Pierina, Reina de Humer, en su afán por controlar su vida y la de los otros, había hecho prisionera a Malva, el hada azul del destino, en un sótano oscuro de su castillo. La obligaba a anidar en medio de un lago artificial, rodeada de estrellas caídas y sueños incompletos.

Todas las mañanas bajaba a vanagloriarse delante de ella de su buena suerte y de su poder para torcer el camino que había sido escrito por los antepasados de esas tierras.
-Hoy sentí el sabor de la sangre prisiana y esto me ha hecho más fuerte. Quiero que me muestres lo que pasa con mis enemigos y que veas conmigo cómo esta noche, lo escrito no pasará, y cuando la luna se oculte, Prisia quedará sola para siempre.
Malva movía las aguas y reflejaba las imágenes pedidas: a Ada descansando malherida en su cama, a Ámbar preparando en un altar un amuleto protector con una piedra de cuarzo, una foto y miel; a Victoria viajando en un taxi y alejándose de su encuentro con Ada; A Galo viviendo su propia condena; A los pobladores de Prisia en sus faenas cotidianas con una pena que se manifestaba en sus acciones lentas y sin vida.
Pierina reía y su risa retumbaba en todo el reino. Las luciérnagas apagaban sus luces, los duendes paraban con sus quehaceres, los unicornios huían y las hadas volaban junto a ellos. Sólo en el pantano de las fealdades, y en la cueva de los hombres-oso se festejaba.
-No parecen de mi sangre. Mi pobre hermana ha muerto en vano…
Reía y su regocijo crecía mientras Ada comía un suculento desayuno junto con sus padres que no dejaban de mirarla y prodigarle palabras dulces sin hacerle preguntas, y Victoria viajaba en taxi hacia el lugar que le iba a brindar repuestas y Ámbar se concentraba para usar su magia con sabiduría. Galo volvía a comer y Oncle limpiaba su espada. En los poblados cercanos a su castillo, las mujeres le pedían a las elfas que les enseñaran el arte del arco.
El destino tiene dos caras, mientras Malva sólo le mostraba a Pierina lo que ella quería ver, su hada-gemela Celes, libre en el bosque de cipreses, sonreía porque veía que el río volvía a retomar su curso.