bueno, creo que era algo así… no puedo recordarlo con las palabras exactas..
- Dice ¿la hija de la brisa deberá devolverla a su tierra?- preguntó Ámbar.
- Si.- sentenció Arturo que caminaba hacia el grupo- Eres tú Ámbar, hija de Brisa, la que tiene que ir por la niña.
- Pero… ¿Vos sabías?- le preguntó con tono de reproche la hechicera al elfo.
- Entre los seres del mundo feérico no hay secretos. Si un hada es enviada al mundo de los mortales por largo tiempo, se sabe cual es su misión y todos tratamos de ayudar para que esta se cumpla.
- Pero… podíamos haber evitado toda esta matanza si hubieras regresado todas juntas…
- No. Ese no era el destino. Todo pasa por algo.
- Pero…
- Hay cosas que no tienen una razón que nos parezca coherente. La “niña de mirada blanca” tiene una misión más grande que salvar sólo a Prisia.
-¡¡Cual?!- preguntó Victoria.
- Cuando Ámbar la traiga de regreso a ti lo sabrás.
- ¿Entonces?...- preguntó Merlinda.
- Mañana es la ceremonia de unción de Pierina como emperatriz , habrá festejos impuestos en todos los reinos, y por un día se depondrán todas las armas, así que será más fácil deambular entre la gente o por los caminos sin ser interrogados.
- Mañana entonces regresamos.- reafirmó Victoria.
- Mañana regresa Ámbar, nosotros tenemos que seguir hacia Ruma, debemos ganar ejércitos para volver a pelear contra Pierina. Los pueblos no se salvan sólo con mitos, tambiém se necesita levantar las armas.
- Pero yo quiero ir.- sentenció la princesa.
- Puedo ir yo con Ámbar si quieres. Tu eres la princesa de Prisia,y áun tienes que salvar a tu pueblo por el honor de tu padre y el amor de tu hermana.- le expresó Octavio. Victoria lo miró con al amor más tierno que podía partir e ella y aceptó con la cabeza, sabía que su hija no podía estar en mejores manos.
- Es mejor que todos intentemos dormir, mañana nos espera un largo día. Antes intenraté buscar algo más de ayuda.- les dijo Arturo.
En silencio regresaron cerca del fuego que aún permanecía con algunas brazas. Arturo se internó en el bosque buscando a las elfas guerreras.

jueves, 6 de noviembre de 2008

CUARENTA Y CUATRO

Victoria no dejó que Ámbar le repreguntara, se levantó sobresaltada y salió corriendo. La hechicera la siguió como deslizándose sobre la hieba,logró pasarla y taparle el paso, en sus ojos se reflejaba el fuego que sentía en su alma.
La princesa sintió miedo y rompió en llanto.
Merlinda se les acercó e increpó a Ámbar:
-¡¡Qué estás haciendo?! ¿Por qué tratas así a la princesa? ¿No crees que ya ha sufrido demasiado?
-Todos hemos sufrido, basta con echar una mirada a este bosque. Pero todo esto que nos pasó se podría haber evitado si Victoria hablaba a tiempo.
-No entiendo- le dijo Merlinda- y por lo que veo Victoria tampoco.- mirando con desconfianza a Ámbar abrazó a la princesa y trató de consolarla, ya que no podía dejar de llorar.
-Ella está así porque sabe de lo que estoy hablando. Sabía que la leyenda precisaba que todas las hijas de Prisia debían volver juntas para salvar a su pueblo, y aún así dejó que regresáramos sin la más poderosa, la única capaz de que logremos vencer a Horus.
-¡No existe!… ¡Ya no existe…! …¡No existe!...- repetía bajito Victoria.
-Sí que existe.- sentenció Ámbar.
-Déjala hablar, por favor, yo no entiendo nada a lo que se refieren.
-Me refiero a su hija, a Luz…
-¿Luz?... solía llamarla así cuando aún no conocía su rostro- Victoria caminó hacia una roca acariciando su vientre. Se sentó y como si fuera posible regresar en el tiempo volvió a vivir en su cuerpo el crecimiento de su pequeña, sus miedos, su malestar, su terrible soledad. El parto doloroso, la ausencia de la primera caricia del amamantamiento. Recordaba, suspiraba… a pocos metros de ella Octavio seguía sus movimientos.- Nunca sentí el hogar como mi casa, después que separaron de mí a mi hermana me pareció estar en medio de un desierto. Vivía sin darle sentido a los días. Hasta que él apareció. Se presentó con su amplia sonrisa una tarde a la salida de la escuela. Una sonrisa, un dulce, eso sólo bastó para que mis días tuvieran una luminosidad especial.
-¿Él?... ¿Quién?- preguntó Merlinda.
-Horus.- a Ámbar no le sorprendió esa confesión, en cambio en los rostros de Merlinda y de Octavio se observó su sorpresa.- Claro que en ese momento no lo sabía. Tampoco sabía que era lo que quería- prosiguió la princesa-. Me sedujo, me entregué, y mis días grises regresaron. El me rechazó cuando supo que esperaba un hijo y después desapareció. No podía seguir en el hogar y huí.
-¿Y qué pasó?- preguntó ansiosa nuevamente Merlinda.
-Conocí a una mujer, Miriam, que en ese momento me brindo su ayuda, su amor. Si ella no hubiera aparecido yo no sé qué hubiera hecho. Pero… no sé que pasó con la hija que tuve. Ella me aconsejó que lo mejor era darla. No quise ni mirarla, ni tocarla… sabía que una vez que sintiera su piel ya no la podría apartar de mí. Confié en esta mujer y creí que lo que me decía era lo mejor para ella, para Luz. Años después le pregunté por ella, y me dijo que no habia nacido bien y que tal vez no seguiría viva.
-Esta viva, pero es ciega.
-¿Cómo sabés? ¿Vos la conociste?
-El día que tu hermana Ada se cruzó en el subte en el que viajábamos nosotras, tu hija también iba en el mismo vagón que yo. Y puedo decirte que por sus venas corre toda la hisoria de Prisia, ella debe de sentir igual que vos lo hiciste, que ese mundo no es el que le pertenece, y estoy segura que tiene visiones de su verdadero hogar en sus sueños.
-¡Mi hija viva…!- Victoria se paró y camino unos pasos con el rostro resplandeciente y el vientre lleno de mariposas.- Pero… y si le han hecho daño… la misma mujer que me salvó o creí que me salvaba en mi adolescencia, fue la que me entregó a Horus para que el me matara.
-Esa mujer debe de ser una de sus seguidoras, hay discípulos de la Orden del Sol en todos los mundos. Pero antes de matarte a vos, la hubieran matado a Luz. A Horus no le conviene tener un descendiente, al unirse las dos sangres nadie sabe cuanto de poderosa puede ser la magia de ese nuevo ser- expresó Merlinda.- Tu unión con Horus a borrado el hechizo que la bruja del pantano hizo que cayera sobre las mujeres del castillo de Prisia, por eso vos aún aquí no te trasformaste en un felino como tu hermana. Pero habría que averiguar si no te ha transferido también algunos de sus poderes.
-Ahora lo único que quisiera saber es dónde está Luz.
-Eso no lo sé- respondió Ámbar.
-¡Yo sí..!- exclamo Octavio- Creo saberlo...
-¿Dónde?- preguntó Merlindamás ansiosa que antes.
-Mi amor,- le expresó Octavio mirando a los ojos a Vicoria- como si fuera una ironia del destino, tu hija se ha criado en el mismo hogar que vos, en El pastor.

lunes, 27 de octubre de 2008

CUARENTA Y TRES

A veces el silencio resulta más ensordecedor que el sonido más estremo. Y cuando esto ocurre el aire se vuelve agobiante, los ánimos se exaltan, la compañía o la soledad pueden resultar igual de amargas.
Después que la hechicera Merlinda, junto con Victoria y Octavio, se uniera a Ámbar, todos permanecieron cercanos, pero sumergidos en sus propio duelo, sin hablarse. La noche cayó sobre ellos sin que se percataran del correr de las horas. La oscuridad profundizó aún más su dolor, sus pérdidas.
Octavio recogió algunas ramas secas y Merlinda las encendió.
-Deberíamos preparar algo de comida- se atrevió a decir la hechicera.
Pero nadie le respondió.
Victoria se acercó al fuego y se echó a dormir. Octavio la arropó con su chaqueta, y mirando a Merlinda le dijo:
-No tengo ganas de comer, pero necesitaría un cigarrillo.
Ella se acercó a la hoguera, metió su mano en ella y sacó de entre las ramas encendidas lo que Octavio deseaba.
-Gracias- le expresó él, y se alejó a fumar.
En la mente de Ámbar las palabras de su madre retumbaban en su cabeza: “El secreto está en la luz”, “el secreto está en la luz”… “el secreto…” . No podía oír nada más, ni sentir nada de lo que a su alrededor acontecía. Aprovechó la oscuridad para alejarse también. Caminó cerca del río y cuando estuvo totalmente a solas se arrodilló a su orilla. Respiró y bebió una gran bocanada de aire. Exhaló con fuerza y las aguas se alborotaron. Se elevaron delante de ella como una fuente, y un viento de tormenta empezó a volar las hojas, las ramas quemadas y las piedras que había a su alrededor. Volvió a aspirar y a exhalar, y las aguas se aquietaron y el viento trajo hacia ella el libro azul y su barita mágica.
-Por mis ancestros, por los que vendrán… ¡Guíame!- exclamó y dejó que las páginas del libro corrieran por sus dedos.
Se detuvo en la misma página que hacia unos días le revelaba el destino de su pueblo:
"En el año 20, después de la caída de Napea, antes que la luna quede entre las sombras, regresan las hijas perdidas de Prisia a ocupar el lugar que les ha sido usurpado.
Las espadas cortaran con su filos el aire, y la sangre de enemigos y amigos caerá en los campos y los ríos. La oscuridad cubrirá el cielo, y la última esperanza se ocultará en el corazón de una pequeña luz…"
-Regresamos a Prisia antes del eclipse, como estaba escrito- pensó.- La sangre de nuestros amigos ha cubierto los ríos y los campos, pero aún no han caído nuestros enemigos… - miró a su alrededor y contempló los vestigios del bosque arrasado por el fuego que provocaron los soldados de Pierina- Y la oscuridad nos ha cubierto…- se dijo-, pero... ¿A qué se refiere con: "en el corazón de una pequeña luz se oculta la esperanza"?... otra vez…:“el secreto está en la luz”.
Ámbar dejó el libro tomó su barita y la hundió en el agua
-¡Muéstrame!, exigió.
Y el río le mostró su casa, su rostro frente al espejo la mañana que se dirigía a la entrevista al diario en el que trabajaría junto a Victoria. El grupo de chicos de un hogar que viajaban en el subte. Vio y volvió a sentir la frenada brusca del subte, la mano de una niña que le quemaba la piel y le mostraba imágenes hasta ese momento insignificantes: Una espada cortando el aire, un guerrero caído, aguas verdes que se teñían de sangre. Agua rojas bajando hacia un pueblo de casas bajas ubicado entre dos montañas. Fuego, piedra, un libro de tapas azules, árboles de hojas negras como la tierra de los cementerios. La niña le había hablado de Prisia. Desde el momento que la tuvo cerca sintió que sería especial para ella, y ahora comprendía cuanto. Esa niña… Luz, así se llamaba era la esperanza..., pero ¿Por qué?
Ámbar pidió ver más y el rio le mostró la sonrisa burlona de Horus dejando detrás de sí a una joven desnuda, un cuarto de hospital, sangre, llantos de bebé, una madre que se negaba a mirar a su pequeña… observo ese rostro aniñado de la parturienta y el corazón le pegó un brinco.
Tomó sus cosas y salió corriendo hacia donde estaba la fogata. Con furia sacudió a Victoria gritándole:
- ¡¿Por qué abandonaste a tu hija?!¡Por qué dejaste a Luz!

miércoles, 15 de octubre de 2008

CUARENTA Y DOS

En el castillo de Prisia, el tiempo se había detenido en el momento exacto que el hada Oncle comprendió que la princesa Victoria estaba viva, y que era su hermana Tina la que perecía sin vida a su lado. Seca de lágrimas, con su corazón tocando lo más profundo de la tierra y sin su luz, el hada se olvidó de su destino, dejó que las horas pasaran sin tocarla, y no sintió la llegada de un extraño.
El anciano que el capitan Barbicus había enviado pueblo por pueblo para advertir a los pobladores de las desgracias que sobrevendrían si no se ponían bajo la tutela de la reina Pierina, había desviado su curso, y entraba montado en su caballo a la edificación. Cuando estuvo próximo al Rey se bajó, tomó agua de una cantimplora y caminó con ella hacia él. Lo ayudó sosteniéndole la cabeza para que pudiera beber sin atragantarse. Le dio agua también al puma, a Ada. Volvió hacia su caballo, sacó fruta fresca y se la acercó al Rey y un poco de carne al felino. Sólo cuando sintió la humedad en sus labios Oncle reaccionó y comprendió que habían dejado de estar solos. No sabía si huir o confiar en esa persona que le ofrecía algo para beber.
-No temas hadita, sólo quiero ayudar- le dijo con dulzura el anciano.
-Amigo, ¿puedo llamarte así?- le dijo el Rey Galo- ¿Porqué te arriesgas ayudandonos?
-Mi nombre es Marcos Gaspardi. Soy la última generación de una familia de hombres y mujeres honrados que han labrado, cosechado y enriquecido estas tierras. Soy la última generación porque mis hijos han muerto antes de poder darme nietos, y mi esposa los ha seguido por tristeza. Ya no tengo casa, ni familia, ni siquiera un perro fiel que fuera mi compañía. Lo único que me queda es mi dignidad, y mi pequeña libertad. La reina Pierina a través de sus hombres me ha encomendado una tarea, pero no puedo dejar que esa sea la última labor de mi vida. ¡No viví mas de setenta años para morir como cobarde y traicionero!- Marcos se acercó al Rey y le mostró sus manos.- Estas manos temblorosas no son buenas para el trabajo, ni para el combate, pero están libres de sangre y se las ofrezco mi Rey, glorificaría mis días saber que me siente su amigo.
Galo tomó las manos del anciano, lo miró a los ojos y expresó:
-Soy yo el que se glorifica con tu amistad querido Marcos. Soy yo, el que vivió tantos años alejado de su pueblo, sin saber de cada uno de sus pobladores, como antes, como en los primeros tiempos con Napea. Soy yo el que egoístamente sólo esperaba tener a mis hijas conmigo y se olvidó de gobernar…
-Si es verdad lo que dice, si realmente cree que se olvidó de gobernar, si siente que descuidó a su pueblo, le pido Señor, que no vuelva a hacerlo.
Marcos, con su cuerpo desgarbado por los años, se convirtió en el bastón en el que se apoyó el Galo para levantarse.
-¡Así!, ¡Así mi Rey!, Así quiero mirarlo hacia arriba, más erguido que este viejo.
-No, Marcos, no quiero que me mires hacia arriba como alguien superior, mírame siempre como lo hiciste hoy cuando me diste tus mano, como a un amigo.
Galo abrazó al hombre que no puedo aguantar su llanto. El anciano lloró por sus hijos, por su esposa, por su hogar incendiado, y por los pueblos por los que tuvo que pasar con mentiras.
Unos minutos más tarde, Arturo entró en los terrenos del castillo. Galo ayudado por el anciano y por Oncle habían movido los cuerpos sin vida de sus sirvientes al patio.
El elfo y el hada cavaron fosas para que pudieran tener un digno descanso eterno.
-Sé que Victoria está viva, ¿Vas a decírselo al Rey?- lo interrogó Oncle a Arturo.
-Creo q es mejor que se siga corriendo la voz que una de las princesas de Prisia ha muerto y la otra ha quedado prisionera de un encantamiento. Y ni el Rey debe saber la verdad, por acá hasta los muros del castillo no son seguros, ni mudos.
-Entiendo.- suspiró Oncle.
-Siento lo de Tina- manifestó Arturo.
-Lo sé. Pero debes saber Arturo, que su muerte no quedara integrando la larga lista de Pierina. Yo misma haré que la Reina se arrepienta de sus actos.
-¡Oncle, no puedes hablar así!- explamó Arturo- te oigo, te miro y dejas de brillar. Las hadas de tu especie no son vengativas, no conocen de la guerra, su misión es ser guardianas de los mortales. Tu destino es cuidar del Rey, ponerle color a su vida.
-Pues renuncio a mi destino…
-Si renuncias a tu destino, renunciarás a tu esencia- le advirtió Arturo.
Oncle dejó la pala con la que terminaba de echar tierra sobre una tumba y se alejó del elfo rumbo a la cueva de las hadas.

lunes, 6 de octubre de 2008

CUARENTA Y UNO

Victoria no podía despegar sus manos de su rostro. Su llanto brotaba con lágrimas que en lugar de correr por sus mejillas se metían nuevamente por sus ojos para ir directo a su corazón. Ellas lo erosionaban, lo reducían, y junto con éste se empequeñecía su valor, su felicidad lograda, su fuerza.
-Mi amor- le susurró Octavio-, debemos seguir. Merlinda dice que aún no estamos en un lugar seguro.
-No puedo. Te juro que no puedo- logró contestarle la princesa.
Octavio se arrodilló frente a ella, le tomó con sus manos las suyas y con suavidad las fue alejando de su cara. El rostro que se le revelaba era distinto al de esa mujer que había amado al comenzar la noche. Ella notó en sus ojos su desconcierto.
-Hoy estoy tan seca como el día que me conociste. No sólo he vuelto a quedarme sin padre y sin hermana, sino que he vuelto a perder a la Victoria que espere volver a ser siempre. Debo olvidarme de mi nombre y de mi vida para vivir como una fugitiva.
Merlinda que se había acercado a ellos, tocó con su varita mágica sus hombros y ambos cambiaron sus ropas de dormir por vestimenta de aldeanos. Cuando Victoria resignada se puso de pie. La hechicera le dijo:
-No has perdido nada aún. Pero de vos depende que esto no ocurra. Tu padre está vivo, y Ada también vivirá. ¿Qué es un nombre? Puedes elegir llamarte de cualquier manera, nadie podrá quitarte tu ser, siempre serás la princesa de Prisia, y algún día, su reina. Tu misión es regresarle la libertad a tu pueblo, y esa deberá ser tu meta desde hoy. Esto te pertenece- Merlinda sacó de entre sus ropas la espada que la reina Napea le había acercado a su hija, y se la devolvió a Victoria.- La cabeza del puma azul, signo de tu pueblo, está gradada en ella, no podrás exhibirla, guárdala para usarla cuando lo creas necesario y mírala para recordar cual es tu destino en este mundo.
La hechicera terminó de decir esto y le dio la espalda para emprender su viaje lejos del castillo, caminó con pasó firme y con el alma estrujada. Victoria se aferró al brazo de Octavio y juntos la siguieron.

Arturo caminó hasta el río llevando en sus brazos a Ámbar. La depositó sobre unas rocas, se arrancó un pedazo de su camisa y lo mojó en el río. Lo escurrió y con este limpió el rostro de la joven. Volvió a mojarlo, y esta vez sin escurrirlo, se lo acercó a los labios de ella, para que con suavidad pudiera beber algo de agua.
La hechicera seguía cada movimiento del elfo sin poder pronunciar palabra o realizar algún movimiento. Arturo por tercera vez mojó el trozo de tela e iba a acercarselo otra vez a su boca cuando, como impulsada por una fuerza interna, antes de que él mojara sus labios, apartó su mano, y lo beso.
El elfo se puso nervioso, no esperaba esa reacción de Ámbar, entonces comenzó a moverse sin sentido, mojó el trapo otra vez, se lo puso en una de las manos de ella, caminó alejándose, regresó sobre sus pasos, le preguntó si estaba bien, ella le dijo “gracias”, y él volvió a apartarse. Ámbar lo vio perderse entre los árboles, entonces escurrió la tela, se incorporó para limpiarse un poco más cuando Arturo volvió, la tomó de la cintura y la beso profundamente. Esta vez la sorprendida fue ella.
-Voy a ver al Rey, después vuelvo a buscarte- le dijo.- Victoria junto a Merlinda deben de estar por llegar.
La hechicera se quedó totalmente sola, y el silencio que la envolvía le devolvió a su realidad. Se contempló en el río, buscó en sus aguas la respuesta a su fracaso. Horus le había ganado y a la vez la había dejado vivir porque esperaba una mejor contienda. “Nunca seré como mi madre”, pensó. Una suave brisa movió las ramas de los árboles, las aguas del río se alborotaron y su imagen se esfumó. Luego volvió la serenidad y cuando Ámbar volvió a mirarse, vio el rostro de Brisa que la observaba con una sonrisa.
-No has fracaso hija mía, sólo tu falta de experiencia no ha sabido leer bien las escrituras. El secreto está en la luz.
Un ruido a sus espaldas la hizo voltearse, vio a Merlinda que llegaba junto a la princesa y a Octavio; regresó a mirar el río, pero éste sólo le devolvia su propia imagen.





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Estas son algunas de las cosas que hice en porcelana fría. Hace dos meses que empecé así que todavia no estoy muy práctica.


PREMIOS QUE RECONFORTAN

Aguabella me ha otorgado este premio que recibo con toda emoción.






Y si lo otorgo a:

. Testamento de miércoles

. La casa encendida

. Cero inercia



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La casa encendida tambien me ha mimado





Y se lo doy a:

. La cueva de Susana

. Libélula

. Testigo

viernes, 26 de septiembre de 2008

CUARENTA

Horus aprisionaba con su propio cuerpo a Ámbar sobre la tierra que se volvía pantanosa bajo sus espaldas. El acercaba su boca a la de ella como buscando tomar su aliento. Como una braza caliente, sus grandes ojos oscuros le quemaban la vista a la hechicera, pero si dejaba de sostener su mirada, ella estaba segura que perdería el sentido, así que se esforzó por mantenerla. Mientras lo hacia en su cabeza se iban mezclando pensamientos, imágenes, palabras. Ese hombre era su mayor enemigo, estaba ahí tan próximo y a la vez tan alejado de su magia. En sus rasgos había tanta belleza como maldad y en su interior dolor, desgarro, muerte. La negrura que veía en sus ojos, los retratos de horror que le mostraban la apabullaban. Fueron sólo segundos, pero el tiempo suele perder su forma cuando dos magos se enfrentan.
-Creía que la batalla con la hija de Brisa iba a ser más interesante. Pero me equivoqué- expresó Horus con una halo de victoria.
Tal vez ese exceso de confianza en su propia fuerza fue su debilidad frente a Ámbar que sintió esas palabras como una bofetada que la despertaron y la animaron a reaccionar. Se movió para poder dejar libre una de sus manos, murmuró unas palabras y su barita se pegó a su palma.
-Lo mismo pensé del Gran Horus- le respondió desafiante. Tocó con su barita la tierra, está se abrió y ambos cayeron dentro de una profunda grieta. Ámbar se tomó con fuerza de unas raíces y con ayuda de su barita se impulsó para subir. Estaba poniéndose en guardia cuando sintió una rayó que la empujaba de golpe hacia un árbol, movió sus manos y el árbol desapareció. Cayó con fuerza al suelo y se volteó rápido para contrarrestar el golpe de Horus. El movió sus pies, y la tierra volvió a temblar. Sin saber que podía hacerlo, Ámbar se elevó y voló hacia el brujo. Este lo hizo hacia ella también. Un rayo de energía partió de su barita hacia él, y éste respondió con una llama de fuego que consumió el rayó y le tocó la piel a la hechicera. El dolor que sintió la desconcentró y la hizo caer. Horus voló alrededor de ella y como un huracán empezó a elevar las hojas, las ramas, las piedras y la tierra. Ámbar intentó incorporarse, pero estaba en el ojo del tornado, levantó su brazó con la barita, pero la fuerza del viento se la arrancaron de la mano y cayó agotada. Horus siguió moviéndose cada vez más fuerte. De golpe paró y las hojas, la tierra, las ramas y las piedras cayeron sobre ella enterrándola.
Horus permaneció un rato observando. Pero bajo sus pies nada se movía.
El aire estaba viciado y espeso bajo la tierra, Ámbar no podía respirar ni abrir su boca porque sino se ahogaba. Con dificulta empujo su mano hacia arriba, pero se cansó enseguida. Su pensamiento se perdía lejos de allí, el aroma próximo de jazmines le recordaron a su madre. La pena de fallarle le dieron la fuerza para intentar una vez más empujar su mano, pero no pudo; queria ver a Brisa, dormirse en su regazo como cuando era pequeña, y estaba a punto de entregarse, cuando sintió las puntas de unos dedos que buscaban tocar su mano. Después sintió que le quitaban lo que la sepultaba. No podia abrir los ojos, pero cuando sintió el aire fresco en su boca, otra le proporcionó el aliento que le dio otra vez la vida. Su mirada renació y sus ojos se encontraron con los de Arturo.
La felicidad quedó cortada por un carcajada aguda que oyeron cercana.
- ¡Disfruta Ámbar!, ¡Disfruta!, Todavía no es tu hora- se oyo decir a Horus.



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La casa encendida me ha invitado a hacer este meme:

6 cosa que me gustan:

1) Pasar tiempo con mi novio
2) Ir al cine
3) Escribir
4) Modelar en porcelan fría (mi último hobby)
5) Comer cosas dulces
6) Pasear con mi novio, especialmente visitando ferias artesanales

6 cosas que no me gustán

1) Llegar al trabajo y no tener internet
2) Viajar parada en el colectivo
3) Que me hablen mucho cuando recién me levanto
4) Los que te pasan factura
5) Los que te trabajan la culpa (principalmente la gente grande como mi viejo)
6) Que me terminen de paar el sueldo a fin de mes.

Y si lo paso a:
Libélula
Milveces
y a Espejo.

Y para Mar ¡¡¡Estraño tus posts!!!

jueves, 25 de septiembre de 2008

DISCULPAS

Sólo tengo internet en el trabajo y no anduvo bien la conexión en estos días, por eso no pude pasar por los blogs.
También me atrasé con el capítulo. Pronto postearé la continuación.
Gracias por pasar.

Ana

jueves, 18 de septiembre de 2008

TREINTA Y NUEVE

Merlinda se dirigió al verdadero cuarto donde dormía Victoria con Octavio, los despertó y les pidió que la siguieran, porque allí corrían peligro. La princesa se puso una bata encima de su camisón, le dio la mano a Octavio y cruzaron junto a la hechicera a través de la pared. Se encontraron en medio de un corredor. Caminaron por este y subieron por la escalera que hallaron al final del mismo.
-¿Y Ada?, ¿Y mi padre?- preguntó Victoria.
-No sé.- respondió Merlinda
-¿Y las hadas?- preguntó Octavio
-No se, no se...- volvió a decir la hechicera sin poder disimular su nerviosismo.
En ese momento, Victoria paro la marcha y dijo.
-No seguiré si no me dices qué es lo que está pasando, de qué huimos.
Merlinda se volvió y los miró a ambos a los ojos.
-El castillo fue atacado por los soldados de Pierina. No sé que ha pasado con tu padre, o con tu hermana. Ämbar fue por ella. Tu debes protegerte, no deben encontrarte por nada del mundo- le reveló y siguió adelante.
Pasaron cerca de una ventana y la princesa miró a través de ella.
-¡Padre!- Grito con dolor.

En el medio del patio del castillo, los soldados tenían arrodillado y con el torso desnudo, al rey. Galo miraba al piso y luchaba consigo mismo para no mostrar signos de dolor. Un soldado le pegaba con un látigo en la espalda, otro le cortaba con la punta de su lanza la piel, otros le gritaban y lo insultaban. Oncle estaba también atada cerca de él; podía haber usado sus poderes de hada e irse de ahí, pero no quería abandonar a su rey.
-¡Así que estamos frente a un rey que es muy hombre!… ¡Nada lo estremece!- vociferó el capitán Barbicus aproximándose a la escena. - ¿Así que nada te doblega?, vamos a ver si esto no te conmueve… – Se le acercó, lo tomó del pelo, le tiro la cabeza para atrás y le obligó con sus dedos a abrir más los ojos.
-Mirá lo que tengo para mostraste-. Hizo que sus hombres le trajeran el cuerpo de su hija Victoria y Galo rompió en llanto.- No te preocupes, no sufrió mucho.. tuvo una muerte rápida y certera.
Otros hombres se arrimaron empujando un carro con algo tapado con una tela.
-Pero para que la familia esté completa falta algo.- volvió a decir Barbicus.
Los soldados destaparon el bulto y dentro de la jaula estaba Ada en forma de puma agonizando…
-¿Preferís ver morir a tu otra hija o querés hacerlo primero?
El capitán lo tiro para delante, hasta que su boca tocara el piso, levanto su espada y la bajó con fuerza. Su hoja a penas le rozo la piel, él se detuvo y exclamó:
-Tienes suerte, tu muerte no ha sido mi orden, sino el que vivas culpándote por lo que pasó. Te has quedado sin familia, sin trono, y con un pueblo que te odiara por siempre.

Los soldados subieron a sus caballos y dejaron solo al rey.
Victoria le pidió a Merlinda de ir por su padre, para decirle que no había muerto.
-No Victoria, no podes. Porque la princesa Victoria hoy ha muerto, eso es lo que creen todos y es lo mejor. No hagas Tina haya muerto en vano.

En el patio, Oncle de deshizo de sus ataduras, voló hacia Galo, le desató las manos y lo volteó, puso su cabeza en su regazo, con una de sus hebillas se cortó un dedo y le dio a beber el liquido que brotaba de el. La dulzura de su sangre y su frescura le quitaron la sed y lo hicieron sentir mejor. Lo ayudó a sentarse, y lo dejo para ir hacia Ada. Sus cadenas parecían hechizadas, no podía liberarla, pero con sus polvos de estrella pudo curarle la herida, le dio de beber también de su propia sangre para que se hidratara. Después el hada se acercó despacio al cuerpo inerte de Victoria y se arrodilló a su lado. Una mano se apoyó en su hombre y giró para ver quien era. Tina la miraba sonriente.
-Hermana querida, no pude hacer nada- le dijo Oncle a Tina con una congoja que le partía el corazón.
-No te preocupes Oncle, todo va a estar bien. Pierina no ha triunfado aún. – Y le acarició con su mano la mejilla.
-Estás helada, ¿Qué pasa Tina?
-Nada, estoy bien. Vos sólo ayuda a las princesas.
El vientre de Tina comenzó a cubrirse de sangre. Las hadas de la muerte rodearon a Tina, esta se iluminó y todas desaparecieron de repente frente a los ojos de Oncle.
Ella comprendió entonces que el cuerpo sin vida que estaba a su lado no era el de la princesa, sino el de su hermana Tina que por medio de un hechizo había adquirido la apariencia de Victoria.
No se atrevió a decir nada. Solo se arrodilló, se tiró sobre el cuerpo y lloró desconsoladamente.

Ämbar había salido tiempo antes del castillo para ayudar a la princesa Ada. Ni bien pasó la puerta, nada de lo que vio era real. Unas huellas de felino se perdían hacia la pradera y ella las siguió. Creyó notar un hilo de sangre que acompañaba a cada huella y creyó que la princesa estaría herida. Las pisadas terminaban a la orilla del río. Iba a regresar sobre sus pasos cuando oyó un débil rugido.
-¡Ada!- gritó y un nuevo rugido la hizo cruzar hacia el otro lado. Continuó y en medio de un páramo entre distintas líneas de árboles vio al puma que yacía dolorido.
Se le acercó, le acarició el lomo, sintió que su corazón latía lento. Buscó entre sus ropas una medicina, pero antes de que pudiera reaccionar, el puma se incorporó y la derribó. Fue entonces que no vio al puma sobre ella, sino a Horus.

jueves, 11 de septiembre de 2008

TREINTA Y OCHO

Notas
1)Este es un post muyyyyyyy largo, pero hay cosas que no se pueden contar de manera abreviada.Pronto subiré las imágenes.
2) En Argentina hoy es el día del maestro, se lo quiero dedicar a mi seño de 1º, Elena Panópulos, que me dijo en mi primera composición que tenía facilidades para escribir y mucha imaginación. No se equivocó con lo segundo.
3) También se lo dedico de corazón a Libélula que hace poquito fue mamá.
4) ¡Que lo disfruten!



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-Necesito oír de tu propia voz que cumplirás con mi voluntad- le pidió Pierina al capitán Barbicus.
-Lo haré, se lo prometo.
Después de estas palabras, Pierina le hizo un ademán al chofer de su carruaje para que emprendiera la marcha. La reina partía de Humer hacia Ruma, en donde Horus la ungiría como la Emperatriz de todos los reinos de Catar.

Hacia varias horas que era de noche, y la serenidad que había apaciguado los ruidos del día había sumergido a Prisia en un profundo silencio. La luna en su máxima esplendor cubría de luz hasta las sombras más espesas de los bosques. El silencio y la claridad intranquilizaban a los unicornios y a sus amazonas que no lograban controlarlos.
- Algo les pasa,nunca los había visto tan movedizos por las noches- le dijo una elfa a otra.
- ¿Estarán enfermos? Quizá comieron alguna hierba venenosa- argumentó la segunda.
- No lo creo. Para mí es este silencio que aturde. No te resulta ra…
No pudo terminar de hablar, una flecha se le clavó en el corazón y cayó malherida al suelo. Una hembra de unicornio pegó un grito de alarma y toda la manada salió corriendo. Las fechas volaban en todas las direcciones y no les daban tiempo a las elfas guerreras a tomar sus armas para defenderse. Algunas lograron tomarse de la cola de sus animales y así escapar, otras caían y al ser defendidas por sus corceles, éstos caían muertos también.
A la tormenta de flechas le sucedió nuevamente el silencio. Unos pasos lentos se oyeron detrás de los árboles. Hombres camuflados de verde, como si fueran elfos, rastrillaron la zona. Hundieron sus cuchillos en los pechos de las elfas muertas o heridas para destrozarles el corazón y así degradarlas. Porque según la leyenda, cuando una elfa muere, si su corazón es enterrado entero en la tierra, de este surge una planta cuya flor esconde una bella hada, y entonces, el mundo mágico no muere sino que se transforma, pero si el corazón fue destrozado, ya nada puede resurgir. Otros hombres se encargaron de quitarles los cuernos a los unicornios para portarlos como un trofeo más de guerra.

En las aldeas, todos dormían, alguno que otro niño desvelado salía a corretear con su perro fuera de su casa. En uno de los pueblos, tres jóvenes se habían escapado de sus casas para reunirse en el taller del herrero y practicar con los flamantes florines lo que les había enseñado Octavio. El ruido de las armas que chocaban unas con otras y los gritos de aliento que se prodigaban los sumergían en su propio espacio y mantenían ajenos a otros ruidos que comenzaban a sucederse.
Flechas con fuego caían sobre los techos de madera y paja. El humo comenzaba a ahogar a los ocupantes. Los niños corrían hacia los aljibes para sustraer agua, pero estaban vacíos, llenos de arena. Algunas personas no lograban escapar de sus viviendas; antes de que pudieran levantarse o llegar a la puerta caían desmayadas o cuando querían salir se encontraban con que todas las salidas estaban cerradas. No había candados, no había cerraduras, pero no se abrían.
-¡Es la maldición de Horus- gritaba una anciana con su nieto moribundo en brazos.
Los soldados entraron a los pueblos y terminaron de prender fuego a cada construcción que seguía en pie. Ataron a los hombres a palos de madera y les prendieron fuego los pies. Las mujeres que intentaban salvar a sus hombres eran golpeadas. Otras asustadas se quedaban quietas y nadie las tocaba. Entonces, de a una empezaron a arrodillarse en el suelo, a tomar a sus hijos ente sus brazos, a agachar la cabeza y no protestar, ni quejarse. Los soldados pasaban a su lado, les tocaban el pelo, les ponían la punta de sus lanzas en la cabeza de sus hijos, pero sólo se burlaban, no las mataban. Un soldado tomo a una jovencita, la puso en la mitad del pueblo, le quitó la ropa a tirones y cuando estuvo desnuda vociferó:
-Prisia y su rey los ha dejado desnudos, sin una vida digna. El es el culpable de sus sufrimiento- mientras decía esto jugaba con su espada en los pechos de la joven, después le hizo una seña a otro soldado, quien le alcanzó un cofre; de este sacó un vestido de seda con incrustaciones de oro, se lo hizo poner a la mujer, y le dio también un collar de perlas y zapatos. Entonces prosiguió en voz alta-Si aceptan ser súbditos de la reina Pierina todas la mujeres viviran como reinas en sus pueblos, en sus tierras habrá frutos, agua y animales.- Mientras decía esto los soldados traían canastas repletas de frutos, barriles con agua y animales de granja.

El soldado que hablaba hizo traerles a sus hombres al más anciano, considerado el vocero del pueblo y le dijo-Lo que acabas de oir y ver quiero que lo trasmitas a todos los reinos- y le dio un caballo -Ya saben- continúo- aceptan a su nueva reina o sólo olerán a muerte-. Dicho esto palmeo al caballo que partió con el hombre encima y le ordenó a los soldados que destruyeran todo. Los hombres en los bosques también prendieron fuego a los árboles.

Las llamas comenzaron a expandirse. El humo obligó a Ada, que como puma había salido a recorrer las praderas a regresar al castillo alarmada por lo que presentía.
Las hadas Tina y Oncle, que dormían en el tejado arropadas por las estrellas, oyeron un rugido
-¡Es Ada!- gritó Tina y voló hacia la puerta del palacio. Allí vio a la princesa atrapada debajo de una red de hierro. Un soldado logró encadenarle la pata trasera y por más que peleaba no podía zafarse, y con un puñal la hirió en un costado, mientras otro le tiraba un polvo en la nariz que la hizo tranquilizarse y dejar de luchar. Tina voló hacia ella y empezó a molestar a los soldados, pero Ada le gritó-¡Déjame Tina! Ve por Victoria, que nadie la lastime.
Tina regresó al castillo. La ventana de la habitación de la princesa estaba cerrada y tuvo que ir por la puerta principal.
Los soldados sorprendieron a los sirvientes en sus cuartos. Degollaron a los hombres y maniataron a las mujeres.
Galo habia sentido ruido y salió al pasillo con su espada, Oncle habia ido por él, y antes de que pudiera alertarlo un soldados la tomó y cuando el rey quizo hacer algo, este la hirió en su rostro."¡Defiéndete!", le gritó el hada, pero el rey al verla lastimada depuso su arma.

Tina caminó al cuarto de Victoria y en el camino se encontró con Ambar y Merlinda alertadas por su isntinto de hechiceras. El hada les contó lo que estaba ocurriendo y éstas se dividieron, Merlinda fue con Tina por Victoria y Ámbar a rescatar a Ada. Al llegar al piso de la habitación de la princesa, Merlinda tiró unos polvos mágicos sobre al aire, y todas los cuartos quedaron cambiados, y Tina tomó la apricencia de Victoria y se escondió en el cuarto señalado como el de ella.
Cuando los soldados entraron no vieron al hada sino a Victoria. Ella se defendió, pero sin sus habilidades momentaneamente perdidas, no pudo con ellos. Dos soldados la tomaron de los brazos y un tercero entró en la habitación, sacó su espada y le atravesó con ella el cuerpo.- Por Pierina- expresó el capitan Barbicus mientras movia su arma en la herida para hacerla mortal. Al sacar la espada, los soldados la soltaron y Tina cayó sin vida.
En nuestro mundo, los niños despertaron llorando. Un hada había muerto.

miércoles, 3 de septiembre de 2008

TREINTA Y SIETE

-Son cinco las aldeas que rodean a Prisia, como las puntas de una estrella. La cercanía de las zonas tanto a los bosques como al mar y a las montañas hicieron de estas regiones las más ricas de Catar. Pero hoy la tierra está muerta. Aunque llueva cinco días seguidos, el agua se evapora sin nutrirla.- Oncle tomó un puñado de tierra y lo soltó al aire para mostrar su sequedad. Octavio la siguió con la mirada. – Los viñedos se achicharraron por el sol, - prosiguió- y los árboles ya no dan frutos que puedan ser comibles. Sólo los bosques conservan su esplendor, como paraísos preservados. Los aldeanos viven gracias a la ayuda de los elfos y de los duendes.
El hada se subió a su caballo y trotó despacio junto al de Octavio, detrás de las princesas, el hada Tina y el rey que encabezaba la caravana.
-Nada es igual a antes de la guerra. Donde había luz y color, hoy hay sombras. Casas cerradas porque todos los que allí vivían han muerto. Camas vacías, almohadas mojadas por el llanto.
-¿Y qué podemos hacer nosotros para modificar esto?
-Para que todo cambie, Horus deberá morir, pero antes nosotros tenemos que darle a la gente lo que han perdido y así puedan abandonar su dejadez.
-¿Y qué cosa es?
-La esperanza.
Oncle apresuró el trote y se puso junto al Rey.

Ámbar y Merlinda había emprendido su propia excursión hacia el bosque en busca de plantas con las cuales preparar medicinas.
-¡Mirá Ámbar!- Merlinda le señaló unos tallos rojos que nacían de un árbol- tenemos suerte, estos brotes sólo crecen una vez al año. Con ellos puede hacerse un anestésico que sirve para calmar los dolores fuertes. ¡Ay!,.. me olvidaba. Necesitamos también tomar miel de abejas negras, ideal para cicatrizar heridas… creo que hay un panal debajo de unos troncos que están por… allá… ya vengo…
Ámbar se agachó a revisar la tierra, a buscar entre los tréboles unas pequeñas flores amarillas que son buenas contra las alergias. Sus dedos en las hierbas se encontraron con otros dedos, otra mano tomó la suya.
-¡Arturo!- expresó sonrojada.
-No esperaba encontrarte por aquí- le dijo él.
-Bueno, cada uno tiene su batalla. Las princesas se fueron con el rey a visitar las aldeas y empezar a prepararlos para hacer frente a Pierina, y yo aquí busco las plantas para las medicinas que puedan ayudarlos.
-Yo también estoy con ellos. Desde que entre los aldeanos comenzó a circular el rumor que la princesa mayor estaba próxima a Prisia, los más jóvenes empezaron a mostrarse interesados en el arte del arco y la fecha.
Ámbar seguía buscando en el suelo sin buscar, la cercanía de Arturo la perturbaba. Lo conocía desde pequeña, pero acababa de reconocerlo como hombre sólo hacía unos días.
-Te extrañé.- le expresó él con dulzura.
La hechicera detuvo su búsqueda sin poder decir nada. Se irguió, él siguió sus movimientos, se le acercó, le tomó la mano y la rozó con sus labios. El calor de su beso se prolongó. Cuando Ámbar reaccionó, Arturo se perdía entre los árboles.
-¡Ya está todo!- gritó Merlinda sobresaltando a Ámbar. Al ver su rostro le preguntó- ¿Estás bien?... ¿Te pasó algo?
-Nada… Sólo pensaba que necesito hacerme más fuerte. Creo que hay cosas que me vuelven vulnerable. Sentimientos... que...
-Ay Ámbar, todo puede controlarse, menos, el amor… Y cuando los elfos aman… la tierra tiembla… eso dicen las viejas hechiceras... ¡ja! ¡ja!..




Los hombres más ancianos de cada aldea recibieron a la comitiva del Rey y de las princesas. Las mujeres lloraron al verla a Victoria tan parecida a su antigua reina Napea. Los adolescentes vieron en su llegada la oportunidad de vengar a sus padres y pelear por su pueblo.
“No será mañana, ni pasado, ni dentro de tres lunas el día que busquemos liberar a Prisia, sino cuando estemos verdaderamente preparados. Con el alma y el cuerpo fuertes”, les declaraba Victoria siguiendo el consejo de Oncle de hacer las cosas con tranquilidad y paciencia.
Una mujer, llena de arrugas, y con los ojos azules más profundos que el océano, se acercó a ella y le dijo:
-Tu madre mientras dirigía a nuestros soldados solía dejarte en mi casa para que te cuidara. Yo hacia poco tiempo que había parido y muchas de esas noches te daba de beber de la leche que brotaba de mis senos. En esa guerra perdí a mi marido, y hace pocos años a mi hijo. Hoy estoy sola, pero la vida te ha traído. Mi pequeña hija de leche, confió en tí. Mis manos están agotadas de trabajo, y mi pecho cansado de penas, pero por ti tendré las fuerzas para pelear, para coser los trajes para la batalla. Lo que tu me pidas y quieras.
-¡¡Desgracias, sólo han traido desgracias y las seguirán trayendo!! Debería haber quedado Pierina como nuestra reina, Napea fue debil y debil seran sus hijas.- vociferaba un anciano intentando convercer a los pobladores para que se alejaran de las princesas.


Voces de alegría y de desconfianza se levantaron en cada una de las aldeas. Pero todos se acercaron a ellos y empezaron a adiestrarse. Por la tarde, Arturo y las elfas instruyeron a los más jóvenes en el arco, Octavio se ofreció a dar clases de esgrima, habia estudiado durante la secundaria y ganado alguna competencia. Los hombres mayores siguieron sus movimientos y estrategias de concentración. Las mujeres comenzarón a coser trajes de batalla y donaron utensillos para ser fundidos y así poder fabricar con ellos escudos, espadas y florines.

Esa noche, después de muchos años, Galo pudo dormirse al apoyar la cabeza en la almohada. En el castillo las anécdotas del día llenaron parte de la noche, Victoria y Octavio narraron todo lo ocurrido a los sirvientes.
En los pueblos, en algunas casas se oyó música; en todas hubo risas y muchos se fueron a dormir prácticando lo aprendido.
Oncle y Tina se sentaron sobre las tejas del castillo a observar el cielo y los pueblos.
- Esta noche Oncle, siento Prisia es como una estrella que brilla más que las del cielo- le dijo Tina a la otra hada.
- Es la luz de los corazones encendidos por la esperanza...

martes, 26 de agosto de 2008

TREINTA Y SEIS

Pierina no podía mirar a Horus más que con ojos rapaces, él era su libertador y su opresor, su enemigo y su presa, la hacia sentir viva y muerta en su propio cuerpo. Le temía, pero él tenía razón en lo que le había dicho: había realidades que sólo podían ser verdad en el plano de los sueños. Entonces, después de lograr sacarle una promesa con respecto a Galo, le tendió su mano para sellar su pacto.
Horus desapareció como había llegado, sin que Pierina lo notara, y ella salió de su cueva para ver como caía la noche. Sintió el llamado de su lado salvaje, los brazos se le trasformaron en alas, sus piernas en patas con garras y ya como águila salió a vigilar desde los cielos.

En el castillo de Prisia , los recién llegados habían tenido un día sin respiros. Durante la cena, Ámbar comió con prisa para regresar con Merlinda y seguir aprendiendo más de ella y de la Orden de Ábula; exhausta, Victoria pidió disculpas por retirarse antes de terminar su plato, sólo Octavio tuvo ánimo de repetir y de quedarse conversando con el Rey, las hadas y los sirvientes. Él también quería conocer más sobre ese mundo nuevo, pero a diferencia de Ámbar,que conciente de su misión,debía adquirir conocimientos para vencer a Horus, Octavio quería saber para conocer más sobre la mujer a la que le había entregado su corazón.
En su cuarto, Victoria experimentaba el abatimiento que la noche causaba en las herederas del hechizo de la bruja del pantano, se sintió ahogada y salió al balcón para tomar aire. Vio una sombra que corría por el patio del castillo, desde la entrada principal hasta una torre que se elevaba frente a la construcción en el ala derecha, después una luz se encendió en la parte superior dejando iluminado la cima del castillo y sus cercanías. Victoria, sin avisar a nadie, bajó las escaleras con su espada en mano y salió al jardín corriendo hacia la torre. Se quedó a un costado de la puerta esperando ver salir a quien había entrado. Cuando pasó frente a ella, le quitó con su espada la capucha de la capa que la cubría y descubrió con asombro que se trataba de Ada.
-¿Qué haces viniendo a hurtadillas como un extraño hasta esta torre?
-No venía a hurtadillas. Es la noche la que me apresura- le respondió Ada con serenidad en su voz.
-No recordaba esta construcción dentro del castillo.
-No hace mucho que está. Yo misma la mandé a hacer después que nuestro ejército se perdió.
-Creía que todos los hombres habían muerto.
-Eso es lo que Pierina y Horus han querido que creamos, pero yo tengo la esperanza de que estén vivos. Creo que están atrapados en un terreno que les es desconocido y que algún día encontrarán el camino de regreso. Por eso he mandado encender esta luz cada noche para que ella los guíe.
-Oncle me contó del capitán. Lo siento.
-Yo siento más haber sido inmadura y haber creído que podía sola contra cualquier ejército. Yo fui la que lleve a nuestros hombres a la desgracia. Pero, querida hermana, vos más que nadie debe comprenderme, tu amas a Octavio y debes saber lo que le pasa, debes sentir aquí- y le señaló su corazón- cuando él está bien o mal.- Victoria asintió con la cabeza- Y es mi corazón el que me dice que David está vivo. Es su sangre la que al correr y pronunciar mi nombre la que me llama, la que todos los días me recuerda porqué debo vivir y seguir buscándolo.
Victoria guardo su espada y le tomó ambas manos a su hermana. La tibieza de su piel le recordó la de su propia madre. Pronto, esa tibieza fue despareciendo y sintió algo que se le clavaba en sus palmas. Miró las manos y asombrada buscó los ojos de Ada, ella le dijo: “Es la noche la que me apresura, la que toma prisionera”. Sus ropas quedaron en el suelo, y un gruñido felino escapó de su boca. Ada como puma se dirigió a la puerta del castillo, los soldados le abrieron y dejaron que se alejara hacia las colinas a recorrer los bosques.

Octavio había apagado todas las luces de su cuarto y se había metido en la cama cuando oyó la puerta, un movimiento de sábanas y los brazos de Victoria envolviéndolo. Ella había sentido el llamado de su corazón que había pronunciado su nombre.
-Octavio- le dijo con la suavidad más dulce que sólo hace posible el amor- gracias por salvarme y por venir conmigo.
El se dio vuelta y buscó el brillo de sus ojos.
-Tu me salvas todos los días de mi propia cotidianidad y yo nunca te lo agradezco.
Un beso los hizo uno, y sus cuerpos sólo siguieron el camino de sus bocas.
Victoria durmió segura abrazada por el hombre que la había hecho princesa aún antes de saber que lo era. Pero los gruñidos que rompían el silencio de la noche no le podían sacar de la cabeza la duda de por qué ella no se transformaba también en animal como su hermana, como lo marcaba el hecchizo que habia caído sobre su familia.

martes, 19 de agosto de 2008

TREINTA Y CINCO

Cerca del pantano, donde la tierra comenzaba a perder su firmeza y los rayos del sol no llegaban, en el medio del lugar en el que el olor hediondo de los cadáveres que las arenas movedizas guardaban se mezclaba con el de la menta que florece alrededor de los hongos gigantes, justo en el corazón de uno de ellos, se resguardaba la casa de Horus.
El hechicero, circundado por velas negras, se hallaba parado frente a una pila. Había vaciado en ella el agua del río más largo de Catar, que nacía en las cimas heladas de las montañas Nevares, recorría todos los pueblos y moría en el Mar Oscuro. El río había visto y oído todo: los cánticos de alegría, y los gritos de batalla, las lágrimas de un desengaño y los de una pérdida. A sus orillas se habían pergeñado traiciones, estrategias de lucha como así también soñado con nuevas vidas. Horus buscaba en sus aguas el saber, el pasado y el futuro, como a un oráculo lo consultaba y el río le hablaba, desconociendo la maldad de quien le preguntaba.
El río le dejó presenciar la imagen del capitán Barbicus junto a sus hombres, quien a su orilla, los había convocado para hablarles de Pierina y de Horus. Quería convencerlos de serle fiel a la Reina frente al hechicero, y de que en el caso que haya que enfrentarse a él que estuvieran dispuestos a pelear por Pierina. Algunos levantaron sus armas en señal de estar de acuerdo, otros manifestaron su temor al hechicero. “Horus no conoce la piedad, ni la lealtad”, dijo un oficial. “Los hechiceros de la Orden de Ábula eran piadosos aún con aquellos que los ofendían o agredían, pero Horus tiene la mirada de la muerte, no hay nada en él de bueno o rescatable, sólo busca poder, y si nos oponemos a él no sólo moriremos sino nuestras familias pueden quedar malditas para siempre”.
Horus disfrutó del temor que infería en los hombres, sabía que un hombre temeroso podía llegar a ser su aliado antes que su enemigo. El río también le mostró la imagen de una hechicera cubierta con una capa dorada, en sus manos portaba el anillo con un trébol, el símbolo de la Orden del Sol, pero mientras se resfrescaba, había sacado de entre sus ropas una cadena con un dragón verde, imagen que sólo pueden portar las hechicera del consejo de Ábula. Horus le pidió al río que le mostrará mejor el rostro de la mujer, pero sólo pudo verlo borroso. “Necesito saber quién es la traidora, necesito saber más”. Entonces el río le dejó ver la tierra de los dos soles, en las que nada florece, y las aguas están vedades. “El consejo debe de esconderse en esas tierras, mi guerra deberá llegar hasta ellas”. El hechicero, sediento de conocimientos y aún no conforme con lo que el río le había revelado, sumergió sus manos en el agua y empezó a agitarlas para atrapar más y más imágenes, pero el agua se llenó de tierra y su pureza se fue desvaneciendo. La tierra chupó el agua y pronto Horus se vio con las manos sucias, sin nada más que ver ni saber.


En su cueva, en la montaña de Piedra Negra, Pierina había saciado su hambre animal con el soldado espía de Horus, y había caído en un profundo sueño.
Sentió el viento golpeándole el rostro, el movimiento de sus cabellos cayéndole por la espalda y los hombros a medida que galopaba en uno de sus caballos favoritos. Miraba sus manos que tomaban las riendas, y eran pequeñas y frágiles, ya no esas manos desgarbadas y con uñas largas que se le habían formado desde que se convertía en águila. Frente a ella divisaba el castillo de Prisia y delante de su puerta estaba Galo. Cuando se estaba acercando, él le hizo un ademán a los soldados que custodiaban la entrada para que se retiraran, ella estaba a punto de manotear su espada,temía un ataque, pero no la llevaba. Pasó frente a Galo y este la tiró del caballo. Pierina cayó mal y él la tomó entre sus brazos y la besó. El calor y la humedad de sus labios la llenaron de felicidad. “Eché a los soldados, porque no es conveniente que vean a su Rey besando como un loco a su Reina”. Galo palmeó al caballo en uno de sus muslos y este entró a los terrenos del castillo. Galo ayudó a Pierina a que pisara bien, y de la mano caminaron hacia un bosque en el medio del cual podía oírse el río.
Se pararon en unas rocas. Galo le señaló a Victoria y a Ada jugando y bañándose en una pequeña cascada. “Mira mi amor cómo se divierten nuestras hijas”. Pierina aún en sueños se tocó su vientre y respiró con alivio. “Nuestras hijas”, le dijo a Galo para autoconvencerse de esa verdad. Él la trajo hacia sí y le beso suavemente el cuello. “Pierina te amo”, le susurró. Ella sonreía. “Soy feliz porque te elegí, te elegí a vos en lugar de Napea y fue la mejor decisión que tomé en mi vida”. Pierina podía verse en sus ojos y sabía que no le mentía. Sintió la necesidad profunda de amarlo. Lo besó en la boca y salió corriendo hacia los árboles, sabía que él la seguiría, y antes de que pudiera alcanzarla, dejó caer sus ropas en el suelo. Galo contempló su desnudez y suspiró “hermosa”. Con las puntas de sus dedos comenzó a recorrer su espalda, y de repente la pellizcó con fuerza. Pierina se sacudió y abrió los ojos. No estaba en el bosque, estaba en su guarida y Horus estaba a su lado. Era tan grande la tristeza que sentía que ni siquiera pudo reprocharle algo al hechicero.
-Sonreías- le dijo él con sarcasmo- ¡Qué extraño!
-Soñaba.
-Pues yo te haré soñar despierta con todo lo que voy a ofrecerte… Necesitamos hablar y olvidar nuestras diferencias.

sábado, 9 de agosto de 2008

Esta semana anduve con algunos dolorcitos (de cervical, de muela)y hasta me empezó a titilar una venita de abajo del ojo izquierdo.
No estuve mucho en la pc, pero la próxima semana vuelvo con todo.
Besos

viernes, 1 de agosto de 2008

1 DE AGOSTO DE 2007

Ese día,con mucho entusiasmo, expectativa, y un poco de miedo, escribí las primeras líneas de un post para este blog.
Me emociona ir al archivo y ver qué poquitos comentarios tenía en un comienzo y como fueron creciendo. Y con esas visitas, se fue armando una red de amistades. En este año pasamos muchas cosas: proyectos, rupturas, accidentes, nacimientos, noches de calor, la soledad, etc.
Hoy sólo puedo decir:
Gracias a Ro que me animó a animarme a escribir.
Gracias a mi gran amor, Alfred, por acompañarme en cada una de mis locuras.
Y gracias, mil gracias a todos mis lectores-amigos que le dan vida a este sitio.
Los tengo en mi corazón.


lunes, 28 de julio de 2008

TREINTA Y CUATRO

Anexada al castillo de Prisia había una construcción de piedra y barro. No tenía puertas y desde la ventana, a través de las cortinas, sólo podía verse algunos muebles de una cocina. Si alguien apoyaba su oído a una de sus paredes, oía el dulce cantar de una señora, y si ponía en alerta el olfato, el aroma de una sopa caliente invadía los sentidos. Ámbar, cuando terminó de almorzar, espero que todos se fueran a sus habitaciones para salir del castillo, dar la vuelta e ir hacia esa construcción. Miró por la ventana, aspiro el olor penetrante de la sopa, sacó de su morral su barita y tocó la pared. Frente a ella quedó descubierta una puerta de madera con la cabeza de un puma grabado en su picaporte. La joven hechicera entró y la puerta desapareció tras ella, se encontró con una habitación muy diferente a la que podía verse por fuera, ésta se hallaba repleta de libros, velas, papeles y tinteros con plumas. Debajo de un escritorio, en una de las maderas del piso se repetía el mismo dibujo del picaporte. Ámbar movió la mesa, dejó al descubierto el dibujo, y con el dedo índice de su mano derecha recorrió cada trazo del mismo. A medida que lo hacia, éste se iluminaba. Cuando terminó, todo la cabeza del puma resplandeció y como cobrando vida, gruñó con bravura. Después las maderas se corrieron y dejaron ver una escalera que bajaba hacia otra habitación.


Ámbar bajó. La habitación estaba a oscuras, levemente alumbrada por el fuego de un caldero. Una jovencita revolvía en este un cazo. Sacaba de los bolsillos de su pollera unos polvitos que echaba sobre la cazuela, repetía unas palabras, y la sala se llenaba de repente de pequeñas estrellitas que se apagaban antes de caer al suelo. Cuando oyó unos pasos detrás de ella, se dio vuelta de golpe y apuntó con su cuchara a Ámbar, sus ojos corajudos se le llenaron de lágrimas al verla.
-Perdóname- le dijo Ámbar- no era mi intención asustarte…
-No… no… me asustaste…. Hace tiempo que protejo este lugar para ti.
-¿Para mí? ¿Y quién crees tú que soy yo?
-Tú eres Ámbar, hija de Brisa, la hechicera más grande que haya existido en la Orden de Ábula. Ella te llevó lejos para protegerte, como a las princesas de Prisia, y para que regresaras a devolverle la paz a los pueblos de Catar.
-Veo que sabes de mí y de mi destino, ¿Cuál es tu nombre?
-Me llamo Merlinda.
-Merlinda, encantada.- Ámbar le tendió su mano para saludarla, Ella cambió de mano la cuchara, la secó en su vestido y se la apretó con fuerza. Entonces, sintió la energía de la magia de la hechicera y se le volvieron a llenar de lágrimas los ojos. Merlinda le soltó de golpe la mano a Ámbar y buscó en sus bolsillos un pañuelito blanco, antes de llevarlo a sus ojos lo sacudió y de allí cayeron algunas estrellas que habían quedado pegadas en él.
-¿Por qué lloras Merlinda?- le pregunto con dulzura Ámbar.
-De alegría… es raro… pero después de llorar tantas veces por dolor, esta vez lloró de felicidad.- Merlinda se secó las lágrimas, se sonó fuerte la nariz; tan fuerte que el piso pareció moverse a sus pies, ella se sonrojó y se excusó- Es la alegría, que desbarata mis poderes… - Guardó el pañuelo en el bolsillo de su falda y aplaudió, cientos de pequeñas velas se encendieron a la vez y en la habitación parecía que hubiera salido el sol.- Ven Ámbar, te invito un té de frutillas silvestres, mi especialidad.
Las dos se sentaron a saborear el te. Hacia tiempo que Ámbar no probaba una bebida tan deliciosa.
-Está exquisito- le dijo, y Merlinda se volvió a sonrojar.- Tu sabes de mi familia, pero yo sólo sé tu nombre. ¿De dónde eres?- la interrogó Ámbar.
-Soy de Belgún, la ciudad más cercana a Prisia por el norte. Mi madre murió cuando nací, me parió en el medio de un bosque. Eran tiempos de guerra, los soldados de Humer atacaron mi aldea y mi madre buscó refugio. El bosque le pareció el mejor, pero en su estado, la incomodidad, el frió y el hambre le adelantaron el parto. Perdió mucha sangre y murió. Me crió mi padre, que era un oficial del ejército, pero también murió por la guerra.
-¿Y cómo llegaste a ser hechicera?
-El término sería ayudante de hechicera… Después que mi padre murió, Zulma, la hechicera de Belgún me llevó a vivir con ella. Como no tenía hijos me educó como si lo fuera y me adentró en todos los secretos de la magia, ella quería que yo fuera su sucesora, a la Orden de Ábula, esto nunca le convenció demasiado, pero debido a las pérdidas de hechiceras que ha sufrido, aceptó que formara parte de la Orden a pesar de mi linaje.
-¿Y puedes hacer magia?
-Hay verdades que sólo pueden ser revelados a unos pocos. El libro azul que portas sólo tiene sentido a tus ojos, si yo lo abro no hallaré más que páginas en blanco, este está destinado a vos. Pero sí puedo hacer magia. Y eso Zulma lo sabía. Mi madre murió pocos minutos después que yo naciera, y mi padre nos halló en el bosque dos días después. Nadie se explicaba cómo pudo ser posible que yo viviera. Pero Zulma sabia… Las elfas me cuidaron y me alimentaron con la leche de una unicornio que había parido. Las hadas me calentaron con la luz de sus alas. Bebí de la magia más pura y eso es un signo que te queda en la sangre. La magia también está en mí.
-Y entonces… por qué no exiges ser una verdadera hechicera no sólo una ayudante.
-Porque tengo una misión. Cuando Zulma recibió la noticia de la muerte de tu madre, me envió a Prisia a cuidar este lugar para ti. Sabía que tu vuelta estaría próxima.
-¿Entonces tú… me ayudaras a mí…?
-Yo te ayudaré a que creas en lo que está escrito ya en vos. ¿Cómo supiste cómo llegar hasta este lugar? Los lugares secretos no están en ningún libro.
-No sé, sólo seguí a mis pies.
-Bueno, yo te ayudaré a que sigas a tus pies con firmeza.
-¿Y Zulma, no te necesitará en Belgún?
-Zulma siempre creyó que era especial y me envió a ti para que juntas logremos vencer a Horus. El mató a Zulma poco tiempo después que yo la dejara, y si hubiera estado allí seguramente también me hubiera matado. Separadas somos presas débiles, juntas, seremos su peor contrincante.

miércoles, 23 de julio de 2008

TREINTA Y TRES

No hay tensión que el agua caliente no alivie, por eso Victoria se recostó en la bañera que le habían preparado en su cuarto, dejó caer sus párpados y que el sueño borrara sus últimos intentos de resistencia.
Cuando uno se ausenta por un largo tiempo de un lugar familiar, la vuelta está llena de descubrimientos. Victoria, como una extranjera en la tierra que la vio nacer, reconocía algunos olores, ciertos sonidos, y el golpeteó de las ventanas de madera del establo.
Sin embargo, había cosas que le eran extrañas: caras, voces, aromas… De su pensamiento la sacó un ruidito cerca de su oído y el agua caliente cayendo otra vez por su cuerpo, mezclándose con la ya tibia que estaba en la tina.
Abrió los ojos y se encontró con Oncle, el hada que acompañaba a su padre.
-¡Hola!,espero no haberte asustado- le dijo a Victoria.
-No,está bien. Sólo estaba caminando entre mis pensamientos y mis sueños- le respondió ella.
-Necesitaba hablarte.
-Si, ¿Qué querías decirme?
-Quería platicarte sobre el destino.
- ¿El destino?
- Algunos le escapan, Princesa, otros lo ignoran, algunos sin hacerse preguntas tan sólo creen. Si les va bien afirman que “era el destino”, si algo les sale mal “el destino no existe”. Mis ancestros saben que hubo una mano que con una pluma mágica escribió historias, la de tu madre, la tuya, la mía. Pero también esa mano ha tenido la sabiduría y la grandeza de trazar letras posibles de ser borradas, modificadas, transformadas.
-El destino quiso que volvamos a estar de vuelta en Prisia – expresó Victoria.
-No. Vos fuiste la que quiso regresar.
-Sé que mi pueblo, desde hace mucho, repite una misma leyenda: “La tierra del puma azul caerá y por veinte años se sucumbirá en las sombras, después una princesa guerrera peleará por la victoria, y traerá la luz”.
-Eso es cierto. Prisia es la tierra del puma azul, ese puma cuyo pelaje reflejaba el azul del cielo, era tu madre. Y vos sos esa princesa guerrera que luchara por el honor y la libertad de su pueblo. Pero la guerra es la guerra y no hay victoriosos antes de ningún combate.
-Quieres decirme que el triunfo no está garantizado.
-Cuando Pierina mató a tu madre, el ejército de Prisia quedó desvastado anímicamente. Tu padre, estaba destrozado, no podía encabezar ninguna batalla, había perdido lo que más amaba, y por mucho tiempo pensó que Ada y vos también estaban muertas. Los soldados pelearon sin fuerza, prácticamente se dejaron matar. Diez años después, ayudando al destino, Arturo confesó a mi hermana Tina que ustedes seguían vivas. Buscamos a Ada, ella era la primera que debía regresar, y hallamos a una niña que en sueños nos buscaba: creo que fueron sus sueños los que nos guiaron. Cuando tu hermana se hizo mujer y comenzó por las noches a convertirse en puma, los pueblos comenzaron a hablar, creyeron que el espíritu de tu madre había vuelto a ellos. Pierina avanzaba con sus ejércitos oprimiendo a todos los pobladso cercanos quitándoles sus cosechas, quemando sus libros, pisoteando sus creencias. Los jóvenes se armaron y salieron a emprender su propia lucha.
-¿Y qué pasó?- le preguntó preocupada mientras salía de la bañera, se envolvía en una toalla y se sentaba junto a Oncle cerca de la cama.
-No era tiempo de levantar las banderas de la guerra- prosiguió el hada-,pero Ada es impulsiva y decidió encabezar ella misma esas batallas. Ganaron varias luchas cerca del río obligando a retroceder a los humerios. Ayudaron a defenderse a otros Estados. Pero Ada cometió un error, le entregó su corazón a un joven capitán, y El, para protegerla,un día decidió salir a la batalla sin ella y Pierina junto a Horus le tendieron una trampa. Los hombres desaparecieron y Ada encolerizada junto a las esposas y novias de esos hombres fueron a buscarlos. Pierina se batió en una batalla cuerpo a cuerpo con Ada. Pierina le hubiera ganado con tan solo batir sus alas, pero ella sólo quería distraerla. Las mujeres quedaron atrapadas bajo un hechizo. Sus pies se convirtieron en raíces, se les enterraron en la tierra, y el cuerpo se les hizo de madera, las manos y los cabellos se extendieron como ramas hacia el cielo, como pidiendo clemencia. Las lluvias y sus propias lágrimas fertilizaron la tierra y aún hoy esos árboles susciten. Son un bosque negro en medio de una pradera, se lo conoce como el "bosque de las viudas".
-Pobre Ada, debe de estar sufriendo.
-Sin duda, pero vos sos su esperanza. No cometas su error, debes de ser paciente y fría a la vez para tomar decisiones, sin ejército, sin hombres, tus soldados son a penas un puñado de hombres y mujeres viejas.
-Por mi madre, Oncle, por Ada y por todos los míos, te prometo que no le fallaré a Prisia, y seré capaz de hacer un soldado bravo del hombre más débil.

martes, 22 de julio de 2008

Gracias a todos los que pasaron y me dejaron tan dulces mensajes por mi cumpleaños.
Después de tantos días de fiesta, me he atrasado con el posteo, pero mañana retomaré la historia.

besos

Ana

miércoles, 16 de julio de 2008

EN PRISIA ESTÁN DE FIESTA




Hoy los odios entran en tregua, las hadas danzan y cantan todo el día, los duendes cocinan cosas deliciosas y los elfos dejan sus armas.
La autora de esta historia cumple años y todos festejan.

lunes, 14 de julio de 2008

TREINTA Y DOS

Tade, el soldado cuervo espía de Horus, siguió con atención la entrevista del capitán Barbicus con la reina Pierina. Memorizó los nombres de los soldados de su mayor confianza, los lugares donde estaban los prisioneros de los otros reinos, su plan para llevar a cabo la coronación de la Reina águila.
Ella le agradeció al capitan por haberle traido tantas buenas noticias, pero lo despidió con frialdad, y se disponía a escribir en su diario cuando él en lugar de salir de la habitación, se acercó más a ella y le dijo:
-Todavía mis ojos guardan la imagen de su figura cortando el aire con la espada. Yo era un hombre común y fue a su lado que me convertí en el soldado más bravo. A usted me debo mi Reina, a nadie más, pídame lo que quiera, que yo lo haré.
Pierina estaba sentada frente a su escritorio, de espalda a Barbicus, y éste estaba hablándole con las manos sobre su corazón, y la cabeza gacha. Pudo sentir la tibieza de sus palabras, había en ellas verdadero cariño.
-Aprecio su lealtad Barbicus.
-Esto es mucho más que lealtad Pierina- él caminó unos pasos más hacia ella e iba a tocar sus cabellos, pero se frenó.
Ella se volteó y lo miró a los ojos.
-Aprecio su lealtad – repitió.- Fueron muchos años de luchas, y aún sigue siendo fiel a mis pedidos... Pero sé que ya debe de estar cansado, deseoso de regresar a su casa con los suyos, tal vez sea hora de relevarlo.
-Señora, mi familia es mi ejército, y la guerra ha sido mi verdadero hogar. Sólo esperaba vencer en cada batalla para volver a su lado con un nuevo triunfo.
-No necesito más sacrificios.
-Creo que no me comprende… - Barbicus puso su mano en uno de los hombros de Pierina. Ella se la quito, se paró y acercó su rostro al de él.
-Sé de qué me hablas, puedo ver en tus ojos el mismo sentimiento que alguna vez reflejaban los míos. Pero hace tiempo que dejé de sentir. Y puedo asegurarte que cuando la sangre corre tibia por un cuerpo éste se vuelve más débil, y en las batallas que siguen, la Muerte nos atravesará la piel a cada instante. Va a ser tanto el dolor que gritará a nuestro lado, que le pedirás que te lleve o desertarás.
-Si pelea a mi lado otra vez nada me hará flaquear.
-Barbicus…
El chillido del cuervo la percató de su presencia. Caminó hacia este y antes de que pudiera huir lo tomó de su pescuezo y se lo rompió. Le mostró el ave al capitán y le dijo:
-La peor guerra es aquella en la que no se sabe dónde puede estar el enemigo. Si quieres permanecer a mi lado, debes saber que Prisia es mi batalla, pero Horus la quiere hacer suya como al resto de mi reino. En el final, a él deberé enfrentarme y eso será como enfrentarme a mí misma. El tiene la misma sed de sangre que yo.
Pierina se convirtió en águila, tomo el cuervo entre sus garras y voló a su nido en la montaña de piedra negra a disfrutar de su presa.

lunes, 7 de julio de 2008

TREINTA Y UNO

Las primeras en fundirse en un abrazo fueron Tina y Oncle, las hadas y todo fue luz y color a su alrededor; después fue Ada la que llegó hasta la comitiva y hundió su cabeza en el pecho de su padre como si tuviera aún diez años y se dejó mimar por él.
Luego, los sirvientes del Rey saludaron a la princesa sin protocolos, eran la mayoría ancianos y la habían visto crecer, como habían visto crecer a su madre, y la querían como a una nieta.
Galo se presentó a Ámbar y a Octavio. Greta, la encargada de la cocina del castillo, se acercó a ellos y les prometió el almuerzo más sabroso de sus vidas. Octavio dijo que prefería esperar a Victoria, pero Ada lo convenció de dejarla sola con su padre, “creo que tienen muchas cosas que decirse”.
Todos caminaron hacia el castillo.
Galo permaneció quieto esperando que Victoria se acercara a él. Pero temió que podrían pasarse todo el día a esa distancia, así que caminó hacia ella. Cuando estaba a una distancia prudente, le sonrió y dijo:
-Sabía que recordarías el camino a casa- se acercó más y la abrazó.
Victoria no reaccionó a su abrazo. Ni siquiera movió algunos de sus músculos.
-Sé que me culpas por no haberte buscado- los ojos de ella lo miraban con atención. –Pero las leyendas de esta Tierra tienen sangre propia, y si bien siempre los seres mágicos me han respetado, la palabra dada a tu madre ha sido más fuerte que nada, y han obrado para que todo se cumpla como estaba escrito.
Victoria dudada que el dolor de su madre y el de ella misma haya sido algo profetizado. ¿Qué sabía él de su tormento? ¿Conocía acaso que su sangre se había vuelto cenizas, que todo en ella había muerto hasta que conoció a Octavio? Él habia sido el único que la había hecho sentir una persona viva, pero él día que supiera lo que había hecho antes de conocerlo la odiaría, como se odiaba ella.
-Dejaste morir a mi madre- le reprochó.
-Eso no es cierto- hizo una pausa y prosiguió lentamente, como pensando cada palabra.- Llevarlas lejos de aquí fue una decisión de ella. Mientras yo combatía por la libertad de Prisia, ella las alejaba de aquí. Y fue su hermana, contra quienes combatíamos, quien la mató.
-Sé que mi tía la mató porque te amaba.
-Quien ama no lastima. Lo único que puedo decirte es mi corazón era de era de tu madre y aún lo es.
Victoria se alejó de él rumbo al castillo. Pero Galo la siguió.
-Victoria, espera…
Ella desenfundó su espada, se volteó y le apuntó en el pecho a su padre.
-¡No tienes ni idea de todo lo que he sufrido!- le gritó llorando.
-Nada ha sido fácil para mí tampoco. Pero si mi muerte alivia tu dolor- Galo se puso la punta de la espada en su corazón- ¡Mátame! ¡Mátame hija!
Victoria iba a clavar la espada, pero recordó el olor y la piel de la hija que ella misma dejó alejarse y derrotada frente a su dolor depuso su actitud y cayó arrodillada.
Galo se arrodilló a su vez y la abrazó.
-Hay mucho por curar, pero sólo podremos hacerlo si permanecemos juntos.
-¡Padre!... ¡he extrañado tanto este lugar…!
-Lo sé, lo sé- dijo consolándola.
Y Victoria ya sin lágrimas sólo cerró los ojos, respiró profundo y sintió en su interior la tranquilidad de saberse en su hogar.

lunes, 30 de junio de 2008

TREINTA

Las elfas, que custodiaban a las princesas por el bosque, eran parte del ejército conocido como “las blancas”. Todas eran vírgenes, adiestradas en el arte de la espada; bravas y guerreras desde cada gota de sangre que corría por sus venas. No sabían del amor de un varón, y cuando lo hallaban y querían entregarse a él debían abandonar la tropa porque ya no podía montar a los unicornios. Es sabido que estos caballos alados sólo se dejan montar por doncellas.
Los primeros rayos de sol bañaban la cima de las montañas, la caravana salió del bosque y se halló frente al cauce de un río de poca profundidad.
Se detuvieron unos minutos a descansar y a beber agua. Las hadas trajeron frutillas y moras para comer.
Arturo se acercó a Victoria y le dijo:
-Deberán seguir solos, no podemos avanzar más allá del río todavía. El sol deja todo al descubierto y no queremos que Pierina sepa que nos estamos preparando. Al otro lado del río está el primer poblado de Prisia y, no muy lejos de allí, podrán divisar el castillo.
-Gracias- le respondió ella.
El elfo iba a alejarse de Victoria,cuando ésta lo tomó del brazo.
-Arturo, te recuerdo. Sé que eras amigo de mi madre y que la vigilabas el día que ella nos llevó de Prisia.
-No fui un buen amigo, y lo lamento desde el fondo de mi corazón. Debí acompañarla de regreso. Ella me pidió que me quedara con Brisa, la madre de Ámbar y le hice caso, pero si la hubiera seguido…
- No lo hubiera permitido, debías proteger a Brisa porque su hija nos ayudaría a regresar. Su esposo debía haber velado por ella, no tu.
Arturo le tomó una de sus manos y se la puso en su corazón.
-¿Sientes los latidos?- ella asintió con la cabeza.- Te juro por el cariño que le tuve a Napea que las protegeré hasta que estos latidos cesen.
Ámbar había seguido de lejos esa escena, y una elfa lo notó. Se le acercó con unas frutas para convidarla, y luego de entregárselas le dijo:
-No es bueno que las sangres diferentes se mezclen; si esto ocurre pueden sobrevenir grandes desgracias para ambas razas.
-No entiendo que es lo que quieres decirme.
-Aunque no sé todavía lo que es el amor, sé distinguir la mirada de las enamoradas.
-Pero… Victoria ama a Octavio…
-No lo digo por ella, sino por ti.
La elfa caminó hacia su caballo, les hizo un gesto a las otras y todas la siguieron hacia el bosque. Arturo se arrimó a Ámbar, su primera reacción fue la de querer huir, había quedado algo perturbada por las palabras de la elfa, pero se quedó quieta, inmóvil.
-Desde que dejaste tu casa ayer, han pasado muchas cosas, demasiadas quizá, pero ni se comparan con lo que queda aún- le expresó Arturo.
-Soy conciente de eso desde el momento que comprendí que todos los relatos que mi madre me narraban eran verdad. Este libro que cargo – y le mostró el libro azul- y mi barita serán mi escudo y mi fuerza.
-Tu escudo es tu magia y la fuerza está dentro de ti. Ámbar, quiero darte algo.- Arturo extendió su mano con el puño cerrado hacia arriba, lo abrió y dejó ver una piedra de color azul brillante.- Esta piedra será mi brújula hacia ti. Si me necesitas lo sabré, y si alguna vez quieres hallarme también podrás hacerlo. Sólo tienes que mirar dentro de ella.
Ámbar tomó la piedra, cuando ya no la miraba Arturo, la beso y se la guardo en su bolso. El elfo se despidió de las princesas, de Octavio y de las hadas.

Ya solos, cruzaron el río, pasaron por uno de los pueblos, que aún permanecía dormido, y empezaron a caminar por un extenso prado. Cuando los rayos del sol estaban por encima de sus cabezas, pudieron distinguir a unos cuantos metros delante de ellos, un hada de cabellos dorados que revoloteaba de alegría. Era Oncle, detrás de ella venía Galo acompañado de algunos de sus servidores.
-¡Padre!- gritó Ada y corrió hacía él.
Su entusiasmo contagió a Tina, a Ámbar y hasta Octavio que se sorprendió corriendo hacia ellos.
Sólo se quedó atrás Victoria con los ojos húmedos y los puños cerrados.

HUELLAS

Hace algunos días Marilupy me ha otorgado este premio: “Blog con Huellas 2008 - Andando se hace Camino”



Hoy es mi turno de hacer mis nominaciones. Quiero dárselo a:

. Huellas compartidas
. Libélulas en el tobillo
. Testamento de miércoles

Son tres blogs para leer a flor de piel, y sencillamente hermosos.

lunes, 23 de junio de 2008

VEINTINUEVE

Horus bajó a la cocina sin ropas, y con la piel aún colorada por el fuego. Tomó un abrigo de uno de los sirvientes y salió al corredor trasero que conducía a las caballerizas. Abrió la puerta y chasqueó sus dedos, un imponente y bello caballo negro se le aproximó. Iba a montarlo cuando sintió el filo de una espada en su espalda.
-¡No de un paso más! ¡Suelte las riendas, y si quiere vivir regrese por donde ha venido!
Sin necesidad de mirar a su atacante, Horus le hirió la mano que portaba la espada, la cual cayó a un costado del hombre, quien pegó un grito de dolor.
Entonces el mago se volteó, lo tomó del pelo, le tiró su cabeza hacia atrás y lo miró a los ojos.
-¡Barbicus!- exclamó asombrado
-Mi señor,- le dijo el hombre herido- no lo reconocí con esas ropas, pensé que era un ladrón que quería tomar su caballo.
-Capitán,- le respondió Horus- su lealtad hacia mí le pudo haber quitado la vida. ¡Levántese!
El capitán Barbicus se paró y se toco su mano, que ya no estaba lastimada.
- Sabía que algún día probaría de sus poderes.
-No ha sido mucho. No mariconee- dijo Horus y lo abrazó.- Amigo, no lo esperaba aún, ¿Me trae buenas nuevas?
-Las mejores. Ruma ha caído. Y con este ya son cuatro los reinos que están bajo la bandera de Humer. He dejado apostado un hombre de confianza en cada castillo y uno de sus discípulos al frente del consejo. Creo que es hora de que nuestra reina se alce con su corona sobre esos pueblos. Cuando ella lo disponga podremos hacer la ceremonia, y Ruma, Alvaro, Tentro y Belgún serán sólo un recuerdo.
-No tan rápido mi amigo… todavía queda una tierra por conquistar: Prisia.
-Prisia es un esqueleto. Después de la batalla en el podía haber tomado su reino, y no quiso, la dejó a la buena de los dioses y la tierra se ha secado.
- Esta batalla no es sólo de Pierina, es mía y tú lo sabes. El reino de Prisia ha sido por siglos de la oden de Ábula, es hora que pase a ser de la orden del Sol y que la magia de los antiguos se extinga para siempre. ¿Puedo confiar en ti?
-Siempre, mi señor.
El capital Barbicus dejó que Horus se alejara en su caballo y caminó rumbo al castillo para entrevistarse con Pierina.
Debajo de la sombra de un árbol cercano, un soldado miraba la escena.
Horus se acercó a él.
-¡Tade!
-Señor.
-Vigila al capitán, creo que no desea hacer mi voluntad.
Dicho ésto, el soldado voló como cuervo hacia la ventana que daba a los aposentos de la reina.

En el bosque, Victoria caminaba con paso seguro hacia su hogar, Ada la seguía de cerca, acompañada por Tina que junto con sus hermanas iluminaban el camino. Un grupo de elfas las escoltaba, detrás de ellas Ámbar y mucho después Octavio quien
no podía comprender todo ese mundo que se mostraba delante de sus ojos. Habia sido su decisión estar allí, pero Victoria tenia un brillo especial, inquietante y a la vez distante.
Arturo que era el último de la caravana notó su rostro preocupado y se le acercó.
-Nadie entra por azar a estas tierras. Si el bosque te ha aceptado es porque tu destino aquí no ha sido errado.
Octavio echó un vistazo a Victoria, Arturo prosiguiió:
-Ella tiene una batalla que pelear, pero como todo soldado, necesita regresar a su casa y hallar el amor que le curará y le dará la fuerza para seguir. Nadie vuelve entero de la guerra si no hay nada porqué regresar. Vos serás su razón.
El volvió a mirar a Victoria y notó que ella se volteaba buscando su mirada. Buscó sus ojos también y entonces ella le sonrió.