sábado, 29 de septiembre de 2007

PLANES CRUZADOS CAPITULO 12

El parte de Roberto era alentador. Estaba estable y con signos de mejoría. “En estos casos hay que esperar la evolución del paciente antes de establecer un diagnóstico definitivo, por ahora, todo va muy bien, dentro de lo esperado”, le había comentado a Laura el médico de turno. Ella le habló de la posibilidad de poder trasladarlo a un sanatorio del que eran socios, pero el médico le indicó que no estaba en condiciones de hacerlo todavía, que no se preocupara que allí le brindarían toda la asistencia que necesitara. Si bien las primeras palabras habían tenido un tono dulce, comprensivo, la despedida del doctor fue distante y dura. Esto hizo sentir mal a Laura, porque sabía que su insistencia de llevar a Roberto a un sanatorio era una forma de decir “en este nosocomio no va a tener el cuidado que está acostumbrado, mejor un lugar privado”.
A ella no le preocupaba eso, sabía que allí estaba bien atendido, lo que le molestaba era la falta de pulcritud de los pasillos, el fuerte olor a remedio, la incomodidad de las sillas de las salas de espera, le daba fobia el hecho de compartir el baño con gente que no sabía de dónde venían, por dónde habían estado. Sabía que era demasiado obsesiva, pero era algo que no podía controlar, cuando se empezaba a sentirse mal, cuando sentía que le sudaban las manos, que el corazón se le aceleraba y que no aguantaba una situación o lugar no podía razonar , pensar que sólo era algo de su mente.
Podía entrar a ver a Roberto, pero prefirió bajar a la cafetería. Uno de los aromas que más le agradaban era el del café, tal vez porque la mayor parte del tiempo libre de su niñez y adolescencia la había pasado en el bar de su abuelo.
Iba a bajar las escaleras cuando vio venir hacia ella al señor Ramírez.
- Laura, querida, cuánto lo siento… - le dijo al verla, y la abrazo con fuerza.
El abrazo la sorprendió, Jorge era efusivo, pero nunca habían tenido un contacto físico tan estrecho. Sus brazos habían quedado tendidos hacia los costados de su cuerpo. Podía sentir cómo la mano de él acariciaba el pelo y bajaba por su espalda sin soltarla. Le dijo palabras de cortesía, le preguntó por el estado de su marido al oído, con el tono con que un amante le pide cosas a su amada. No sabe por qué lejos de querer soltarse disfrutaba de ese contacto. Tuvo miedo de que se diera cuanta como el corazón le latía con más rápido. Siempre le habían gustado los hombres que olieran bien, y Ramírez era un dandy en lo que hiciera a su aspecto.
Le pareció inapropiado estar así, por si alguna enfermera pudiera verlos. Así que hizo un ademán para alejarlo. Ramírez le soltó el abrazo, pero se quedó tomándola de la mano.
Laura se la apretó con cariño. El iba a volver a acercarse cuando una mujer se aproximó a ellos diciendo.
- ¿Señora de Vallejos?-
- Si.- respondido Laura al tiempo que le soltaba la mano a Ramírez.
- Soy la detective Peralta, estoy a cargo del caso de su marido. Creo que ya tenemos al culpable de su ataque.

3 comentarios:

Dani dijo...

Que, quien, como y cuando, son palabras que no dejan de rondarme en la cabeza...
Por dios!!!

Expectante...
Saluditos...

Princesa dijo...

Muy bueno como siempre, la intriga es mucha!

Bien ahi Ana.

Beso!

N. Feranna dijo...

Ana, me mataste con lo de mi parte femenina... lo peor es que termine comiendo helado con mi mejor amiga, que al menos tuvo la gentileza de bancarse Borat para hacerme compañía.

Un beso!