viernes, 30 de mayo de 2008

NUEVOS PREMIOS


Una poeta de ley, Marilupy, me ha pasado este bello premio, mi más sincero agradecimiento por su generosidad y por la bellas palabras que me ha dedicado.
No me quedó claro si el premio venía con un meme adjunto, asi que esta vez lo debo.
Y se lo quiero pasar a una pareja de bloguers especial: Lakolo e Iluso que hace casi una semana fueron padres. Su sol se llama Sofia y desde este humilde espacio les deseo toda la felicidad que se merecen. No fue fácil llegar a este tiempo de calma, matizado con chupetes y biberones, pero como en todos los cuentos que solemos leer después de las batallas, con las botas cansadas, los amantes se besan y el destino les promete banquetes con perdices...

.....
Mi bella hada de otras tierras, Aguabella, me otorgado otro gratificante premio.


Y se lo apso de corazón a:
.http://cuentalatu.blogspot.com/: Un grupo de excelentes narradores, inspirados en lo juegos de roles, decidieron emprender el proyecto de contar una historia llena de magia, misterio, y fantasía. Tiene un relato lleno de adrenalina. Me invitaron a participar, pero todavía debo mi escritura, mi personaje, Julian aparecerá cuando sea necesario.
.http://testamentodemiercoles.blogspot.com/: Me facinan los cuentos que allí encuentro. Nanny sos una excelente escritora.

lunes, 26 de mayo de 2008

VEINTICINCO

El vino, la carne jugosa de ciervo y las manzanas asadas servidas en la cena satisficieron el apetito de Horus. Había subido junto a Pierina a su habitación, pero el sueño lo había vencido antes de que pudiera obtener algo de su cariño. Ella lo miró dormir un rato, aburrida e inquieta se levantó y caminó hacia la ventana. La noche estaba serena, el destino de Prisia corría a su antojo, en dos días llegarían a Humer las tropas de su ejército con la sangre de los pueblos vecinos en sus lanzas y las llaves de sus ciudades. Su poder se expandía cada día más, pero ella sólo necesitaba una cosa.
Se paró en la cornisa y saltó al vacío. En el aire extendió sus brazos y se trasformó en un águila dorada. Sobrevoló campos, lagos, y bosques. Llegó hasta la cima de una montaña en la que minutos antes habían estado Victoria y Ada contemplando la entrada a su castillo, y ahora lo hacia ella. Una lágrima corrió por su plumaje. Veinte años atrás había matado en ese mismo lugar a su hermana melliza. “Napea, si le hubieras dicho no, hoy tendrías una vida feliz”, pensó.
Pierina y Napea habían crecido mimadas por su padre, y por la gente que trabajaba para él. La primera era una niña inquieta, curiosa, gustaba de andar entre la gente del pueblo. Había aprendido a hacer trabajos manuales como canastas de mimbre, cuerdas con cueros y andar en medio de los bosques oscuros guiada por su propio instinto. Practicaba con los soldados esgrima. Le gustaba vestir como hombre y todos la veían como uno de ellos. Napea era dulce, delicada, y débil. Temía caminar sola fuera del castillo, y pasaba horas leyendo en la biblioteca o en la cocina aprendiendo nuevos y mejores platos. Las hermanas eran distintas, pero sentían la una por la otra el mismo amor.
A los dieciocho años las hermanas se separaron, Pierina se fue a Humer y Napea se quedó en Prisia, y el hechizo de la bruja del pantano empezó a hacer efecto: por las noches Pierina se volvía águila y Napea puma.
Cuando su padre murió y los pueblos entraron en guerra, llegó un ejército de hombres mercenarios, que por dinero y comida peleaban a favor de un ejército, sin aliarse con ninguno. Galo era el nombre de su líder. Pasaron una noche en el bosque y Pierina lo descubrió cuando sobrevolaba en él. Lo vio y su corazón sintió la calidez del amor. Él estaba sentado frente a un fogón y ella se acercó tanto que de repente las chispas del fuego quemaron la punta de sus alas, ese calor y el de su corazón la desnudaron y cayó sobre él. Galo sintió su piel y no pudo más que hacerla suya. Cuando él despertó, Pierina ya no estaba. Salió a caminar por el bosque, se alejó y se perdió. Llegó hasta un lago en el que algunos niños jugaban, una mujer los acompañaba. El sol parecía reflejarse en su rostro, en su luz azul. Galo la vio y la amo. Sintió esa sensación inexplicable que le hace saber a un hombre que esa ha de ser la mujer de su vida.
Pierina salió cada noche a buscarlo, pero Galo ni sus hombre estaban en sus bosques. Una mañana llegó un vocero de su hermana con una carta de su puño y letra en el que le comunicaba que contraería matrimonio. Le pareció extraño, pero su hermana era misteriosa y solía ser reservada. Cuando llegó al salón en donde Brisa esperaba a los novios para bendecirlos, su sorpresa fue enorme cuando vio entrar a su Napea del brazo de Galo.
No pudo aguantar hasta el final de la ceremonia, algo en ella se rompía. Corrió, corrió y se internó en el pantano donde estaba enterrado su padre. Se quitó sus joyas y se rasgo el vestido. Pasó la tierra pantanosa por su cuerpo y apoyó sus manos sobre su pecho izquierdo, las enterró dentro de su cuerpo. No perdió sangre y de su pecho extrajo su corazón que se deshizo como cenizas. Lejos de marchitarse, se paró y al voltearse lo vio a Horus. Él curo su herida, le prometió devoción y venganza.

lunes, 19 de mayo de 2008

VEINTICUATRO

Las hadas cuando están felices se iluminan y dan vueltas y saltitos mientras revolotean en el aire. Tina, alegre por Victoria y Octavio, voló alrededor de ellos, bailó en el aire y aterrizó con sus labios en los de Arturo.
-¡Eres mi elfo favorito!- le dijo, y siguió aleteando a su lado.
Ámbar sacó la varita mágica de la tierra donde la había enterrado y miró de reojo a Arturo; El beso que acababa de ver le había dado un cosquilleo extraño en su cuerpo, y en su corazón experimentó un sentimiento que le era hasta ese momento desconocido: el de los celos.
-Debemos irnos- expreso enérgica, y caminó hacia la salida.
El puma se acercó a Octavio para que pusiera en su espalda a Victoria, pero él prefiero cargarla en sus brazos.
Dejaron la ciudad y se adentraron en un campo con pastizales altos que se elevaban por arriba de sus cabezas, impidiéndoles ver los que tenían por delante. Cuando llegaron al final, se encontraron con una extensa pradera, y a lo lejos, donde caía el horizonte, había dos árboles cuyas copas se unían formando un arco.
Miraron hacia el cielo, y comprobaron que la Tierra ocultaba por completo los rayos del Sol dejando en sombras a la Luna.
-Es la hora- señaló Arturo.- Ámbar, las hermanas tienen que entrar juntas.
Ella, entonces, frotó sus manos y las pasó por el pelaje del puma,y su ropaje de bestia fue diluyéndose hasta dejar al descubierto su forma humana.
Octavio había dejado a Victoria sentada en el pasto. Ada se acercó a ella. Victoria la vio y estiro sus brazos. Las princesas prisianas se abrazaron con fuerza.
-Perdóname hermana por no buscarte, me pasaron tantas cosas que ya te contaré- le dijo Victoria acongojada.
-Lo importante es que nos hemos encontrado, que me has recordado al igual que a nuestra tierra. No tengo nada que perdonarte, lo que debimos pasar estaba escrito antes de que nuestras almas nacieran – le respondió Ada sin soltarla.
Mientras se abrasaban, el eclipse llegaba a su punto máximo. En el palacio de Humer, Napea y Horus bebían felices uno de sus vinos más añejos, creían que habían cambiado el destino. Pero en el bosque encantado, el murmullo de las hojas había despertado a los elfos que allí dormían; “Las hijas de Prisia regresan”, “las hijas de Prisia están regresando”, repetía el viento de rama en rama, de arbusto a arbusto, de flor en flor. Las jóvenes elfas corrieron hacia la entrada montadas en sus caballos alados para darle la bienvenida al guerrero de su tribu. Las hadas que también se habían enterado volaron detrás de ellas.
Las doncellas traspasaron el arco de entrada y formaron una fila de ambos lados. Tina fue la primera que voló hacia ellas, y buscó el abrazo de sus hadas hermanas. Arturo le dio la mano a Victoria y la ayudo a pararse. Ámbar pasó entre la fila de elfas y traspasó los árboles. Arturo escoltó a las hermanas. Octavio las siguió, pero antes de pasar Arturo se dio vuelta y le puso una mano en el pecho para cortarle el paso.
-Hasta aquí. No puedes venir con nosotros.
Victoria se volteó y le extendió su mano a su enamorado.
-No puede venir con nosotros, si lo hace renuncia a su vida humana, y tal vez nunca pueda regresar- le dijo el elfo a la princesa. Ella con lágrimas en los ojos estaba a punto de soltar a Octavio, pensando que eso sería lo mejor para él, cuando éste se aferró a su mano con más ahínco.
-No me importa lo que pueda llegar a pasarme, éste mundo sin Victoria no tiene sentido para mí, yo sólo quiero estar a su lado.
Esas palabras y la sinceridad que se reflejaba en su mirada le bastaron a Arturo para dejarlo pasar.
Después que pasaron. Caminaron acompañados por los seres mágicos hasta la cima de una montaña. Ada se adelantó y llamó a su hermana.
- Mira Victoria, allá está nuestro hogar, allá está Prisia.

sábado, 10 de mayo de 2008

VEINTITRES

Ámbar alzó la varita que le habían entregado sus antepasados y exclamó al cielo:
-¡Seres de la luz, los invoco para que caigan sobre lo que no tiene color, sobre lo que permanece sin vida ante nuestros ojos y le den su verdadera apariencia!
Después de esto, su voz habló la lengua de los antiguos, de los iniciadores de la Orden de Ábula. Entonces, las estrellas soltaron destellos que traspasaron las nubes y llegaron de centenares hasta el lugar donde había vacío. El brillo cayó como pinceladas sobre la casa, y de a poco, empezó a quedar al descubierto una puerta, una ventana, un balcón, hasta que todo el lugar quedo visible.
El hada, el puma y la hechicera entraron y fueron derecho hacia la puerta del sótano. La hallaron cubierta de una hiedra de troncos gruesos. Con sus filosos dientes el puma tiró de las ramas, y logró quitar una buena parte, pero inmediatamente, la planta creció más y más hacia ellas, como si fueran brazos de gigantes. Tina se aferró a uno de los troncos para evitar que lastimara al puma (Ada convertida en animal ya había sido herida una vez, y temía que si volviera a pasarle no pudiera curarla). Los troncos tenían pequeñas espinillas que se le clavaron en su mano y en su brazo, su sangre empezó a correr y las hojas se cubrieron de rojo. La planta, como se alimentaba de la maldad, la pureza y la bondad del hada pudo detenerla. Su sangre corrió y la hiedra comenzó a secarse.
La puerta quedó libre. Bajaron con cuidado. La enredadera había cubierto la escalera, y si bien parecía muerta, había algunas ramitas aún moviéndose.
Todo estaba oscuro.
Tina batió sus alas y despejó el aire. Encendió unas velas que encontró y al mirar hacia el techo vieron a Victoria colgada de sus muñecas. El hada voló hacia su rostro, agitó más fuertes sus alas cerca de el y frotó con sus manos un polvito mágico en su pecho, pero Victoria no se movió; acercó su oído a su boca y no oyó ningún sonido.
-Ya no respira- dijo con desconsuelo.
Ada lanzó un gruñido desgarrador. Ámbar con furia movió su varita en el piso y dejó al descubierto la tierra sepulcral que ocultaban las maderas, escarbó con sus manos y la enterró en lo profundo; Se arrodilló, alzó sus brazos y dijo: – Yo, hija de Brisa, heredera de la orden de Ábula, guía espiritual de Prisia, les ordenó a los seres de la noche, a las matronas de la muerte que se alejen de Victoria. Si se llevan esta alma a sus profundidades, no descansaré hasta que la luz invada cada uno de sus recovecos y ya no habrá vida y muerte. Todo será un único tiempo. Nuestro tiempo.
Como si hubiera amenazado al mismísimo Demonio, todo empezó a temblar. La negrura se hizo más espesa y la puerta estaba a punto de cerrarse cuando entró Arturo cargando a Octavio incosciente en uno de sus hombros.
Bajó las escaleras y lo dejó debajo del cuerpo de Victoria. Octavio despertó y al verla la tomó de sus piernas e intentó bajarla, pero no le fue posible. No se dio porvencido, y volvió a intentarlo una, dos, tres, diez veces, hasta que quedó exhausto. El edificio empezaba a derrumbarse a su alrededor, las mujeres unieron sus manos a las de Arturo. Octavio empezó a llorar. Las lágrimas que provenían de su corazón cayeron al piso a través de los pies de Victoria. Las gotas comenzaron a juntarse, a buscarse, se unían como eslabones de una cadena que se iba haciendo más y más extensa, hasta que se enredó a los cuerpos de los dos jóvenes para unirlos. El calor del cuerpo de Octavio y su dolor fue suficiente para espantar la oscuridad del corazón de Victoria, para derretir la frialdad de la muerte. Una luz nació del alma de él al alma de ella. Los cerrojos que la aprisionaban se derritieron y Victoria cayó en sus brazos. Octavio la cubrió de besos. Ella abrió los ojos y comprendió que el amor de él la había salvado.

lunes, 5 de mayo de 2008

VEINTIDOS

“Cerezos 240”; Era el domicilio de Ámbar, el que le había facilitado la encargada de Recursos Humanos del diario a Octavio. Allí había ido y se había encontrado con una casa con las ventanas cerradas y las luces apagadas; todo le indicaba que no había nadie, tal como él lo esperaba.
“Ada, Victoria, Ámbar”, sus rostros se mezclaban en su pensamiento. El sentía que eran como tres puntos de lana de una misma pieza, si él tiraba de uno, se deshacían todos; algo unía a las hermanas con esa mujer y debía descubrirlo. Tocó el picaporte de la puerta, pero sólo comprobó sus sospechas: estaba cerrada. Entonces recurrió a un viejo truco, que hacia en la casa de sus padres cuando salía de noche y volvía sin las llaves: con un destornillador chiquito (que siempre llevaba entre sus elementos de fotografía) aflojó el picaporte, dio un tirón y lo sacó; después empujó la cerradura automática y con paciencia la abrió. Volvió a acomodar todo para no levantar sospechas y entró. Buscó en su bolso y sacó una linterna de oreja que le había comprado a un vendedor en la calle y que pensó que nunca usaría, pero que en este caso le permitiría tener las manos libres. Se la puso en la oreja y empezó a recorrer la planta baja: el comedor, la cocina, el lavadero; desde allí echó un vistazo al jardín.
Subió las escaleras y se halló en medio de un pasillo que tenía dos habitaciones a sus lados. Fue hacia la derecha: era un dormitorio. Regresó sobre sus pasos y pasó a la otra habitación. Lo que allí halló lo hizo dejar las cosas en el suelo y sacar su cámara. Ese era el cuarto de magia.
Se acercó a un círculo de velas consumidas, con algunos de sus pabilos aún humeantes. En el centro estaba la cabeza de un puma azul de cerámica; El mismo puma azul de la leyenda que había leído en Internet. Sacó fotos y se agachó para tomarlo. Se lo acercó a lo ojos para contemplarlo mejor. La pieza era hueca y había algo escrito en su interior. Acomodaba su linterna para enfocarlo bien, cuando sintió un golpe en la nuca. La vista se le nublo y cayó desvanecido al suelo.

-En el sótano de esta casa está Victoria- le dijo el hada Tina a Ámbar y a Ada, convertida en puma, mientras señalaba un terreno vacío entre dos construcciones.
-¿En el sótano de esta casa está Victoria?- repitió Ámbar asombrada- Acá no hay nada. Es sólo un baldío.
-Has pasado tantos años entre mortales que sólo ves lo que ellos creen ver. Tendrás que aprender a ver como verdadera maga.
Al tiempo que Tina terminó de decir esas palabras, la calle quedó desierta, y el sonido del viento como una trompeta repercutió en sus oídos. Las ramas de los árboles comenzaron a moverse con fuerza, y la de los arbustos y las flores. Las hojas y los pétalos que se desprendía formaban remolinos que las envolvían.
Cuando el viento paró, las veredas y el empedrado quedó cubierto con una alfombra amarilla y ocre; una suave brisa trajo consigo una melodía especial, como la de las ceremonias de entrega de premios o diplomas. Entonces Ámbar vio avanzar hacia ella a
un grupo de seres etéreos, cuyas líneas del cuerpo eran dibujadas por pétalos. El primero, el más alto, le extendió una varita mágica. Ella la tomó y él inclinó suavemente su cabeza en señal de saludo. Después uno a uno pasó haciendo la misma reverencia, hasta que en último lugar, entre pétalos rojos de rosas, descubrió el rostro de su madre que se acercó a ella para besarla.
Todo paso como en medio de un sueño. Un nuevo sonido del viento como trompeta volvió a agitar los árboles, y todo el color desapareció tras el negro del día y el movimiento normal de la calle.