lunes, 27 de octubre de 2008

CUARENTA Y TRES

A veces el silencio resulta más ensordecedor que el sonido más estremo. Y cuando esto ocurre el aire se vuelve agobiante, los ánimos se exaltan, la compañía o la soledad pueden resultar igual de amargas.
Después que la hechicera Merlinda, junto con Victoria y Octavio, se uniera a Ámbar, todos permanecieron cercanos, pero sumergidos en sus propio duelo, sin hablarse. La noche cayó sobre ellos sin que se percataran del correr de las horas. La oscuridad profundizó aún más su dolor, sus pérdidas.
Octavio recogió algunas ramas secas y Merlinda las encendió.
-Deberíamos preparar algo de comida- se atrevió a decir la hechicera.
Pero nadie le respondió.
Victoria se acercó al fuego y se echó a dormir. Octavio la arropó con su chaqueta, y mirando a Merlinda le dijo:
-No tengo ganas de comer, pero necesitaría un cigarrillo.
Ella se acercó a la hoguera, metió su mano en ella y sacó de entre las ramas encendidas lo que Octavio deseaba.
-Gracias- le expresó él, y se alejó a fumar.
En la mente de Ámbar las palabras de su madre retumbaban en su cabeza: “El secreto está en la luz”, “el secreto está en la luz”… “el secreto…” . No podía oír nada más, ni sentir nada de lo que a su alrededor acontecía. Aprovechó la oscuridad para alejarse también. Caminó cerca del río y cuando estuvo totalmente a solas se arrodilló a su orilla. Respiró y bebió una gran bocanada de aire. Exhaló con fuerza y las aguas se alborotaron. Se elevaron delante de ella como una fuente, y un viento de tormenta empezó a volar las hojas, las ramas quemadas y las piedras que había a su alrededor. Volvió a aspirar y a exhalar, y las aguas se aquietaron y el viento trajo hacia ella el libro azul y su barita mágica.
-Por mis ancestros, por los que vendrán… ¡Guíame!- exclamó y dejó que las páginas del libro corrieran por sus dedos.
Se detuvo en la misma página que hacia unos días le revelaba el destino de su pueblo:
"En el año 20, después de la caída de Napea, antes que la luna quede entre las sombras, regresan las hijas perdidas de Prisia a ocupar el lugar que les ha sido usurpado.
Las espadas cortaran con su filos el aire, y la sangre de enemigos y amigos caerá en los campos y los ríos. La oscuridad cubrirá el cielo, y la última esperanza se ocultará en el corazón de una pequeña luz…"
-Regresamos a Prisia antes del eclipse, como estaba escrito- pensó.- La sangre de nuestros amigos ha cubierto los ríos y los campos, pero aún no han caído nuestros enemigos… - miró a su alrededor y contempló los vestigios del bosque arrasado por el fuego que provocaron los soldados de Pierina- Y la oscuridad nos ha cubierto…- se dijo-, pero... ¿A qué se refiere con: "en el corazón de una pequeña luz se oculta la esperanza"?... otra vez…:“el secreto está en la luz”.
Ámbar dejó el libro tomó su barita y la hundió en el agua
-¡Muéstrame!, exigió.
Y el río le mostró su casa, su rostro frente al espejo la mañana que se dirigía a la entrevista al diario en el que trabajaría junto a Victoria. El grupo de chicos de un hogar que viajaban en el subte. Vio y volvió a sentir la frenada brusca del subte, la mano de una niña que le quemaba la piel y le mostraba imágenes hasta ese momento insignificantes: Una espada cortando el aire, un guerrero caído, aguas verdes que se teñían de sangre. Agua rojas bajando hacia un pueblo de casas bajas ubicado entre dos montañas. Fuego, piedra, un libro de tapas azules, árboles de hojas negras como la tierra de los cementerios. La niña le había hablado de Prisia. Desde el momento que la tuvo cerca sintió que sería especial para ella, y ahora comprendía cuanto. Esa niña… Luz, así se llamaba era la esperanza..., pero ¿Por qué?
Ámbar pidió ver más y el rio le mostró la sonrisa burlona de Horus dejando detrás de sí a una joven desnuda, un cuarto de hospital, sangre, llantos de bebé, una madre que se negaba a mirar a su pequeña… observo ese rostro aniñado de la parturienta y el corazón le pegó un brinco.
Tomó sus cosas y salió corriendo hacia donde estaba la fogata. Con furia sacudió a Victoria gritándole:
- ¡¿Por qué abandonaste a tu hija?!¡Por qué dejaste a Luz!

miércoles, 15 de octubre de 2008

CUARENTA Y DOS

En el castillo de Prisia, el tiempo se había detenido en el momento exacto que el hada Oncle comprendió que la princesa Victoria estaba viva, y que era su hermana Tina la que perecía sin vida a su lado. Seca de lágrimas, con su corazón tocando lo más profundo de la tierra y sin su luz, el hada se olvidó de su destino, dejó que las horas pasaran sin tocarla, y no sintió la llegada de un extraño.
El anciano que el capitan Barbicus había enviado pueblo por pueblo para advertir a los pobladores de las desgracias que sobrevendrían si no se ponían bajo la tutela de la reina Pierina, había desviado su curso, y entraba montado en su caballo a la edificación. Cuando estuvo próximo al Rey se bajó, tomó agua de una cantimplora y caminó con ella hacia él. Lo ayudó sosteniéndole la cabeza para que pudiera beber sin atragantarse. Le dio agua también al puma, a Ada. Volvió hacia su caballo, sacó fruta fresca y se la acercó al Rey y un poco de carne al felino. Sólo cuando sintió la humedad en sus labios Oncle reaccionó y comprendió que habían dejado de estar solos. No sabía si huir o confiar en esa persona que le ofrecía algo para beber.
-No temas hadita, sólo quiero ayudar- le dijo con dulzura el anciano.
-Amigo, ¿puedo llamarte así?- le dijo el Rey Galo- ¿Porqué te arriesgas ayudandonos?
-Mi nombre es Marcos Gaspardi. Soy la última generación de una familia de hombres y mujeres honrados que han labrado, cosechado y enriquecido estas tierras. Soy la última generación porque mis hijos han muerto antes de poder darme nietos, y mi esposa los ha seguido por tristeza. Ya no tengo casa, ni familia, ni siquiera un perro fiel que fuera mi compañía. Lo único que me queda es mi dignidad, y mi pequeña libertad. La reina Pierina a través de sus hombres me ha encomendado una tarea, pero no puedo dejar que esa sea la última labor de mi vida. ¡No viví mas de setenta años para morir como cobarde y traicionero!- Marcos se acercó al Rey y le mostró sus manos.- Estas manos temblorosas no son buenas para el trabajo, ni para el combate, pero están libres de sangre y se las ofrezco mi Rey, glorificaría mis días saber que me siente su amigo.
Galo tomó las manos del anciano, lo miró a los ojos y expresó:
-Soy yo el que se glorifica con tu amistad querido Marcos. Soy yo, el que vivió tantos años alejado de su pueblo, sin saber de cada uno de sus pobladores, como antes, como en los primeros tiempos con Napea. Soy yo el que egoístamente sólo esperaba tener a mis hijas conmigo y se olvidó de gobernar…
-Si es verdad lo que dice, si realmente cree que se olvidó de gobernar, si siente que descuidó a su pueblo, le pido Señor, que no vuelva a hacerlo.
Marcos, con su cuerpo desgarbado por los años, se convirtió en el bastón en el que se apoyó el Galo para levantarse.
-¡Así!, ¡Así mi Rey!, Así quiero mirarlo hacia arriba, más erguido que este viejo.
-No, Marcos, no quiero que me mires hacia arriba como alguien superior, mírame siempre como lo hiciste hoy cuando me diste tus mano, como a un amigo.
Galo abrazó al hombre que no puedo aguantar su llanto. El anciano lloró por sus hijos, por su esposa, por su hogar incendiado, y por los pueblos por los que tuvo que pasar con mentiras.
Unos minutos más tarde, Arturo entró en los terrenos del castillo. Galo ayudado por el anciano y por Oncle habían movido los cuerpos sin vida de sus sirvientes al patio.
El elfo y el hada cavaron fosas para que pudieran tener un digno descanso eterno.
-Sé que Victoria está viva, ¿Vas a decírselo al Rey?- lo interrogó Oncle a Arturo.
-Creo q es mejor que se siga corriendo la voz que una de las princesas de Prisia ha muerto y la otra ha quedado prisionera de un encantamiento. Y ni el Rey debe saber la verdad, por acá hasta los muros del castillo no son seguros, ni mudos.
-Entiendo.- suspiró Oncle.
-Siento lo de Tina- manifestó Arturo.
-Lo sé. Pero debes saber Arturo, que su muerte no quedara integrando la larga lista de Pierina. Yo misma haré que la Reina se arrepienta de sus actos.
-¡Oncle, no puedes hablar así!- explamó Arturo- te oigo, te miro y dejas de brillar. Las hadas de tu especie no son vengativas, no conocen de la guerra, su misión es ser guardianas de los mortales. Tu destino es cuidar del Rey, ponerle color a su vida.
-Pues renuncio a mi destino…
-Si renuncias a tu destino, renunciarás a tu esencia- le advirtió Arturo.
Oncle dejó la pala con la que terminaba de echar tierra sobre una tumba y se alejó del elfo rumbo a la cueva de las hadas.

lunes, 6 de octubre de 2008

CUARENTA Y UNO

Victoria no podía despegar sus manos de su rostro. Su llanto brotaba con lágrimas que en lugar de correr por sus mejillas se metían nuevamente por sus ojos para ir directo a su corazón. Ellas lo erosionaban, lo reducían, y junto con éste se empequeñecía su valor, su felicidad lograda, su fuerza.
-Mi amor- le susurró Octavio-, debemos seguir. Merlinda dice que aún no estamos en un lugar seguro.
-No puedo. Te juro que no puedo- logró contestarle la princesa.
Octavio se arrodilló frente a ella, le tomó con sus manos las suyas y con suavidad las fue alejando de su cara. El rostro que se le revelaba era distinto al de esa mujer que había amado al comenzar la noche. Ella notó en sus ojos su desconcierto.
-Hoy estoy tan seca como el día que me conociste. No sólo he vuelto a quedarme sin padre y sin hermana, sino que he vuelto a perder a la Victoria que espere volver a ser siempre. Debo olvidarme de mi nombre y de mi vida para vivir como una fugitiva.
Merlinda que se había acercado a ellos, tocó con su varita mágica sus hombros y ambos cambiaron sus ropas de dormir por vestimenta de aldeanos. Cuando Victoria resignada se puso de pie. La hechicera le dijo:
-No has perdido nada aún. Pero de vos depende que esto no ocurra. Tu padre está vivo, y Ada también vivirá. ¿Qué es un nombre? Puedes elegir llamarte de cualquier manera, nadie podrá quitarte tu ser, siempre serás la princesa de Prisia, y algún día, su reina. Tu misión es regresarle la libertad a tu pueblo, y esa deberá ser tu meta desde hoy. Esto te pertenece- Merlinda sacó de entre sus ropas la espada que la reina Napea le había acercado a su hija, y se la devolvió a Victoria.- La cabeza del puma azul, signo de tu pueblo, está gradada en ella, no podrás exhibirla, guárdala para usarla cuando lo creas necesario y mírala para recordar cual es tu destino en este mundo.
La hechicera terminó de decir esto y le dio la espalda para emprender su viaje lejos del castillo, caminó con pasó firme y con el alma estrujada. Victoria se aferró al brazo de Octavio y juntos la siguieron.

Arturo caminó hasta el río llevando en sus brazos a Ámbar. La depositó sobre unas rocas, se arrancó un pedazo de su camisa y lo mojó en el río. Lo escurrió y con este limpió el rostro de la joven. Volvió a mojarlo, y esta vez sin escurrirlo, se lo acercó a los labios de ella, para que con suavidad pudiera beber algo de agua.
La hechicera seguía cada movimiento del elfo sin poder pronunciar palabra o realizar algún movimiento. Arturo por tercera vez mojó el trozo de tela e iba a acercarselo otra vez a su boca cuando, como impulsada por una fuerza interna, antes de que él mojara sus labios, apartó su mano, y lo beso.
El elfo se puso nervioso, no esperaba esa reacción de Ámbar, entonces comenzó a moverse sin sentido, mojó el trapo otra vez, se lo puso en una de las manos de ella, caminó alejándose, regresó sobre sus pasos, le preguntó si estaba bien, ella le dijo “gracias”, y él volvió a apartarse. Ámbar lo vio perderse entre los árboles, entonces escurrió la tela, se incorporó para limpiarse un poco más cuando Arturo volvió, la tomó de la cintura y la beso profundamente. Esta vez la sorprendida fue ella.
-Voy a ver al Rey, después vuelvo a buscarte- le dijo.- Victoria junto a Merlinda deben de estar por llegar.
La hechicera se quedó totalmente sola, y el silencio que la envolvía le devolvió a su realidad. Se contempló en el río, buscó en sus aguas la respuesta a su fracaso. Horus le había ganado y a la vez la había dejado vivir porque esperaba una mejor contienda. “Nunca seré como mi madre”, pensó. Una suave brisa movió las ramas de los árboles, las aguas del río se alborotaron y su imagen se esfumó. Luego volvió la serenidad y cuando Ámbar volvió a mirarse, vio el rostro de Brisa que la observaba con una sonrisa.
-No has fracaso hija mía, sólo tu falta de experiencia no ha sabido leer bien las escrituras. El secreto está en la luz.
Un ruido a sus espaldas la hizo voltearse, vio a Merlinda que llegaba junto a la princesa y a Octavio; regresó a mirar el río, pero éste sólo le devolvia su propia imagen.





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Estas son algunas de las cosas que hice en porcelana fría. Hace dos meses que empecé así que todavia no estoy muy práctica.


PREMIOS QUE RECONFORTAN

Aguabella me ha otorgado este premio que recibo con toda emoción.






Y si lo otorgo a:

. Testamento de miércoles

. La casa encendida

. Cero inercia



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La casa encendida tambien me ha mimado





Y se lo doy a:

. La cueva de Susana

. Libélula

. Testigo