lunes, 31 de marzo de 2008

CATORCE

El cauce de un río puede torcerse, y construirse a su paso canales para controlar su caudal y así evitar inundaciones o épocas de sequía. Pero la naturaleza es inmanejable, como el destino. Se puede jugar a las escondidas, huir por caminos aledaños, y sin embargo, siempre se termina en el lugar que estaba escrito.
Pierina, Reina de Humer, en su afán por controlar su vida y la de los otros, había hecho prisionera a Malva, el hada azul del destino, en un sótano oscuro de su castillo. La obligaba a anidar en medio de un lago artificial, rodeada de estrellas caídas y sueños incompletos.
Todas las mañanas bajaba a vanagloriarse delante de ella de su buena suerte y de su poder para torcer el camino que había sido escrito por los antepasados de esas tierras.
-Hoy sentí el sabor de la sangre prisiana y esto me ha hecho más fuerte. Quiero que me muestres lo que pasa con mis enemigos y que veas conmigo cómo esta noche, lo escrito no pasará, y cuando la luna se oculte, Prisia quedará sola para siempre.
Malva movía las aguas y reflejaba las imágenes pedidas: a Ada descansando malherida en su cama, a Ámbar preparando en un altar un amuleto protector con una piedra de cuarzo, una foto y miel; a Victoria viajando en un taxi y alejándose de su encuentro con Ada; A Galo viviendo su propia condena; A los pobladores de Prisia en sus faenas cotidianas con una pena que se manifestaba en sus acciones lentas y sin vida.
Pierina reía y su risa retumbaba en todo el reino. Las luciérnagas apagaban sus luces, los duendes paraban con sus quehaceres, los unicornios huían y las hadas volaban junto a ellos. Sólo en el pantano de las fealdades, y en la cueva de los hombres-oso se festejaba.
-No parecen de mi sangre. Mi pobre hermana ha muerto en vano…
Reía y su regocijo crecía mientras Ada comía un suculento desayuno junto con sus padres que no dejaban de mirarla y prodigarle palabras dulces sin hacerle preguntas, y Victoria viajaba en taxi hacia el lugar que le iba a brindar repuestas y Ámbar se concentraba para usar su magia con sabiduría. Galo volvía a comer y Oncle limpiaba su espada. En los poblados cercanos a su castillo, las mujeres le pedían a las elfas que les enseñaran el arte del arco.
El destino tiene dos caras, mientras Malva sólo le mostraba a Pierina lo que ella quería ver, su hada-gemela Celes, libre en el bosque de cipreses, sonreía porque veía que el río volvía a retomar su curso.

jueves, 27 de marzo de 2008

TRECE

Durmiendo un sueño entrecortado por el llanto, en una habitación oscura, fría y húmeda como una tumba, moraba Galo, rey de Prisia. Estaba acostado en el piso, con la cabeza apoyada en una almohada de pecados y culpas. Flagelado por su propia conciencia, castigado y encarcelado por propia voluntad, se había quitado sus bellas ropas y sentenciado a recibir la menor cantidad de alimentos que un hombre pudiera soportar.
Los cerrojos de la puerta estaban puestos por dentro. Nadie podía liberarlo, salvo el mismo.
Desde su reclusión, vivía el correr del tiempo, como una sucesión de horas iguales. Pero ese día, la luz del sol pasó por los huecos de los ladrillos, erosionados por las constantes lluvias, y la habitación se llenó de puntos brillantes. Y del otro lado de la puerta, comenzó a oírse un sinfín de voces que se superponían. Luego, uno de esos puntos empezó a destellar, a moverse, a dar volteretas en el aire.
-¡Hooolaaaaaaaaa!- oyó con viva voz decir a alguien en su oído y se sobresaltó. Abrió los ojos, caminó gateando para atrás y desde un lugar a oscuras la observó. En el medio de la habitación estaba Oncle, una bella hada de rostro aniñado y cabellos del color del trigo.
-¿Qué haces aquí?, ¡¡Ordené que nadie entrara!!- gritó con furia Galo.
-Eso se lo ordenaste a tus servidores, pero yo soy un espíritu libre, no obedezco ninguna orden al menos que me pidan “por favor”.
-Déjame solo- le dijo ofuscado y empujo con sus manos el aire en señal de que echara a volar.
-Veo que no solo te has vuelto un ermitaño sino que también has dejado de ser un caballero.
-Oncle, por favor, déjame…
-¿Cómo puede un rey querer vivir así?
-Esta es mi mejor morada, yo ya estoy muerto.
-Al menos que yo tenga un nuevo don, y ahora pueda hablar con los muertos… ¡Creo que estás bien vivo! Y yo he venido a pedirte que te liberes.
-No puedo…- le dijo.
-¡Basta de compadecerte! -.Oncle se le acercó y arrimó su cara a su rostro.
-Quítate, me encandilas-. Galo la empujó se paró y le dio la espalda.
-No me mires si no quieres, pero no puedes dejar de oírme. Esta mañana mis hermanas me dijeron que vieron y oyeron reir en el bosque encantado a una joven que se parecía a tu esposa…
Galo se volteó a mirarla.
-Está por cumplirse lo que está escrito en el Libro. Sé que no crees mucho en él, pero sí lo creía tu esposa y muchos de tu pueblo. Sólo un niño la ha visto a la joven y bastó para que en todos se haya renovado la esperanza. Sé también que te culpas por todo lo que ha pasado, pero tu gente no te ha sentido tan lejano en la traición como en esta prisión. Te necesitan.
-No necesitan un rey sin corona.
-Necesitan un rey con corazón y vos nunca lo has perdido. Galo…
Ante estas palabras, Galo no pudo más con su ser, caminó hacia la puerta, quitó los cerrojos, y se liberó para liberar.

NUEVO PREMIO

Gracias Aguabella por brindar tu apoyo y magia a este blog.
Estoy muy agradecida y sumamente feliz.



Este premio consiste en el reconocimiento de los valores de cada bloguero por transmitir cada día valores culturales, éticos, literarios, personales , etc. es decir se valora la creatividad de los autores.
Por mi parte, se los quiero otorgar a los siguientes blogs:
. La cueva de Susana
. Eseya, muñecas con historia
. Escribiendo por un sueño
. En colores
Estos blogs pertenecen a personas creativas con la palabra y con las manos. Los invito a visitarlos.

martes, 25 de marzo de 2008

DOCE

Dedicado a tres milagros: Olivia (de Marce), Kat (de Clarita) y
Pipo (de Iluso), para que nunca pierdan la capacidad de soñar.



Cinco mensajes fueron los que le dejó Octavio a Victoria en el contestador de su celular. Iba a volver a llamarla cuando vio que se había conectado al Messenger y le pedía hablar por allí. La oyó asustada. Ella le narró los detalles de su sueño y el desconcierto que le produjo despertarse y encontrarse herida, y al ir al baño a lavarse la sangre no hallar ninguna marca.
Octavio oía el sueño, tan similar a los que le contaba desde que la conoció. Seguía su relato mientras pasaba en su monitor las imágenes captadas por su cámara el día anterior en los túneles del subte. En ellas se notaba a la perfección cuando el técnico estaba herido y como quedaba sin marcas después que Ada lo tocaba. Un primer plano de sus ojos le revelaba una mirada felina.
Y cuando abrazó a Victoria una luz las envolvía, y ambas parecían cambiar de apariencia, como si fueran de otro lugar. Lo que más le extrañaba a él, era que Victoria estaba igual a como solía soñarse.
Pasaba las fotos, y el sonido de la voz de su amada lo sentía lejano, sus pensamientos invadían todos sus sentidos: “Necesito saber quién es Ada Viñas, y qué relación puede tener con Victoria”. Como solía decirle su madre: “Los malos presentimientos se siente en el pecho”, y a él la repentina aparición de esta joven le daba desconfianza. Victoria se despidió con un “te quiero”, y él se prendió esas palabras en su corazón, como los viejos caballeros se colgaban su armadura antes de salir a la batalla, y entró al archivo exclusivo para periodistas del diario a buscar información sobre la desaparición de la niña de los Viña diez años atrás.

Victoria, después de hablar con Octavio, terminó de preparar las preguntas para la entrevista con Ada, las imprimió, las guardó en una carpeta, junto con otros recortes, que dejó arriba de su cama, y se duchó. Mientras se ponía crema en el cuerpo le vino a su mente el rostro de Octavio. La primera vez que lo vio en la redacción, sintió que iba a ser alguien importante en su vida, y cuando comenzó a conocerlo, comprobó que ya nunca más se sentiría sola. Pero el día anterior, cuando Ada la abrazó, fue como si su infancia y todos sus temores hubieran vuelto a irrumpir en su cotidianidad. Como si la tristeza que creía perdida hubiera regresado a buscarla, y ahora esta allí, sentada a su lado, peinando sus cabellos, mostrándole en el espejo el horror que sus ojos habían querido olvidar.
Lo necesitaba a Octavio ese día, pero su jefa le había dicho que la madre de Ada le había pedido que fuera sin cámaras.
Lo que la impulsaba a estar con Octavio, la llevaba a desviarse de la chica Viñas. Se terminó de cambiar, tomó su celular, marcó el número de la redacción, e iba a decir que se sentía descompuesta y que no podía ir a hacer la nota, cuando la ventana de su cuarto se abrió de par en par. Una brisa fuerte entró, e hizo remolinos en la habitación, los papeles de la carpeta volaron para todos lados. A su oído oyó una voz que le murmuraba: “Tienes que ir”. De repente, la brisa paró, y sólo quedó un aroma a ámbar en el aire.
Victoria recogió los papeles. Entre esos viejos recortes halló uno que le llamó la atención: era un reportaje a la madre de Ada que se culpaba por haberle dicho que era adoptada. La niña la había recogido del Hogar El Pastor.
Victoria, sintió de repente, que la tristeza le colgaba una soga al cuello y le apretaba la garganta.

jueves, 20 de marzo de 2008

ONCE

La puerta de la casa de Arturo estaba apoyada, Ámbar la empujó y entró. Lo llamó y no tuvo respuesta. Pasó a la cocina, y al verla vacía iba a regresar a la sala cuando el silbido de la pava en el fuego la sobresaltó.
- Te esperaba- dijo Arturo detrás de ella.
-¡Me asustaste! Siempre te mueves con tanto sigilo, que nunca me doy cuenta cuando estás cerca.
-Porque no prestas atención a tus sentidos, sino notarías mi presencia.
-¿Sabías que iba a venir? ¿Vos también viste a mi madre?
-Antes de verla, la percibí. No sé si será por que te ha llevado en su vientre, pero huele a ámbar. Si el viento me trae ese aroma, sé que Brisa está cerca. Porque todas las hechiceras tienen una misión y una vez que la cumplen, su esencia permanece en el lugar que se les ha reservado. Tu madre siempre estará en el aire.

Arturo la invitó a sentarse. Le sirvió una taza de té de rosa mosqueta y una porción de torta de arándanos, levemente perfumada con menta y una rama de muérdago, la preferida de Ámbar.
- Hoy mi madre me dijo muchas cosas, las cuales no he podido entender del todo. Arturo… ¿A qué se refirió cuando me habló de nuestro pueblo, de nuestra tierra?
- Nosotros caminamos por estas calles, comemos la comida que estos hombres y mujeres fabrican, cosechan o preparan. Vos trabajas para ellos y recibís su dinero para subsistir, para pagar tu ropa y tu casa, y yo soy instructor de esgrima y de arco para poder vivir también aquí, pero ni vos ni yo estamos destinados a esto. Nuestra naturaleza está en otro lado. La mía es la de la guerra, soy un guerrero dormido en este mundo.
Después que Arturo pronunció estas palabras, Ámbar hizo silencio. Mientras masticaba y tomaba un sorbo de té, lo observaba. Juraría que él jamás había envejecido. El recuerdo de su rostro de pequeña era igual al que tenia enfrente en ese momento. Su piel era blanca, sus facciones finas y talladas, tenía los ojos color almendra y las orejas algo puntiagudas, este era su rasgo distintivo y el que trataba de ocultar con su pelo largo.
-¿De dónde somos?- Le preguntó de repente
-Nuestra tierra se mantiene oculta a los ojos de algunos mortales. Ellos no nos comprenderían. Los que aún creen en los sueños, los que se dejan llevar por las historias que oyeron de niños, son los únicos que pueden pasar el umbral que nos separa. Sus creencias fueron alejándonos, pero ellos no son nuestros enemigos. Nosotros tenemos nuestras propias leyes, nuestras propias guerras, nuestras familias y honores que cumplir. Allí también hay distintas razas. La mía no es igual a la tuya, pero hace años que somos aliados y vivimos en paz. Los tuyos están en peligro, tu misión es volver a ayudarlos.
-¿Cómo?
Arturo se arrimó a ella. La hizo pararse y la tomó de la cintura. Afuera la lluvia golpeaba más fuerte las tejas. Con su rostro muy cerca del de ella, pronunció: “Solo tenés que creer en vos y el camino te será revelado”. Sus ojos se encontraron en un infinito segundo. A Ámbar le pareció ver en ellos las guerras por las que él ha pasado. A su madre cruzando un bosque cerrado, precedida por Arturo quién le abría el camino. Una montaña, dos niñas y una mujer con los ojos llorosos echando un último vistazo a un castillo. Pudo oler la sangre y humo producto del odio. Un águila, unos ojos terrosos. Mujeres de negro, hombres caídos… niños jugando en un pueblo. Un hombre de mirada triste… La niña encontrada y otra mujer, luego una luz…
- Prisia…- dijo en un suspiro.
Sus ojos brillaron, la lluvia se alejó, y el sol inundó la habitación y acarició sus pieles.

lunes, 17 de marzo de 2008

DIEZ

En la casa de la familia Viña, una doméstica entró en la habitación de Ada para ver si dormía. Se encontró con la ventana abierta y con manchas de barro debajo de esta que iban hasta el lecho. Eran pisadas de animal que se transformaban en humanas al llegar a la cama. Ada estaba allí. La mujer la destapó y notó que respiraba con dificultad. La volteó y vio que tenía su pijama roto a la altura de los pulmones y manchado con sangre. Sacó de entre sus ropas un polvo brillante, lo esparció sobre la herida, esta se cerró y su camisón revirtió a su forma, como si nada le hubiera pasado. La volvió a acomodar. Ada despertó y lo primero que vio fue una piedra azul que colgaba del cuello de la mujer y entonces sonrió.
-Gracias- le dijo con la mirada brillante por las lágrimas que asomaban por sus ojos.
-¿Ada está bien?- le preguntó la mujer.
-Ahora si.
-Su padre está preocupado, es peligroso lo que está haciendo.
-¿Y los Viña?
-Duermen todavía. Es temprano, descansé un poco más, necesita recobrar fuerzas.
La mujer la arropó y salió de la habitación. Ada tomó sus lágrimas que se transformaron en pequeños vidrios y los dejó debajo de su almohada.



El águila, después de clavar su pico en el brazo de Victoria y de hincar sus grandes, aguadas y fuertes uñas en la espalda del puma, se alejó airosa.
Se posó en la cumbre más alta. Extendió ostentosa sus alas para que el sol le hiciera brillar aún más su plumaje dorado. Desde allí podía divisar su castillo en Humer y el de Prisia.
Voló hacia su morada. Cuando estuvo en su cuarto se sacudió y regresó a su forma humana.
-Mi señora, ¿está bien?- le preguntó una criada, que esperaba su regreso, al ver que tenía la boca y sus manos con sangre.
-Si pequeña, estoy bien. Esta no es mi sangre, es la sangre de mis enemigos. Pronto regaré con ella mis praderas.

jueves, 13 de marzo de 2008

NUEVE

El aroma del incienso había penetrado en el espíritu de Ámbar. Las velas estaban extinguiendo su último aliento, apenas quedaba un poco de cera cubriendo las palmatorias. Buscando las respuestas, había permanecido despierta gran parte de la noche, y el cansancio la estaba venciendo. Dejó caer por un segundo sus párpados, y cuando se esforzó para volver a abrirlos, oyó, a sus espaldas, una vieja canción familiar:
"No temas no, caminar sobre las brazas…
No temas no, dejarte caer en el abismo…
Tú tienes el poder de cambiar lo trágico del destino.
Busca la magia en tu corazón.
No le temas a lo que eres, y hallarás las respuestas que esperas.
No temas no, regresar por el camino…
No temas… No temas… No temas"

Esa voz candorosa le estrujó el alma, no podía ser otra que su madre. Se volteó, y en medio de una luz brillante la vio: sus cabellos ardientes iluminaban su mirada, su sonrisa clara encandilaba. Era un huracán, y a la vez suave como la brisa, como su nombre. Con los brazos extendidos se le acercó.
- ¡Madre!- sólo atinó a decir Ámbar en un suspiró.
- Hija, chiquita mía, eres un mar de preguntas, y las respuestas sólo puedes hallarlas si buceas dentro de ti. He visto cómo ha crecido tu poder. Si hoy te cuestionas es porque has sabido ver más allá de lo que te muestran los ojos. Está atenta a todas las señales y sólo confía en nuestros amigos más cercanos. Cuando cumpliste los veintiuno yo debí partir, pero antes te cedí todos mis dones. Siempre fuiste muy especial, y más fuerte que yo, pero con mi poder vas a lograr ser aún más poderosa, y te aseguro que vas a necesitarlo.
- Madre, no sabés cuanto te necesito. He pasado días terribles desde tu muerte. ¿Por qué no hiciste nada para impedirla?
- Ámbar, ya aprenderás que a veces algunos deben morir para que otros vivan. Algún día nuestra historia será completamente revelada a tu corazón, y te darás cuenta que mi sacrificio fue necesario para que miles de los nuestros puedan seguir viviendo.
- Los nuestros, nuestra historia, no puedo comprenderte. Estaba vacía de saber, y ahora estoy más confundida.
-Ha empezado un nuevo tiempo. Es necesario que estés atenta a todo lo que te pase. Ayer coincidieron varias almas en un mismo lugar, y esto no ha sido casual. Tú eres la única que sabe de la más poderosa de ellas, pero necesitas de otras, necesitas que una, la más resistente, crea en nosotros. Ayuda a Ada, protégela, y ayuda a creer a Victoria. Llévala donde pueda empezar a construir su pasado, llévala al hogar El Pastor.
Mientras iba diciendo esto último la figura de Brisa se apagaba.
-¡No te vayas todavía!- le suplicó Ámbar.
-Sé fuerte, tu miedo es el único que puede derrocarte. Te amo hija – y desapareció.
-¡Mamaaaaaaaá!- Ámbar corrió hacia la ventana. La noche estaba gris y había empezado a llover. En el pórtico de la casa lindera, estaba parado su vecino Arturo. Desde esa distancia le notó la mirada triste y se preguntó si era posible que hubiera visto lo mismo que ella. Desde que tenía uso de razón Arturo había estado en su vida, era el mejor amigo de su madre y ahora su única familia. “Seguro que él podrá decirme más”, pensó.
Salió de la habitación y corrió escaleras abajo para ir a la casa de al lado.

lunes, 10 de marzo de 2008

OCHO

El viento suave y el aroma a rosas despertaron a Victoria, quien abrió sus ojos y sintió que el sol le pegaba de lleno en ellos. Se tapó el rostro con una de sus manos y observó que en ella llevaba una pulsera plateada con piedras azules. Llamó su atención, ya que no recordaba haberla visto antes, entonces, se miró el cuerpo y vio que lucía un vestido lila con una falda en forma de pétalos, y un corsé ajustado con piedras bordadas del mismo tono. Sus pies estaban descalzos, experimento la frescura del pasto, y se apodero de su corazón una inmensa sensación de libertad.
Comenzó a caminar por una pradera extensa. Sus ojos no alcanzaban a ver su fin, pero no le importó, y se perdió entre las flores de maravillosos colores que encontró a su paso. Las mariposas atrapaban su atención y empezó a seguirlas. Le pareció oír el correr de agua, y marchó hacia ese sonido. Encontró un pequeño arroyo, se arrodilló e inclinó para beber. Vio su imagen reflejada; ya no tenía el pelo corto como solía usarlo, sino bucles largos que le caían por sus hombros, sus pupilas destellaban de alegría.
En la otra orilla, un puma se acercó a beber también. No le tuvo miedo, y no supo en que idioma le habló, pero entendió que la invitaba a seguirlo.
La llevó a recorrer un sendero en medio de un bosque de árboles de copas altas, con hongos debajo de su sombra. Algunos duendes salieron a saludarla, y otros, desde las ramas bajas, le arrojaban pétalos de flores. Victoria rió, tropezó, enganchó su vestido en una mata, pero igual rió. Su risa hizo eco en las ramas, en los troncos, en las hojas, y el viento transportó su risa hacia sitios lejanos. En una cueva debajo de una montaña, se oyó un revuelo, y miles de luciérnagas volaron a su encuentro. Se colgaron de su cabello y le iluminaron la senda.
El puma se apuró y ella lo siguió. Pasó entre dos árboles y apareció en medio de un pueblito; lo atravesaron. Había hombres mayores cortando leña o ayudando a hacer cestos de mimbres a unas mujeres, y niños en la escuela. Nadie parecía verlos. Solo un pequeño se dio vuelta, le sonrió a Victoria y a ella le pareció que le decía “Sálvanos”. Entonces, se detuvo y lo miró fijo, e intentó caminar hacia él, pero el puma le tiró de su vestido y le señaló una de las montañas que formaban como dos jorobas, al pie de las cuales estaba levantada la aldea.
Subió, y mientras lo hacía veía en su mente, como una película, la imagen de una mujer con cabellos similares a los suyos, subiendo esa misma montaña, con una niña agarrada a su falda y un bebé en sus brazos; después, autos, una calle iluminada y el portal de una vieja casa. Un águila atacaba a esa mujer cuando regresaba sola, no podía defenderse y se despeñaba.
Llegaron a la cima y el puma se paró sobre unas rocas. Quería que Victoria se asomara y mirara lo que había detrás de él. Ella se acercó, y antes de que pudiera llegar hasta él, un águila se tiró sobre ella y le clavó su pico en su brazo; se tambaleó y cuando el águila volvía para atacarla, el puma salto y la cubrió. Entonces, el águila se alejó.
Victoria despertó toda sudada, y sintió un dolor en su brazo, se quitó el antifaz que se había puesto para dormir y vio que corría sangre por su brazo, estaba herida.

jueves, 6 de marzo de 2008

Siete

Victoria regresó temprano esa tarde a su casa, se sentía enferma. El abrazo de Ada le había trasmitido una sensación que creía olvidada. No pudo terminar de escribir la nota, ni explicarle a su jefa porque no había ido con la chica a la policía y presenciado el encuentro con sus padres, y tampoco expresarle a Octavio su razón para querer dormir sola esa noche.
Sus energías parecían haberse quedado, ese mediodía, bajo los túneles de la ciudad, su corazón estaba enterrado en otra tierra, Octavio había podido rescatar algo de él, pero ese día se sentía más seca que nunca. Dejó sus cosas en el living, caminó hacia su cuarto, se recostó en la cama sin sacarse la ropa, se cubrió los pies con la colcha y se puso en sus ojos un antifaz porque todavía no había anochecido y aún entraba claridad por su ventana.


Cuando la jefa de redacción de La República, Miriam Salinas, se enteró que Ámbar había estado en el subte que casi colisiona con Ada Viñas, la disculpó por haber llegado tarde a la entrevista y luego de algunas preguntas le comunicó que sería parte del plantel y que tendría a su cargo la sección de la revista dominical de artículos esotéricos. No pudo disfrutar de ese momento de alegría, en su mente tenía la carita de la niña ciega, la imagen de su manito en alto cuando se despidieron en el andén, y su nombre golpeándola como un gong: Luz…, Luz…, Luz...
Había sentido durante la jornada vibraciones opuestas. Pudo hallar alegría en los ojos apagados de la niña, y negrura en la vivaz mirada de su nueva jefa, quien le había encomendado que acompañara, al día siguiente, a una de sus periodistas a entrevistar a la chica encontrada, estaba interesada en saber qué impresión le causaba.
Cuando llegó a su hogar se quito la ropa y se dio una ducha rápida. Se vistió sólo con una túnica blanca y fue hacia la habitación especial de su casa.
Puso un cono de incienso de bergamota en el incensario, necesitaba que su esencia la ayudara a abrir las puertas de sus sentidos, tenía que salirse de sí misma. Por eso, además de las velas de altar, ungió y encendió velas naranjas, porque son las velas de la reflexión, para poder pensar mejor sobre todo lo ocurrido.
Ámbar creía que había pasado uno de esos días que marcan un antes y un después en la vida. Se inclino sobre el altar y entró en meditación.


-Ada prefirió acostarse, no quiso comer nada. ¡No puedo creer que esté devuelta en casa! ¿Pero dónde estuvo? ¿Qué fue lo que le pasó?, la veo tan distinta…, a penas me dio un tibio abrazo - le dijo la señora Viñas a su esposo.
-Sabíamos que si un día aparecía esto podía pasar. No íbamos a encontrarnos con nuestra pequeña, esta chica es una extraña para nosotros, y nosotros lo somos para ella. Tenemos que darle tiempo.
Ada espero oír los pasos de su madre bajando las escaleras para salir de la cama y encender la luz. Su cuarto estaba igual a como lo recordaba. Sus muñecas, sus ponis, y sus peluches conservan el lugar que ella les había dado en sus estantes. Tomo un banco y abrió el placar. Se dio cuenta que ya había crecido lo suficiente y no necesita subirse a algo para alcanzar el estante superior. Estiro su mano y bajo una caja de papel de flores vivos. La abrió, sacó un anotador con dibujos, y pensó que si sus padres los hubieran mirado quizás hubieran comprendido donde estaba. Tomo una foto de los tres juntos, regreso la caja a su lugar y caminó hacia la ventana. Abrió la persiana y miro la luna creciente, apretó la foto a su pecho y mientras sus lágrimas corrían por sus mejillas, iba dejando su forma humana.

lunes, 3 de marzo de 2008

SEIS

A las vías del subte bajó el guarda, detrás de él, el policía, después Victoria y unos pasos más atrás, Octavio.
Se encontraron con el maquinista y un técnico, Emiliano López, cercando a una joven que estaba sentada en el suelo, con su espalda apoyada en la pared, y sus brazos rodeando sus piernas flexionadas sobre el pecho.
Victoria enseguida se identificó como periodista del diario La República, pero el policía no dejó que se le acercara. Junto con Octavio caminó unos metros más adelante para verla mejor.
- Esa chica me recuerda a alguien…creo que la he visto antes.
-¿Estas seguro?
-Tengo memoria fotográfica- Octavio se rió y Victoria desaprobó su humor con su ceño fruncido.
-¿Ya te enojaste?
-No estoy enojada…
-Si, te enojaste. Conozco cada uno de tus gestos, y ese es tu gesto de enojada.
Los ojos de Octavio brillaron de repente, en su mente tenía el nombre de la joven. – ¡Ya sé quién es y no vas a creerlo! Es Ada Viñas, la chica desaparecida hace diez años, hoy es el aniversario de la fecha de su desaparición.
-¿Estas seguro?, si es así, somos dueños de una primicia jugosísima.
-Si, estoy seguro. Su madre llevó a la redacción una foto de Ada cuando tenía diez años, con un programa en la computadora transformé su rostro de niña en uno de una joven de veinte. Hoy salió publicado en tapa.




-¿Está seguro que esta chica es la que se busca en el diario?- interrogó el policía a Emiliano.
-Si, seguro.
-¿Y cómo apareció acá abajo?
-Es un milagro, estoy seguro- dijo él.
-Es un milagro- repitió el maquinista.- Era imposible que yo pudiera frenar a tan poca distancia. Pero lo logré gracias a ella. Frene, no la herí y ningún pasajero salió lastimado.
-Yo solo veo a una joven asustada. Voy a pedir que manden a una mujer policía, y no quiero oír hablar de milagros, porque acá tienen la costumbre de levantar un altar en cualquier lado, lo único que falta es que vengan a poner flores.
El policía se alejó unos minutos de ellos para llamar pidiendo refuerzos y una ambulancia, el guarda volvió al subte para tranquilizar a los pasajeros y avisar a la central lo ocurrido.
Ada miraba todos sus movimientos.
Emiliano se remangó la camisa, la herida de la muñeca le seguí sangrando y le había manchado el puño. Ada, al verlo, se paró de golpe, y caminó hacia él con pasos suaves; cuando estuvo a su lado, le tomó su mano herida con las suyas, y la acarició levemente. La sangre paró, y la piel pareció adquirir su apariencia normal.
Octavio, acató la indicación de Victoria de conseguir la mayor cantidad de fotos, y seguía a Ada a través de su lente; su boca se abría cada vez más de asombro.
Victoria aprovecho la luz del flash de la cámara para sacar una foto con su celular, y buscó un lugar donde pudiera tener señal para enviarla a la redacción con un texto breve. Enseguida le contestó su jefa, Miriam Salinas. Ella estaba dudosa de publicarla, pero Victoria la llamo y le rogó que la subiera a la página Web del diario para que fuera primicia, porque en cualquier momento llegarían más medios y ya no serian los únicos testigos.
Ada la observaba a distancia y espero que terminara de hablar, luego se cerco a ella con una sonrisa.
- Victoria, necesito que me lleves de regreso a casa- le dijo, y la abrazo.